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Cara y cruz de una jornada mágica. Diario de Sevilla


Con el parque de María Luisa, el colorido está asegurado. Y hay más aperturas que apreturas. La Sevilla del 29 es mucho más moderna que la Cabalgata del 92, la que diseñó Joan Font, aunque en esta ocasión el problema no fue el Quinto Centenario del Descubrimiento, sino el Cuarto Centenario... del Quijote. Y el de Avellaneda echando caramelos por algún barrio de Sevilla.

El bar Citroen era un hervidero de gente. Junto a la Torre Norte de la plaza de España, paseaba con su familia Juan José Garzón, delegado del Gobierno de Andalucía. Colleras de globos a la altura de la glorieta de Bécquer. "A la vuelta, a la vuelta", le dice la madre a la niña, que insiste. "No te embales, Laura, que te pierdes".

Felipe II está con sus mejores galas, como cuando Santa Genoveva cruzaba el paso a nivel. Por allí puede verse en el más jocundo anonimato a Agustín Madrid, rector de la Universidad Pablo de Olavide, o a Miguel Carmona, presidente de la Audiencia de Sevilla. La Cabalgata gana en vistosidad. Más colores, quizás sean los mismos, pero se ven mejor por el menor tamaño de los todoterreno respecto a los tractores. "No vienen con camellos, porque los camellos se cansan", dice otra madre.

La cabra es el protagonista estelar de la parranda con la que la banda ameniza la salida a la calle. Las Cigarreras de Oriente echan humo musical. Toda una caravana, como mandan los cánones del desierto, precede a Melchor, que con la ayuda de Luis Miguel Martín Rubio esparce caramelos con frenesí. Julio del Junco, su paje, es un torbellino de flexiones para suministrarle caramelos. Parece Buster Keaton echando más madera, que es la guerra, en El Maquinista de la General.

Gaspar (el titular de la firma de seguros Morera Vallejo) luce una barba barbuda. Más robot que el Robot diseñado por Iluminada Simón que es una de las novedades de la Cabalgata, sincroniza los gestos de lanzar caramelos y sujetarse la corona. El cetro debe durarle un año y no es cuestión de que lo destronen tan pronto.

Hubo un Baltasar brasileño que fue Pichichi de la Liga española, pero no era negro. Como muchos brasileños. El rector de la Olavide, muy cerca de la Borbolla (Sevilla es propensa a feminizar los topónimos) asiste a una lección de tolerancia: dos señoras, sabedoras de los colores de quien encarna al tercer monarca de la Cabalgata, exhiben una bandera del centenario, éste sin mal fario ni Independientes de Avellaneda; detrás, dos jóvenes ondean sendas bufandas blanquiverdes del eterno rival.

El momento de la sensación verdadera. Se puede decir con el título de la novela de Peter Handke. Tres Reyes por Felipe II y me llevo cuatro. El monarca de El Escorial que fue objeto en Sevilla de un magno duelo da nombre a un bingo que muestra unas coronas como señuelo. Magos van unos cuantos. Merlín con el éxito de crítica y público de Harry Potter, "que bote Harry Potter", que se parece al de las primeras entregas de la saga de Rowling más que el actor que lo sigue encarnando.

Lo del maleficio de don Quijote y su Dulcinea Iluminada ha sido cosa de un sortilegio. El libro de Cervantes está lleno de chascos como el que dejó varada la carroza cervantina. "En el Quijote hay magos de verdad, como Faetón o Alifanfarón, no esos magos anglosajones que nos vende Hollywood", dice Rosa Díaz. Cuestión de magia y peso. Muchos caramelos para un hidalgo de rocín flaco. Muchas lágrimas y mala suerte. La de Joaquín Sánchez, bombero y fotógrafo, que a última hora cambió el volante de la carroza 24 por la 23 (el inédito Quijote, segunda parte) y se quedó con la miel en los labios.

"Me hace mucha ilusión generar tanta ilusión. Es un juguete que hace mucha falta en este mundo", decía Luis Miguel Martín Rubio antes de subir al mismísimo paraíso y comprobar entre beduinos que el Carnaval de Cádiz empezó ayer en Sevilla. "Es uno de los días más felices de mi vida", comenta mientras lo maquillaban Morera Vallejo, "es como ver un sueño hecho realidad. Y espero que se cumplan los de todos". Para José María del Nido, es el colofón a un año que ha valido por un siglo. "Hoy me debo a todos los niños de Sevilla como los Reyes Magos se deben a todos los niños del mundo". En la salida de las antiguas cocheras de Tussam, habían montado un palco oficioso con selecta nevería.

En las vallas, la leyenda: "Sevilla, la construcción de un sueño". Un día al menos el sueño le ganó la partida a la construcción. Jorge Morillo le contaba a los niños del extrarradio el sueño de tres árboles. Una postal de Navidad que parecía un cuento de Aldecoa.

Mas info en: www.diariodesevilla.com

 










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