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Provincia. Septenario dolorosa a Ntra. Sra. de los Dolores de Benacazón


Francisco Perejón Ortega. Ya tiene Benacazón, poniente sol del Aljarafe, como cada semana de pasión desde tiempos antiguos, un altar de fuego a los pies del Calvario, una ofrenda de luz que brota del corazón, de la devoción íntima y sentida, arraigada y firme, de innumerables fieles a través de los siglos. La Hermandad de la Vera Cruz celebra estos días el tesoro más preciado de sus cultos de regla, el Solemne Septenario Doloroso a Nuestra Señora de los Dolores.

En un sobrecogedor ambiente, fieles de todas las edades se dan cita cada tarde en la iglesia parroquial para asistir y participar en este culto antiguo, solemne, entrañable, cuyo valor y sentido nos ha ha sido transmitido por la fidelidad de las abuelas a lo largo de las generaciones. Entre los cirios del septenario están los encendidos corazones de Feliciana, Nieves la del Cura, Dolorcita y Rosarito, Florentina, Antonia la de Morales, Antonio el de Hipólita, el Chico, Modesta, Marcelo . . . y tantos veracruceros que nos dejaron el testimonio de su Fe.

Cristo Resucitado y Glorificado preside en Forma Real este culto eucarístico en el que es venerado y contemplado, en el que se escucha y medita su Palabra y en el que se canta la gloria de los Dolores de su Madre Santísima y el Misterio de su Pasión, Muerte y Resurrección.

Este año nos acompaña D. Manuel Sánchez Sánchez, canónigo de nuestra catedral y párroco sevillano. Un cura formado en el calor de una familia cristiana, con una madre y abuelos de nuestro pueblo que sembraron en él la semilla del amor sencillo, pero sin condiciones, a la Virgen María en sus Dolores y al Cristo Muerto en la Vera Cruz.  D. Manuel ha escogido lecturas y salmos relacionados con la Misericordia de Dios y cada día predica que el modelo del cristiano está en esa Mujer que no abandonó al Jesús llagado y colgado del madero,  esa mujer que confió en Dios a pesar del dolor que, como una espada, le laceraba el alma.

La riqueza de gestos y símbolos del ritual del septenario con el rezo de la corona dolorosa,  la Adoración Eucarística, Liturgia de la Palabra,  canto del Dolor, Bendición con el Santísimo, Comunión y Stabat Mater, nos invita a ofrecer a Dios un culto interior y exterior, con todo lo que somos, alma y cuerpo. La peculiaridad de este rito, usado de forma extraordinaria en la iglesia,  incluye distintos momentos de absoluto silencio para la contemplación, la meditación y la oración interior.

La parte musical corre a cargo de la coral de la hermandad que tiene su razón de ser y que tuvo su origen por y para la celebración de estos cultos solemnes y que ha conservado la rica tradición musical de los antiguos coros que se ocuparon de este ministerio y que son parte fundamental en estos cultos y en esta devoción a María Dolorosa.

El jueves de pasión, último día, se celebrará procesión claustral con el Santísimo Sacramento y el Viernes de Dolores, a las once de la mañana, Solemne Función Principal de Instituto con besamano a la venerada Imagen de Nuestra Señora que, según antigua y piadosa costumbre, presentará su manto verde nevado de azahar. Es el día de la hermandad, de las mujeres de mantilla, de las pedidoras con sus demandas de bronce recorriendo el pueblo, de las familias enteras de veracruceros que sacralizan el tiempo por imperativo del corazón, de la llamada de la Fe y del ejemplo de los mayores que nos legaron esta preciosa y viva tradición que ayuda a la renovación y la conversión cuaresmal.










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