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“El valor y el sentimiento de las cosas pequeñas”. Mariano López Montes


In Memorian  de Maria Jiménez Girón.

Quiero rendir esta pequeña reflexión a una persona como tantas otras que nos ha dejado al medio día de este frio día del mes de Enero. Si porque Maria y su hija  Myriam y su yerno Fernando, representaban para mí un monumento a la tradición con forma de amistad desde hace años. Recuerdos de aquellas Semanas Santa de la calle Arfe, ya son parte de nuestras vidas.

Maria atesoraba en su cuerpo enjuto, frágil y pequeño, el valor del sentimiento por las cosas pequeñas y a la vez grandiosas que nos ofrece la vida, unos  ojos grandes y brillantes, una mirada serena, y aquel porte educado y un tanto señorial  de señorita sevillana de otros tiempos, junto con su voz modulada, con la dulzura y cadencia del violín.

En esta serie de ensayos siempre ha sido mi propósito poner de manifiesto una serie de valores que tienen y han tenido estos cofrades de a pie, y que muchas veces son la cara oculta y quizás la más verdadera del mundo cofrade, que junto con el protagonismo, no siempre merecido y que desgraciadamente tanto se da, existen valores como la bondad, la amistad, la generosidad, el gusto por lo no recompensado, etc. Aún recuerdo la cara de inocente felicidad  e ilusión que Lunes tras lunes Santo ponía Maria cuando la Virgen de la Salud de San Gonzalo paraba ante su casa, y su fe encendida por la luz de la candeleria con que le rezaba para pedir esa salud que año tras año le reclamaba para todos los presentes, y sabiendo que lo espiritual nunca se puede separar  de lo material y humano, se cuidaba año tras año en aquellos donde no había dobles ni triples cuadrillas, que a sus costaleros no le faltaran ni aquellas cervezas de barril, ni aquellos refrescos para los más jóvenes. Rezo, fe y Flores, incienso, luz y penumbra que año tras año llevaban a la Salud por Arfe hasta El Baratillo al son de “Campanilleros”.

Hermana que fue del Señor de Sevilla junto con el bueno de Andrés, su marido, todo aquellos que tuvimos la gran suerte de conocerlos no podemos olvidar que este Señor que vive en San Lorenzo y reside en todos los barrios de esta su Sevilla siempre fue el eje de sus vidas, y ante cualquier problema necesidad o falta  de entendimiento, siempre respondía con la frase  de ¡Por Dios, por El señor del Gran Poder Bendito!, se puede pedir mejor devoción, fe y sentimiento, para creer,  pese a quien le pese, a otros que todo lo ven desde la más pura ortodoxia.

Tampoco era ajena en la madrugada cuando El Señor del Gran Poder llegaba hasta su casa y desde hace ya algunos años la ofrecía a sus hermanos más pequeños que rendidos a veces por el cansancio del caminar de la noche encontraban en su casa el calor y a veces el necesario refrigerio para poder seguir acompañándolo.

Estas pequeñas pero a la vez grandes cosas, anónimas y movidas por la fe y el sentimiento, son las que tenemos que defender y estar orgullosos  dentro del mundo cofrade, ya que las otras, las negativas y no voy a nombrarlas ya se encargara de solucionarlas el “Gran Poder Bendito” como continuamente nos decía Maria.

En tus últimos años esa cruel enfermedad que anula nuestros pensamientos, el carácter reflexivo y la capacidad de comprensión, los conocimientos y el propio raciocinio se apodero de ti y solo te quedaba el sentimiento de esa sonrisa  de nuestro último encuentro cuando mirabas en primavera en su Basílica a tu Señor del Gran Poder. Que El,  al que tanto creíste y amaste te lleve a esa gloria eterna prendida al movimiento  acompasado de su túnica, al cruzar un año más tu calle Arfe hasta esa casa donde reside y tanto lo visitaste  del barrio de San Lorenzo.

Fotos: Mariano López Montes.










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