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Mario Daza pronuncia una reivindicativa y romántica Exaltación del Martes Santo en los Javieres


Juan Manuel Labrador. La espera llega a su fin. En la calle Feria, el Cristo de las Almas preside el altar mayor de Omnium Sanctorum para dar comienzo a su quinario y, con éste, una nueva Cuaresma que ya está aquí y que desembocará en una Semana Santa que anoche adelantó su Martes Santo en la voz del periodista Mario Daza Olaya, encargado este año de pronunciar la exaltación que anualmente organiza la Hermandad de los Javieres desde 1992.

El que actualmente es secretario primero de la Hermandad de la Sagrada Resurrección comenzó su disertación uniendo a todas las cofradías de esta jornada, desde el Cerro a Santa Cruz, bajo un único palio, un palio hermoso que avanza "al son de Campanilleros", no dejando de sacar ese periodista que lleva dentro, pues sin tapujos hizo alusión a esa carrera oficial que este año será a la inversa el Martes Santo, ese día que puede presumir de la cordialidad y predisposición de sus hermanos mayores. 

Mario Daza jugaba en casa, pues la Resurrección está hermana con los Javieres, y él, además, presume de ser del barrio de la Feria, pues su vida se ancla entre el arco de la Macarena y Santa Marina, alegando con todo ello el exaltador que por eso no podía negarse a posicionarse en el atril de Omnium Sanctorum, dedicando un hermoso romance a la propia calle Feria "donde la gloria es la vida, / y la vida es como el cielo".

Su recorrido por las cofradías comenzó en La Calzada, ante el Señor de la Sagrada Presentación al Pueblo: "...siempre te encuentro, Señor, / nunca faltas a la cita...", centrándose en el perdón que Cristo otorga a todos los que le traicionaron, afirmando "que a Ti te salvó tu barrio / presentándote a Sevilla". De este barrio pasó a San Esteban cruzando la Puerta de Carmona, y posteriormente recaló en San Lorenzo para buscar esa casa de Anás donde Cristo fue abofeteado, "siempre perdonando, siempre amando", deteniéndose ante el Dulce Nombre de su Madre. Luego quiso encontrarse con el Cerro del Águila, y con ese barrio que conmemora los tres cuartos de siglo de su parroquia, "en la que brilla una luz, la luz de María, Madre de los Dolores (...) el único camino que nos lleva hasta Dios".

Murillo tampoco estuvo ausente en sus palabras, uniéndolo con la luz que desprende la Candelaria cuando Ella transita por los jardines a los que da nombre el centenario pintor, reconociendo que Ella "es la luz del Martes Santo", y junto a la muralla del Alcázar se encuentra con las Misericordias del Cristo de Santa Cruz, allí mismo donde se comprueba que fue Buena su Muerte, queriendo ser estudiante universitario para postrarse a las plantas del crucificado de Juan de Mesa: "Quiero ser como Tú, Señor, y dar mi vida por aquellos que vieron que tu Muerte fue Buena".

Y al final, los Javieres, dirigiéndose Mario Daza directamente al Cristo de las Almas, al que pidió con convicción "ser como uno de tus Javieres, que cada día acuden a rezarte a tu capilla", puesto que sólo así tendrían sentido las palabras de su exaltación, ya que "mi alma es tuya ya por siempre", preguntándose reiteradamente "¿Cuántas Almas, mi Señor, / cuántas Almas has salvado?", esperando que Cristo abra sus brazos "para encontrar esa gloria / de Cristo Resucitado". Y Mario Daza se quedó en sus versos, para siempre, en el sueño de un Martes Santo, como ese niño que fue siempre del barrio de la Feria, hilvanando en un romance final ese gozo que son las ocho cofradías del tercer día de la Semana Santa, porque "Tres golpes y un llamador / nos lleva hasta esa gloria / llamada Semana Santa". Y con ese llamador marcó el "ahí queó" de su exaltación.

Entre los asistentes destacaron las representaciones de las hermandades del Dulce Nombre, San Benito, la Candelaria, el Cerro, los Estudiantes y San Esteban como corporaciones del propio Martes Santo, asistiendo igualmente su delegado en el Consejo, Juan José Morillas, presidiendo el acto el párroco y director espiritual de los Javieres, Pedro Juan de Dios Álvarez Barrera, el hermano mayor de la corporación anfitriona, José Antonio Oliert, y el presidente de la Fundación Cruzcampo, Julio Cuesta Domínguez, que hizo las veces de presentador del exaltador al haber sido el del pasado año. Tampoco quiso faltar la antigua hermana mayor, Maruja Vilches, más recuperada de la enfermedad que ha padecido en los últimos meses. La banda de música de Julián Cerdán interpretó las marchas "Madre de los Javieres" de Rubén Jordán, "Pasan los campanilleros" de López Farfán y elegida por el propio exaltador, y "Cristo de las Almas" de Ignacio Otero.

Fotos: Fco Javier Montiel y Juan Manuel Labrador










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