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José Ignacio del Rey nos mostró su particular visión de la Semana Santa en el Pregón


Daniel García Acevedo. El Teatro Maestranza acogió ayer, Domingo de Pasión, una nueva edición del Pregón de la Semana Santa esta vez a cargo del cofrade José Ignacio del Rey Tirado.

En una pieza de una duración de una hora y cuarenta y un minutos, en la que fue interrumpido 17 veces por los aplausos, del Rey Tirado nos ofreció un pregón en el que el hilo argumental fue la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, empezando por la entrada en Jerusalén y terminando con la Resurrección. Tuvo momentos de encuentro íntimo con el Señor y de vivencias personales y otras de carácter más desenfadado, en las que el público del Maestranza no pudo aguantar la risa.

Comenzó José Ignacio con una pieza en la que nos preguntaba ¿A quien buscáis?, que terminaba con esta poesía:

"Vamos, Sevilla, que viene,

vamos, Sevilla, sal fuera;

que vas a ver a Dios mismo

caminando en la marea

de cabezas y fervores:

quiere llamar a tu puerta,

quiere quedarse en tu casa,

que es a ti al que se encuentra.

Sal a buscarlo, cofrade

que Dios mismo se te entrega,

para que así con su muerte

tu salvación sea completa;

y al fin, en tu corazón,

en tu vida y en tu espera,

florezca como en Sevilla

una nueva primavera."

Nos ofreció el pregonero una pincelada sacramental con el siguiente texto:

“El paso se detiene y, al posar los zancos en tierra, se queja crujiendo, como cruje el pan al partirse en nuestras Eucaristías. Haciéndonos uno con Cristo, rezando, como me enseñó mi padre, que, tras recibir la comunión, renunciando a su rato de intimidad con el Señor, me enseñaba a hablar con Dios mismo. Mi padre como cofradía sacramental. Sacramento que nos suena a Sagrario, Magdalena, San Gil, San Ildefonso, San Pedro, Divino Redentor o Corpus Christi. Y Sacramento como cualidad de nuestras cofradías, cirio rojo y penitencia.”

Al hilo de lo anterior, preciosa la adaptación cofrade de las Aspiraciones de San Ignacio de Loyola:

"Alma desamparada y abandonada de Cristo, santifícame.

Cuerpo de Cristo, Varón de Dolores sálvame.

Cristo de la Sangre, embriágame.

Aguas del costado expirante de Cristo, lavadme.

Señor de Pasión, confórtame.

¡Oh, buen Jesús Nazareno!, óyeme.

Dentro de tus cinco llagas, escóndeme.

No permitas que me aparte de Tus Misericordias.

Del enemigo que te alancea, defiéndeme.

En la hora de mi Buena Muerte, llámame.

Y con tus siete palabras mándame ir a Ti

para que con tus santos te alabe

por los siglos de los siglos. Amén."

El pregonero no pasó por alto a las hermandades de Vísperas, de hecho es de los que más tiempo le han dedicado, con un pasaje que comenzaba como sigue:

“Todo ha comenzado ya. Y la urbe no quiere creerlo, y le sigue llamando víspera. Con lo que disfrutamos la vigilia de la fiesta, curiosamente usamos ese mismo término, víspera, con otras connotaciones. Y aquí el término víspera no encaja con la verdad. No hay hermandades de vísperas, son hermandades de realidad. En la ciudad en la que unos pocos soñaron con facer una catedral tan grande que nos tomen por locos, no queremos ver que la catedral se extiende más allá de sus límites. ¿Son solo vísperas las realidades que día a día se muestran en todos los rincones de Sevilla?  La mano de las cofradías llega con ellas a donde nunca soñaron y siempre están obligadas. Realidad de parroquias nuevas que expresan la fe en forma de hermandades y cofradías. Porque no todo es el centro. En Torreblanca hay manos cofrades abiertas y acogedoras, o la Cáritas de La Corona, que no solo abraza la cruz Jesús Nazareno, sino en ella al desfavorecido. La asistencia en la Milagrosa y en Padre Pío, Salud, Clemencia y Divina Gracia; o el comedor de Bellavista, donde el Dulce Nombre de María es el mejor postre y le sabe mejor al barrio habiendo comido antes. La apuesta asistencial de Pino Montano, sembrando Amor. Triana con el banco de alimentos; o Alcosa, Divino Perdón con su caridad. Y en San José Obrero, donde son Caridad para los niños y remedio de dolores para los ancianos, ancianos que reciben también Amparo en la Misión.

Y todos juntos, desde la Esperanza, llevando ilusión a niños enfermos del hospital. Dicen que están lejos del centro, que no llegan a la catedral, cuando son ellos los que llevan la catedral a cuestas y meten triunfantes a sus barrios en la Semana Santa, con lo que tienen, con la verdad de la fe nueva. Dicen que están lejos del centro, cuando realmente lo que tienen muy claro es cuál es el centro.”

Uno de los momentos desenfadados que nos deleitó José Ignacio del Rey fue este, que no deja lugar a dudas de que cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia:

“Aunque a veces decir que no es hasta conveniente. Cierto día un buen amigo recibió una llamada de su hermandad. Él frecuentaba los cultos, pero nunca había pertenecido a la junta. El hermano mayor le comunica que ha habido una baja y que quiere contar con él. El hermano, desprevenido, mirando a su mujer en el sofá, se teme lo peor e inventa una excusa. “Es que los niños son pequeños, no tengo tiempo…” a lo que el hermano mayor le responde con una frase incontestable: “No te preocupes, que esto no te va a llevar tiempo alguno. Es muy sencillo, estos son dos ratos a la semana, no tiene mayor complicación”. El incauto acepta y le lanza como escudo protector a su mujer la frase que le ha dicho el hermano mayor: no me va a ocupar apenas tiempo. Luego nuestro amigo se ve sumido en la vorágine de triduos, quinarios, septenarios, besamanos, besapiés, conferencias, papeletas, montajes y desmontajes, ensobrado de boletines y cartas, tómbolas, rifas, convivencias, viacrucis, rosarios de la aurora… Total dos tardes… Dos tardes es lo que termina yendo a su casa. Hay veces que decir que no tiene su valor. Esta ciudad le debe un monumento a esa mente privilegiada que inventó frases del tenor: “esto son solo dos tardes” “voy a la hermandad un momentito y ahora vuelvo”, “esta cofradía se ve en un momento”, “¡Eh! oiga, no se ponga usted ahí, que estamos aquí desde las cuatro”, y esas impagables que ya tienen ustedes preparadas: “ha sido un pregón muy sevillano y un pregón para leer”.”

El pregonero dejó claro su Fe en y sus sentimientos en varios momentos del pregón, del que destacamos este “aviso a navegantes”:

“Porque ante nuestras negaciones nos salva la fe, que nos sostiene, aunque caigamos. Y es que “cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa”. Ni tan santos, ni tan pecadores. Es la fiesta de la ciudad. Tenemos derecho a vivirla y tenemos las puertas abiertas a todos. Entra y participa, sevillano, y si no lo eres también. Si nos visitas atraído por nuestra belleza, aquí estamos. Si la quieres vivir como algo cultural, adelante. Si la ves como manifestación antropológica, bienvenido. Pero respeta mi Fe. Porque para mí, es Fe. Ni siquiera pretendo que lo entiendas, solo que lo respetes. Si la quieres vivir como espacio de encuentro y distracción, pasa, pero respeta mis formas y maneras. Disfruta de la fiesta, hermano, pasa, pero no pidas que renuncie a mis porqués. Porque yo creo, yo salgo. Sin mi Fe, no saldría, tenlo por seguro. Disfruta de la hermosura, del corazón de la fiesta, pero no comprometas su esencia.”

Otro de los momentos para reflexionar, por la historia que nos contó, fue el que comenzó con la pregunta:

“¿Qué es la verdad?

La verdad está en nuestro corazón, cada uno la sabe. Por eso nuestra Semana Santa no puede explicarse con palabras. Muchos están dispuestos a hacer lo que sea con tal de formar parte de ella. Costaleros que hacen kilómetros en coche o incluso avión para llegar a ensayos; interminables horas que emplean nuestras bandas, con frío y agua, calentándonos el corazón cuando pasamos junto a ellos; o como esa locura que tú hiciste, tú lo sabes, por llegar, por estar. Es devoción y fe. Como la de aquel hombre. Permíteme que me reserve su nombre.

Era de San Benito. Mayordomo en los primeros años cincuenta. Por su trabajo fue a Madrid un Viernes de Dolores. La gestión se le complica y tiene que permanecer en la capital hasta el lunes. Cuando termina, intenta coger un tren que le devuelva a Sevilla a tiempo para llegar el Martes Santo. Las comunicaciones eran escasas en aquella época. No hay billetes en el expreso de Andalucía. No hay otro medio de transporte posible. Se desespera. Contacta con un amigo suyo, comisario de policía, por si conoce alguna forma de volver. La había: ir en el vagón de los presos que van camino del penal del Puerto. Pero ha de ir como un preso más: esposado y bajo la custodia de la Guardia Civil. En Sevilla lo reclamaría otro comisario y le daría la libertad. Así fue. Aquel hombre subió esposado, cruzó la noche cautivo en aquel tren camino de la Calzada, rezando porque por la mañana alguien estuviera en la estación para reclamarlo. Como un preso viaja con tal de llegar a tiempo a acompañar a su Cristo, al que tantas veces rezó cautivo. A la mañana siguiente, el comisario estaba en la estación. Ante la curiosidad de los presentes, el preso bajó del tren, le quitaron las esposas, y cruzó con el comisario a tomar café al bar de la estación. Cuentan que el comisario pagó ese café. Esa es la verdad, esa es nuestra verdad.”

Al ordenar el pregón según la pasión del Señor, el pasaje dedicado a la Macarena llegó antes de la mitad del mismo. Durante el recitado de esta pieza que compartimos, sonó de fondo el pasodoble “Suspiros de España” interpretado por la Sinfónica Municipal de Sevilla:

“Y Ella. Se entra a verla por un arco. Cernuda dijo: “Para un andaluz, la felicidad aguarda siempre tras un arco”; pues para el sevillano es la Esperanza la que habita tras el arco.

No me hace falta mirarte, pues te conozco de memoria. Te vivo y te añoro, te recuerdo y te sueño. Te veo en tu camarín o cuando bajas a recibir la devoción de los tuyos, en tu paso o en tu casa un día cualquiera de verano. Conozco tu mirada, tu boca entreabierta, tu ceño casi fruncido, tus finas cejas, y tus cinco lágrimas, que al caer sobre tu pecho florecen en otras tantas esmeraldas verdes.

Te recuerdo como aquel día, milagro de ensueño. Era ya al mediodía. Los rayos del sol te arropaban como no queriendo dejarte. Llegabas a la embocadura de la Plaza de España y cruzando la ría, empezaron a sonar sus notas. Nuestros recuerdos dieron un vuelco. Tus manos sostenían unas flores blancas, y salías majestuosa, bella, excelsa y reina. Eras la definición del compás y la elegancia, y un pellizco a nuestro corazón peregrino.

Música compuesta sobre el mármol frío de un café, que es capaz de calentar nuestras almas. Música que ha acompañado tantos recuerdos, soledades y nostalgias, siempre, siempre todas sembradas de Esperanza. Música de nombre dulce, como el recuerdo de la Esperanza, música con sonidos de Estrellita Castro o Concha Piquer, música que nos habla de los que te quieren y de los que te perdieron, de los que fueron, son y están. Música del alejado, del que te añora en la distancia, música del que te tiene en su cabecera como único consuelo, música del que te lleva en el corazón porque no puede verte a diario. Música del emigrante, del enfermo, del que ya no espera nada de la vida, y del que cuenta las horas para volver a ver tu cara. Música del que suspira por ti, Macarena.”

Un largo verso para la Señora de San Gil, que remató de la siguiente forma:

“Cuando hablo de Esperanza

mi alma de ti se acuerda:

Esperanza de mi vida,

que en ti se colma y se llena,

Esperanza de mi gente,

Fe de mi familia entera,

Esperanza de mi ser,

sostén hasta que me muera;

Esperanza de mis padres,

Esperanza siempre nueva:

la de mi abuela Esperanza,

la de mis hijos, la nuestra.

No nos dejes de tu mano,

Esperanza Macarena.”

El pregonero, como hemano y nazareno del Silencio, quiso involucrarse en la problemática de la Madrugá, haciendo un valiente alegato para que no nos arrebaten la noche más hermosa de nuestra ciudad, con este precioso pasaje:

“¿qué hacemos con la madrugada?

Permíteme que me dirija a ti. No te conozco, pero sé que me escuchas. Te llamas como mi hija mayor, Macarena. Sé que el año pasado, junto a tu madre, ese mar de tranquilidad que acompaña tu vida, estrenabais ilusiones y túnica delante de tu Esperanza. No pudisteis acabar. Las lágrimas, tras la estampida, os llevaron de camino a casa antes de lo previsto. Sin ganas de nada, desencantadas y asustadas, con vuestra ilusión truncada por una avalancha que nadie sabe de dónde vino, ni a dónde fue. Pero sí sabemos que se llevó muchas cosas nuestras. Te habían contado la belleza de esa noche, la alegría de los capirotes verdes apuntando al cielo sus oraciones. De vivir la noche más hermosa que pueda imaginarse. Toda esa promesa desapareció de golpe. Aún te dura el desencanto, y me cuenta tu madre que no quieres volver a salir. Por eso, te pido ahora que le des una nueva oportunidad a tu corazón. Alzo ahora mi voz, por ti y por tantos como tú que aún tienen dudas.

Por eso me permito tomar la palabra y a modo de Bando, con la venia del Sr. Alcalde, llamar a todos los sevillanos. Con esa llamada de los capataces viejos, usando las palabras exactas para llamar al corazón.

¡Sevillanos! La madrugá está en peligro. Salid a defender un tesoro que es de todos y no pertenece a nadie, sino a aquellos que tomarán nuestro cirio una vez que faltemos. Salgamos a las calles y acompañemos a nuestras devociones, precisamente ahora.

Vivimos en el mismo mundo donde hermanos nuestros, por llamarse nazarenos, son perseguidos y ofrecen su vida con fe inquebrantable. ¿Nos vamos a quedar nosotros en casa por miedo o prudencia?

Esta es una fiesta grande, fiesta de Fe y compromiso. Superamos la peste, la fiebre amarilla y la invasión francesa. Prevalecimos ante el anticlericalismo y la desaparición de hermandades. Vinieron guerras, persecuciones, crisis de todo tipo, y ahí nos mantenemos portando el estandarte de la fe de esta ciudad. Unas carreras y la mala educación no nos pueden derrotar. ¿Nuestras armas? La fe y la devoción, filas pobladas de nazarenos y cirios bien arriba. No esperemos a que nadie lo haga por nosotros. Recuperemos la reverencia sagrada que requieren las que son imágenes de Dios mismo visitando nuestras calles; y a Dios no se le puede recibir bebiendo y comiendo y faltando al respeto y a la sana convivencia de todos. Exijamos como ciudadanos seguridad y tener la fiesta en paz, pero no nos retiremos y dejemos el espacio a quien no quiere vernos por las calles, por los motivos que sean.

Sevillano, no desertes, Dios te llama a tomar el cirio, o la cruz o la insignia y seguir en pos de Él ¿en esta noche decisiva le vas a dejar solo? No dejes tu hueco vacío. El Señor va a volver a entregarse en noche de antorchas, cruces y vilezas.

Sevillanos, cofrades, Tomad las calles y la fiesta en vuestras manos, sed dueños de vuestro destino y de vuestros miedos. ¡Sevillano, toma las calles, que el Señor sale a buscarte, y has de encontrarte con Él!”

Sobre la propia madrugada, dedicó una bella poesía, en la que José Ignacio nos dijo que el nombre de sus hijas sale de esta noche (se llaman Macarena y María de la Concepción) terminándolo de esta forma:

“Cofrade, sal a la calle

a curarte tus heridas,

que sale el Señor a verte

en una noche distinta.

Cofrade, sal a la calle

con fervor y valentía.

Porque esta noche es la noche,

la noche definitiva,

en la que verás a Dios

por las calles de Sevilla.”

El pregonero también hizo un guiño a la juventud cofrade con este párrafo:

“Plata trabajada por manos jóvenes, en largas tardes de priostía y hermandad. Ángeles jóvenes de la guarda de sus hermandades, da igual sus nombres, que dan lo mejor de sí para que todo luzca esplendoroso. Me acuerdo de los míos, en mis años eran David, Pablo, Inma, Juanma, Miguel, Álvaro o Juan, entre muchos, pero están en todas. Ahora son Félix, Eduardos, Manueles, Curros, Juanes, Migueles, Antonios, Ignacios, Cristinas, Victorias, Mari Paz, Gonzalos, Fedes, cada uno en su hermandad conoce sus nombres y su perseverancia. No son el futuro, son una realidad. Honor a los jóvenes de Sevilla y a su labor todos los días del año por nuestras hermandades.”

Al Señor del Gran Poder le dedicó una larga poesía, que terminaba de esta manera:

“ Todos te buscan, Señor,

todos tienen sus porqués.

Recuerdo ver una estampa

─blanco y negro y de papel─

una foto del Señor

y una confesión de Fe

de la mano de mi madre

que me hace estremecer

cuando leo en el reverso

“Tu nombre es el Gran Poder,

nunca te podré olvidar

y ya sabes el porqué”.”

Este cofrade de los Estudiantes, no podía dejar pasar la oportunidad de hablar del Martes Santo y la nueva disposición del día:

“Cuando todo está cumplido, Cristo encomienda su espíritu por Santa Cruz mientras las tinieblas van imponiéndose. Misericordias de Martes Santo, que se sale de la cruz en un último esfuerzo. Y a sus pies, en eterna guardia, esos ciento once nazarenos que en 1905 fundaron un día, iniciando un camino por el que ahora andan miles, pues es el día de la Fe. Fe de un barrio volcado en socorrer los Dolores de la Madre que camina sin importar la distancia, pues no hay desamparo ni abandono bajo su palio, y sí humildad y trabajo. Fe de almas entregadas a su Cristo en calle Feria, y la Gracia y Amparo de una parroquia con sabor de siglos. Río celeste de calle Águilas, o protestación universitaria de cruces tras el crucificado. O la fe hecha revolución de un barrio, marejada de la Calzada; la iluminación en la noche oscura de la Salud de San Nicolás y Candelaria que da sentido a todo, o la fe ante los reveses de la vida en San Lorenzo, donde al final solo nos queda el regusto de su Dulce Nombre. Martes Santo, cofradías audaces, que viven el hoy, actualizando el mensaje. Porque lo mires como lo mires, al derecho o al revés, yo creo en el Martes Santo, en el día de la Fe.”

La parte más extensa fue la dedicada a la hermandad de los Estudiantes y a sus titulares, el Cristo de la Buena Muerte y la Virgen de la Angustia, la cual terminó con los siguientes versos:

“Yo soy de los Estudiantes.

Pues no hay herencia mejor

que recibir, que dejarles

a los hijos, que la fe,

la devoción de los martes,

la confianza en el Cristo

que enseña en las facultades

el amor a nuestra Virgen

universitaria y madre;

y el contar con los hermanos

de la hermandad más radiante,

los que brillan con la luz

y proclaman las verdades

que hasta la Fama pregona

por las aulas y las clases.

Toda la Universidad

ve levantar su estandarte.

Son cofrades sin complejos

y resumen en dos frases: 

Soy cristiano y soy creyente.

Yo soy de los Estudiantes.”

Como hemos dicho, el pregón terminó con la parte dedicada a la Resurrección del Señor, cuando lo habitual es que cada pregonero termine con la dedicada a su hermandad o devoción particular. José Ignacio del Rey lo hizo de esta forma:

“Cofrades de Sevilla ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? ¿Por qué nos afanamos en conservarlo como flor muerta cuando vive ya eternamente? Buscad la vida, buscadlo a Él que en gloria está por las calles de Sevilla. He visto un cielo nuevo y una tierra nueva y el mal no existe ya. Vi la Ciudad Santa, una nueva Sevilla, que bajaba del cielo, junto a Dios, engalanada como una novia. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte, ni habrá llanto, ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado….

Se congregará nuestra ciudad santa, con los santos de colores, con blancas vestiduras. Y te encontrarás con aquellos que ahora estás recordando. Los que añoramos y esperamos, con todos los que se fueron, pero no se fueron nunca, pues viven en nuestra memoria, en este Prado eterno. No habrá dolor, ni sufrimiento, ni angustia, ni siquiera la universitaria que a la puerta de su capilla nos espera y nos apremia: que entremos todos a verlo, que se ha producido el milagro, que miremos a su Hijo, que por fin cumplió su promesa, tantos años esperada. Porque la gloria ha llegado y mi Cristo está despierto, como siempre hemos soñado, vivo y nuestro para siempre. Allí estaremos para verlo, para contemplar su sonrisa, y oírle pronunciar nuestro nombre, pues a todos nos llama, pues a todos nos conoce. Por fin podremos verlo, liberado de su cruz, de tormentos y de penas, libre, glorioso y cercano; y pasaremos la gloria mirándolo cara cara, disfrutando su semblante, su dulzura, su mirada… entregados eternamente, felices tras conocer, tras al fin poder saber, de qué color son los ojos del Cristo de la Buena Muerte. He dicho.”

El Delegado de Fiestas Mayores, Juan Carlos Cabrera Valera, en la presentación al pregonero, nombro a sus hijas para manifestarse en contra de la violencia machista:

“Rosario, Carla... Mirad por la ventana, que Sevilla está lista; Escuchad atentamente, hijas mías. Larga ha sido la espera hasta llegar aquí. Pero sólo nosotros, los sevillanos, sabemos como nadie aguardar pacientes durante todo un año….

Una ciudad que es mujer, como vosotras, y por eso lucha permanentemente por hacerse valer. Y cuando haya igualdad de oportunidades… entonces ESA -hijas mías- sí será la Sevilla perfecta. Perdonen mi insistencia, pero no puedo dejar de pedir otra año más, que la luz que brilla en la candelería de un paso de palio sea también por aquellas madres, esposas e hijos que sufren el maltrato y son víctimas de esa violencia machista que tiene que erradicarse totalmente.”

Como no podía ser menos, Cabrera utilizó la disertación para volver a recordar la importancia de la seguridad en la próxima Semana Santa:

“Y desde aquí hago público mi compromiso de que mientras me queden fuerzas, este delegado de Fiestas Mayores se empleará a fondo para que sigamos viviendo nuestra Semana Santa como nos la enseñaron nuestros padres, como a ellos se la transmitieron nuestros abuelos y como yo quiero enseñársela a mis hijas. Y a vivirla en paz, sin sobresaltos, sin preocupación, sin que nadie nos quiera hurtar nuestros valores, nuestra Fe ni nuestra Esperanza.

Soy consciente de que a veces las decisiones de seguridad que adoptamos no son bien entendidas. Pero les aseguro que no se toman por capricho ni de forma gratuita, sino siempre cuidando la esencia de la Semana Santa. Lo hacemos movidos por el amor que le tenemos a las hermandades, a su Fiesta Mayor y a este pueblo único que se llama Sevilla.”

También tuvo un mensaje para el Consejo de Cofradías:

“Debemos esforzarnos por preservar la esencia de nuestra Semana Santa, por trabajar para que lo sustancial y lo general caminen de la mano. Que los acuerdos que se vayan a adoptar en el Consejo de Cofradías vayan en beneficio de todos. Por ello, desde aquí les deseo mucha suerte ante las decisiones que tomen de cara a 2019.”

La Banda sinfónica municipal de Sevilla, dirigida por Fco. Javier Gutiérrez Juan, interpretó las marchas “Virgen de los Estudiantes” y “Amarguras” junto con los himnos de España y Andalucía.

Galería del antes y después del Pregón

Fotos: Miguel Ángel Osuna Abril.










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