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Analisis: El vicario no refuerza la posición del Consejo ni avala al Resucitado. Carlos Navarro Antolín. Diario de Sevilla


Un comunicado escueto, ambiguo y que no puede satisfacer del todo a ninguna de las partes implicadas por mucho que se quieran forzar interpretaciones favorables. El Arzobispado reconoce que ha autorizado a la Hermandad de la Resurrección a entrar en la Catedral a las dos de la Madrugada, pero niega que su permiso haya ido más allá. En ningún momento admite que a partir de ahora sea el Consejo de Cofradías el organismo con potestad para tomar decisiones, por lo que no se refuerza la posición del organismo de representación de hermandades, una institución que celebra su cincuentenario sin que se haya cerrado el debate sobre su supuesta capacidad ejecutiva, puesta en tela de juicio cada vez que una hermandad llama directamente a las puertas del Arzobispado para resolver alguna cuestión y, para escozor del Consejo, obtiene una respuesta en tiempo y forma.

Respecto al equívoco comunicado emitido ayer por el Arzobispado, difícilmente se explica que una cofradía con sede canónica en la calle San Luis se plante en el templo metropolitano a las dos de la madrugada –con una velocidad de paso apropiada para un cortejo– si no es saliendo de su templo alrededor de cuatro o cinco horas antes. Es decir, poniendo la cruz de guía en la calle en la tarde del Sábado Santo. Difícilmente se entiende que el vicario general de la Diócesis, Francisco Ortiz Gómez –que ha sido párroco de San Vicente, director espiritual de dos hermandades y que es plenamente consciente del peso de las cofradías en la ciudad– no haya calibrado ese "verdadero alcance" de una autorización que tanto ha inquietado y seguro que seguirá preocupando al Consejo de Cofradías en el futuro. Difícilmente se puede obviar que este sacerdote, que hace las veces de número dos de la Diócesis y que figura en las quinielas de próximas hornadas episcopales, no fuera consciente del eco que iba a tener y ha terminado teniendo una autorización firmada el mismo Miércoles de Ceniza, cuando los asuntos cofradieros entran en horario de máxima audiencia. Y difícilmente se puede creer que el Cabildo Catedral funcione mecánicamente a la hora de responder a una consulta sin pensar previamente en quién la plantea (una hermandad que lleva más de 25 años luchando públicamente por un mismo objetivo) con qué intención verdadera (salir en la tarde del Sábado Santo) y a quién puede molestar un pronunciamiento afirmativo (a un organismo con poderes cuestionados o reducido maliciosamente a la función de colocar sillas en la carrera oficial y a hacer caja para el posterior reparto de subvenciones).

La bautizada como Nota aclaratoria sobre la autorización a la Hermandad de la Resurrección, remitida en la tarde de ayer por un anónimo portavoz de la Archidiócesis, podrá tener todos los valores que se le quieran dar menos el aclaratorio. El Arzobispado trata ahora con este comunicado de restringir el alcance de su autorización. Admite que está dispuesto a que la cofradía entre en la Catedral a las dos de la Madrugada (con todo el equipo de vigilancia y de otros servicios que deben ser activados), pero dice que no ha autorizado nada más. Si se piensa fríamente tan unos minutos, todo un absurdo.

La respuesta o el intento de "aclaración" del Arzobispado se queda corto en función del nivel de crispación alcanzado en la tarde del lunes por los altos representantes del Consejo. Una tensión absolutamente sin precedentes, ni siquiera apreciada tras los sucesos de la Madrugada de 2000. Las acusaciones del presidente del Consejo sobre los "engaños", la "falta de ética" y la actuación "unilateral" del hermano mayor de la Resurrección se quedan sin un refrendo por parte de la autoridad eclesiástica. Es verdad que la Resurrección ha obtenido una autorización expresa aunque de carácter parcial a sus pretensiones, pero no es menos cierto que el Consejo no ha obtenido siquiera una mención en la ambigua y equívoca reacción del Arzobispado. El Consejo sale herido de la crisis, quizás por haber pospuesto demasiado la solución a un problema latente durante muchos años; quizás por creerse con capacidad para marcar los tiempos, cuando quien los marca reside en la Plaza Virgen de los Reyes; quizás por infravalorar a un hermano mayor de demostrada habilidad; o quizás por guiarse en demasía por las opiniones de desprecio que con mucha frecuencia se vierten en tertulias y conciliábulos sobre una cofradía atada a la polémica desde sus orígenes.

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