Arte Sacro
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«Donde está tu tesoro, allí está tu corazón». SKARBTWOJ, TAM I SERCE TWOIE. sw. Mateusz VI.21


Mariano López Montes. Este epitafio, rinde homenaje a un genio de la música Frédéric Chopin, que en el momento final de su vida cuando la tuberculosis le llevaba a la muerte, allá por el 1848 y en plena juventud, quiso ponderar el amor y sentimiento, que habitaban dentro del corazón, hacia la tierra que lo vio nacer, y aunque su cuerpo reposaría para siempre en el cementerio de Pere-Lachaise de París, encargo a su hermana que su corazón reposara para siempre en su Polonia natal (Basílica de la Santa Cruz de Varsovia).

Este otoño visitando la capital polaca y contemplando la lapida del genial músico, vino a mi memoria la estrecha relación que su obra creativa tiene para nuestra cofradía, por un lado por el repertorio musical, su Marcha Fúnebre (sonata para piano nº2, op, 35 .1837), la cual, parece haber sido compuesta por el autor para que nuestro misterio sea llevado de manera parsimoniosa solemne, firme en el andar pero sin prisa, interpretada a la sevillana manera sobre los pies de sus costaleros.

El valor del corazón como tesoro, y santuario donde se veneran los sentimientos, excede las explicaciones fisiológicas o anatómicas, que explica y pondera la propia medicina, como una pieza más del engranaje de nuestro organismo. El corazón para Chopin y para otras visiones se comporta como “símbolo de los sentimientos”, es el primer órgano que al funcionar nos da la vida y el que cuando se para, nos saca de ella”. Se le identifica corrientemente dentro de la cultura popular con la bondad o la maldad, no olvidemos frases tan al uso, como; “Tiene un corazón de oro, de piedra, de hielo, hay corazones grandes, bondadosos, o mezquinos”. Corazones, en resumen, que encarnan  lo peor del ser humano.

El corazón, como símbolo de amor y dolor de cualquier hermandad servita, y que nos identifica en el antifaz cada Sábado Santo, según la profecía de San Simeón “Y a ti una espada te traspasará el alma”- Presentación de Jesús en el templo  (Lucas 2,35). Dolor amor sentimiento y muerte, la muerte del justo y el dolor de su madre transformada por el arte de Montes de Oca (siglo XVIII) en la expresión de la belleza. La belleza como identificación de la bondad y de la verdad, que enfatizaba la filosofía platónica.

El amor, la muerte y la belleza como visión ideática del Romanticismo (Chopin). El romántico ama el amor por el amor mismo, y este le precipita a la muerte, descubriendo en ella un principio de la vida, la muerte de amor es vida, y la vida sin amor es muerte. La estética de nuestra cofradía huye de toda recreación de la tragedia, el dolor y la muerte se vuelven a pasear por Sevilla desde la austeridad propia y el estilo de nuestra cofradía desde una percepción propia de la muerte y su trascendencia, llevamos esa muerte de Cristo y los dolores de Maria, no desde el dramatismo y la austeridad que impregnan las representaciones pasionistas castellanas, sino desde una elegante conjunción de elementos (flores, música, cera, adornos etc.) recreaciones estéticas muy frecuentes en las representaciones pasionistas andaluzas; y en el caso de nuestra cofradía se transmite desde una óptica elegante y huyendo de toda ostentación superflua, que es otro signo de identidad muy afín al pensamiento romántico.

Cada Sábado Santo paseamos el dolor y la muerte con ese estilo que muchos han llamado “muy servita” nuestro corazón es capaz de seguir trasmitiendo a través de una muerte bella y de un dolor sereno, lo más puro de nuestra propia identidad; la muerte está viva y presente como símbolo de la vida y nos recreamos paseando nuestro sentimiento por unas calles en que se nos contempla desde diferente ópticas, la muerte no se oculta o se destierra fuera de nuestro ámbito como ocurre en la actualidad con la minoración u omisión del propio duelo. Para nosotros la muerte se convierte en Providencia y Dolores, y como signos de esperanza la seguimos ritual izando por las calles de esta ciudad a los sones de la marcha que compusiera el genial polaco.

Cada corazón latirá a un ritmo diferente desde el alegre corazón del niño, que se estrena de monaguillo que empezara a vivir estas realidades, hasta el orgulloso corazón de sus padres, desde el fuerte latido del corazón del costalero que con su esfuerzo y oficio sigue creando un arte que es toda una sinfonía, interpretada magistralmente con el instrumento de sus pisadas; o quizás se moverá al ritmo de una tradición que heredada, quizás la devoción o el sentimiento sea la inercia que mueve el corazón de otros hermanos; o tal vez la curiosidad o el gusto de vestir la túnica y sentirse nazareno. Al final todos y cada uno de los que formamos parte del cortejo influidos por diferentes motivaciones conformamos la realidad de nuestra cofradía en la calle, aunque nuestras papeletas de sitio tengan diferentes nomenclaturas, pues en el fondo todos y cada uno de nosotros sabemos que estamos marcando el ritmos cardiacos a base de sístoles y diástoles que dan vida cada año a la muerte, el dolor, la belleza elegante y sentimental que impregna nuestra cofradía por las calle de Sevilla.

Fotos: Mariano López Montes










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