Arte Sacro
  • Noticias de Sevilla en Tiempo de Pascua
  • jueves, 25 de abril de 2024
  • faltan 353 días para el Domingo de Ramos

Y lo clásico atemperado se hizo vanguardia en la pintura de Javier Aguilar


José Fernando Gabardón de la Banda. Las raíces de las artes se esconden en la capacidad creadora de lo humano, se intercala en su propia alma, define la esencia de su propia identidad, apartándose de todo aquello que sea una pura recreación, una mera imitación de lo creado por la naturaleza o por la divinidad. Es en esta fase cuando surge la innovación, el lenguaje renovador, lo que en cada artista sumerge de su alma, de su propia visión de la vida, de lo que le rodea, de sus propias inquietudes. En algunos casos, no en todo, el artista se sublima, rompe y fascina, y es cuando nace el genio. En cada generación artística se va ir delimitando algunos de ellos, que su propia emoción de crear, van generando un lenguaje propio, distinto a todo lo que le rodea, a pesar incluso de haber partido de las concepciones estilísticas propias de su siglo.

Algunos son respetados, otros son rechazados y se le reconoce en la posteridad, incluso ya muertos. Lo que queda claro es que no dejan a nadie indiferente, y es posible que llenen un espacio atemporal en muchos de los creadores coetáneos o posteriores. Su propio lenguaje personal se llega a convertir en un verdadero estilo cuando es reclamado por un gran número de seguidores que lo imitan, convirtiéndose en un verdadero paradigma. Su obra de esta manera reclamada por todos, se considera vanguardia, se delinea con frescor, es la pureza de su obra la que se imita.

Con el paso del tiempo la vanguardia, lo que había sido concebido como ruptura, se va haciendo clásico, como si su lenguaje se hubiera convertido en algo habitual o cotidiano entre los artistas, que aunque le siguen imitando lo han convertido en sí mismo en modelo, incluso en aquellos que no conciben su arte. Y de esta manera se produce un lenguaje articulado entre clásico y vanguardista que como en el modelo conceptual de Hegel de la tesis y la antítesis se va definiendo el lenguaje artístico. De esta manera, lo que en un momento fue vanguardia se convierte en clásico, y lo que se concibe clásico alguna vez fue vanguardia.

Esta visión del arte definida por la crítica artística durante los últimos siglos se ha ido en si misma superando, en la medida en que lo clásico no es sinónimo de estancamiento creador, ni de antiguo, teniendo su contrapposto en la vanguardia. Y es que lo clásico puede seguir siendo vanguardia sin diluirse en el tiempo. El amor por el mundo figurativo, por los objetos de la realidad material, por los escenarios naturales en la que transcurren las sociedades humanas puede llegar a concebirse en la pintura de Antonio López, en la que conjuga las dos concepciones, clasicismo y vanguardia. De ahí que en muchas ocasiones definir a muchos pintores noveles como clásicos de manera peyorativa puede provocar un error, porque al mismo tiempo pueden ser vanguardia a la hora de recrear la tradición de la creatividad humana. Es posible que en la pintura de Javier Aguilar se muestre los componentes en sí mismo, lo clásico y la vanguardia, el amor por lo tradicional y la frescura creadora de su pintura.  

Conocí a Javier Aguilar en uno de esos momentos festivos del año que no te deja indiferente como es una tarde de la Feria de Abril, en una reunión de un grupo de artistas, y me llamó la atención sus dotes por el canto, su frescura de su voz, la manera de expresar los sentimientos del alma que se proyecta desde tu interior. La chispa de la vida, la alegría rebosante de su propia personalidad envuelve a sí mismo el propio arte de crear.

Es uno de esos pintores de porte clásico, concebido en sus propios autorretratos, mostrándose como uno de esos artistas con gusto exquisito del pasado y frescura del presente. Un pintor italianizante, a la manera de los autorretratos de la pintura del Cinquecento, de mirada avispada hacia el espectador, aunque sin perder el sabor de galán español. Su verdadera patria, Puente Genil (Córdoba), donde nació el 3 de noviembre de 1975, ha sido el marco vital de su propia vida, un verdadero intérprete del pueblo cordobés con profundas raíces históricas, que la envuelve de una sensibilidad excepcional.

Lo clásico de su pintura, la herencia que no renuncia en su concepción creativa lo combina con la chispa deslumbrante que le da a la figuración, no de manera aislada, ya que su obra palpita la frescura vital de la propia vida, lo que le hace un artista revelador en el sentido narrativo que le dota a ss composiciones. Al igual que fue denominado por Diego de Sagredo el estilo ornamental del primer Renacimiento de plateresco, su obra se impregna de esa gracialidad del arte de la plata, de la orfebrería en sí misma, resultado de su propia formación, al ser técnico de Orfebrería y Platería artística, de que dejaría muestra en los Talleres de Orfebrería Díaz Roncero de Córdoba y en el de Gradit de Lucena, del que fue proyectista y diseñador, dando como resultado un amplio número de diseños de orfebrería.

En un amplio número de obras quedaría plasmada su inquietud por su la precisión técnica entre la que se encuentras coronas, diademas y proyectos de pasos. La textura del arte de metal artístico, lucido y resplandeciente se torna en lo liso del bordado, del que también ha plasmado un verdadero resalte de su genio, realizando obras para los Talleres de San Eloy de Córdoba, la de Lola Mendoza de Puente o los de Antonio Aguilar, ambos de Puente Genil, arte que se proyecta en la de vestidor, como la Virgen de la Amargura de Puente Genil, o la Cofradía de la Virgen de la Encarnación de la Cofradía del Descendimiento y la del Socorro de la Cofradía de la Vera Cruz, ambas de Montilla (Córdoba).

Su vinculación a Puente Genil es evidente ya que a lo largo de su carrera artística ha dejado un amplio legajo prácticamente hasta nuestros días. Sería ya en el año 2000 con el cartel anunciador del 350 aniversario del Patronazgo de Nuestra Señora de la Concepción, la patrona de su pueblo natal una de sus primeras composiciones dedicado al mundo cultural y religioso de su pueblo. Un año después, en el 2001, ganaría el I Premio en el Concurso del Cartel de Semana Santa de Puente Genil. En el 2003 participaría en la Exposición de jóvenes artistas en la Casa de la Cultura de su localidad, en la que volvería a mostrar una vez más sus dotes. Y ya en el año 2005 realizaría el cartel de la Feria de Puente Genil, al mismo tiempo que mostraba sus dotes de diseñador en el proyecto del templete para Nuestra Señora de la Concepción.

Ya en el 2006 realizaría el cartel del XXV aniversario de la Hermandad del Rocío, una de sus primeras creaciones en el mundo de la cartelería, en la que mostraba su ingenio artístico, a lo que se uniría el diseño de la remodelación de la propia carreta. Su vinculación artística con la Semana Santa de Puente Genil se confirmaría con el proyecto de remodelación de la fachada de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de las Penas y Nuestra Señora de los Ángeles, así como nuevamente mostrando su quehacer artístico en el arte de la cartelería cofrade, ganando el 1º Premio del concurso de carteles de Semana Santa en el 2006, y ser designado cartelista de la Semana Santa en el 2007, designación que se repetiría en el 2010. En el 2011 realizaría el cartel anunciador de la Navidad de Puente Genil, recreando la magia de estas fiestas en la representación en primer plano al Rey Melchor, dando a su vez una buena muestra de retratista, volviendo a repetir este mismo año como cartelista de Semana Santa. Otra de sus grandes creaciones en su pueblo, el retablo cerámico de la Purísima Concepción para el Camposanto, ya en el año 2013, lo marcaría como un gran creador de retablo ceramistas.

Su visión de la pintura va más allá del entorno local, ya que, desde el inicio de su carrera, estaría muy vinculado a Italia, patria de ese clasicismo atemperado que impregna su obra. Lo han calificado en algunos momentos por la propia crítica como un artista manierista, en su participación en la MOSTRA INTERNAZIONALE D´ARTE SACRA de Roma del 2008, bajo el nombre de Venite Adoremus celebrada en la Basílica de Santa María In Montesanto, presentando una representación de la Virgen con el Niño, una verdadera madonna rafaelesca, en la que ya daba muestra de un excepcional pintor impregnado de un clasicismo compositivo, dotando a las sacras figuras de una versatilidad, insertadas en un tapiz de gamas cromáticas que confirmaba ya sus dotes como retratista de niños. Curiosamente sería el único español que había participado en la muestra, en una ciudad clásica como Roma, emulando aquellos becarios de la Academia de la Pintura que se formaron y comenzaran su carrera artística en la Ciudad Eterna.

Un reconocimiento que llegaría a ser nombrado miembro de la Capellanía de los Artistas de Siena en el año 2000 y ya más recientemente, el 28 de junio de 2019, académico de Mérito de la Pontificia Academia Bonifaciana de Roma. La exposición estaría presentada por el Cardenal Francesco Marchisano, que alabaría personalmente su pintura. En el año 2009 realizaría el retrato de Monseñor Mauricio Soldini, Prelado de Honor de Su Santidad el Papa y Miembro del Panteón de los Artistas de Roma. Una vez más el pintor de Puente Genil daría una lección magistral de clasicismo atemperado, y ya en 2018, realizaría otro retrato en la que la impronta de Rafael que había definido el modelo iconográfico de los prelados del Renacimiento, volvía a ser referido al presentar al cardenal sentado, mirando al espectador con unas telas de rojo y blanco propio del ornamento cardenalicio, con el habitual cortinaje teñido de un rojizo intenso desparramado por la tela. Con recuerdo de los retratos eclesiásticos de Alfonso Grosso, Javier Aguilar se revelaba en tierras italianas como uno sus grandes cultivadores, al igual que lo haría posteriormente en Sevilla con el retrato de Monseñor Asenjo. Unos años antes, en el 2001 el joven pintor había realizado algunas pinturas murales para la capilla privada del propio cardenal.

Y es que la pintura mural no ha sido ajena a la producción de Javier Aguilar, un arte que habían dominado los artistas sevillanos de finales del siglo XVII, Lucas Valdés y Domingo Martínez, para los interiores de iglesias y conventos, y que a mediados del siglo XX comenzaría a tener una prestancia en la obra de Rafael Rodríguez Hernández, que había ornamentado el interior de la Basílica de la Macarena, así como la Capilla Sacramental de Bollullos de la Mitación, cuya cúpula restauraría el propio Javier Aguilar en 2013, a la que habría que añadir la pintura decorativa de la Capilla del Sagrario del Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza, Patrona de Mortril, del 2016.  

En Los dos lienzos que realizaría para el camarín de la Hermandad de los Gitanos, volvería a repetir su exquisita sensibilidad a la hora de representar una Anunciación y la duda de Santo Tomás, en la que Cristo es una reproducción del rostro de la imagen titular de la Hermandad, obra de Fernández Andes. Concebido con un sabor clasicista recuerda a las concepciones prerrafelistas, al mismo tiempo que revalorizaba los lienzos de temática religiosa de inspiración clasica que habían quedado en cierta manera desvalorizado.

Es posible que en este momento conociera a una mujer que ha entrado a formar parte de la leyenda de Sevilla, Cayetana de Alba, aquella duquesa que hoy descansa sus restos en la iglesia del Valle de la Hermandad de los Gitanos. El encargo de su retrato lo convirtió sin ninguna duda en uno de los retratistas más considerado de los últimos tiempos. Un icono del mundo social que había sido representado en innumerables ocasiones, especialmente en los últimos años de su vida como la magnífica representación de Antonio Capel. Al igual que los modelos goyescos de su antepasada, Javier Aguilar la retrató de pie, aunque en este caso a medio cuerpo, dejando reflejada toda la peculiar personalidad de la duquesa, vestida con un elegante traje, exaltando su origen aristocrático. Su original peinado de amplio pelaje característico de su personalidad realza la augusta mirada que dirige al espectador, matizado por un esfumato del color que impregna al retrato una fuerza expresiva excepcional. Sin duda alguna se concebiría como uno de los retratos más excepcionales de su larga carrera como retratista.

La magia del retrato irrumpió en su obra, convirtiéndose en un amante del género, llenándoles de vida propia, de sonrisas amplias en la que la alegría de su propia personalidad no lo dejaba indiferente a la hora de recrear los personajes. El retrato infantil comenzaría a convertirse en un verdadero exponente en su pintura, en la que niños que recobran vidas, niños a medio cuerpo, con miradas fijas, niños que sonríen, con una suavidad de pinceladas, de combinaciones de colores, de luz intensa, un verdadero recital de vida de ensueños, de la propia vida. Un niño llamado Antonio, con cofia en la cabeza, del 2009, excelente altar de color y luz que recuerdan aquellas pinturas de retratos infantiles de la pintura holandesa del siglo XVII.

No cabe mejor retrato a la vista que su deliciosa composición del abuelo con su nieta, una simbiosis de alegría que envuelve a ambas figuras. La niña portando un oso de peluche en las piernas de su abuelo, que sonríe introvertidamente, con la resignación de haber llegado a este momento de felicidad de la vida. Y es que Javier Aguilar no se queda atrás los retratos masculinos, entre los que sobresale el de Miguel Quintero, un retrato creado con dibujo a marcados trazos negros, en línea con los maestros contemporáneos de la primera figuración cubista del comienzo del siglo XX, aunque nunca perdiendo su impronta clasicista. La mujer se concibe en parte protagonista de sus composiciones, dotados de una gracia especial, haciendo gala el pintor de una peculiar de saber captar la melodía delicada del alma femenino. 

No cabe duda que Javier Aguilar se ha convertido en uno de los grandes pintores del toreo, dejando constancia en una amplia producción que ha ido incrementando en los últimos años. En una de las famosas tabernas de Córdoba, la Cazuela de la Espartería, en el 2010 dejaría constancia de algunas de sus obras dedicada al arte del toreo en la que Enrique Puerta, Morante o Curro enzarzados en verónicas se convertían en verdaderos protagonistas de su excelente pincel. En unas de sus grandes exposiciones celebrada en diciembre del 2011 en el Museo de Osuna dejaría constancia de un amplio número de retratos de toreros, resaltando a su vez el aspecto más vistoso de la corrida, como es el propio ajuar como puede ser capotes o banderillas, y especialmente la celebrada en la Sala Cultural Matallana de Puente Genil, en la que sobresalió un excepcional retrato de Curro Romero.

Es posible que sea uno de los pintores que mejor han sabido captar la movilidad de la faena de un torero, el momento del embiste del toro, los pases de verónica, la conciencia de la plaza del duelo a muerte entre el animal y el hombre. Composiciones taurinas capaces de arrancar emociones de los espectadores, resaltando su esencia.

Su vinculación a la Semana Santa de Sevilla ha sido sin ninguna duda otro de los capítulos esenciales de su obra. La exposición dedicada a la Macarena en el Salón de Actos de la Hermandad en el año 2011 fue trascendental en su obra cofrade, ya que reunió un conjunto de obras dedicada a su devoción más personal, en la que un conjunto de más de veinte obras supo captar perfectamente el alma de la Virgen, como el retrato de una mujer cualquiera, de ahí la modernidad que le dotaría. De tamaño de grandes proporciones, la Macarena aparece con el manto de Ojeda, recreada en toda su plenitud. De la misma manera el Cristo del Sentencia quedaría reflejado con un matiz renovador en la que la concesión a su estilo personal de luz y color le dotaba de una identidad propia.

Quizás uno de los mejores retratos de la Macarena de los últimos años ha sido la que realizaría ya en el año 2018 la Macarena juanmanuelina que expondría en la Exposición colectiva dedicada a la Hermandad que celebró el Círculo Mercantil, en la que se percibe la evolución que ha ido teniendo el propio pintor en los últimos años. Sería sin ninguna duda en la Exposición individual organizada en el Círculo Mercantil el 21 de diciembre de 2014 cuando presentaría un repertorio excepcional de la representación de la Semana Santa de Sevilla. Una verdadera galería sacra en la que se revelaba ya la fuerza expresiva que dotaba a sus imágenes, como la correspondiente a la imagen del Cachorro, de manera frontal, en la queda marcada la fuerza ascendente del Cristo, el Nazareno de la Esperanza de Triana o el propio Cristo del Gran Poder. Muestra de su talento de gran retratista dejaría una excepcional muestra en el armao de la Macarena, de lado, de sobriedad volumétrica, dotado de un enriquecedor colorido.

La muestra contaría con una escena excepcional, el relato del interior de la salida de la Hermandad de la Macarena, en la que sitúa en primer plano a los nazarenos, de espalda al espectador, mostrando en líneas sinuosas el paso de palio, quizás una mirada de influjo sorollesco. Quizás la obra más excepcional de las mostradas fuera el correspondiente a la Hermandad de la Amargura, mostrando el paso de palio al fondo, presidido por el último tramo de la Hermandad, dotada de una solidez narrativa, propio ya de un pintor que había consolidado su forma de hacer arte, su estilo personal. La plasmación de la Virgen de la Estrella con su excepcional matiz doloroso del rostro, a modo de mascarilla, rodeado de unas tonalidades azuladas lo convierte en otras de sus grandes creaciones.

Quizás sea una de sus últimas creaciones, el cartel correspondiente al XXV aniversario de la Hermandad de Torrreblanca, realizado en el año 2020, una excepcional recreación de lo que conlleva la obra en sí de su carrera artística, sus retratos infantiles, plasmados en el grupo de acólitos que presiden el paso, incensarios y ciriales, resaltando entre ellos, las acolitas que las convierte en un verdadero homenaje al retrato femenino exponente de su obra. Quizás el pintor cordobés ha sabido captar como nadie la esencia de esta Hermandad del Sábado Santo, un clásico ya de la Semana Santa de Sevilla. Y es que en esta obra, como en las de su estilo, el clasicismo atemperado define todo el aroma del buen quehacer creativo, lo convierte en vanguardia.

A mi amigo Javier Aguilar, que proyecta la alegría de vivir con su pintura y su canto.

José Fernando Gabardon de la Banda. Profesor de la Fundación CEU San Pablo Andalucía. Doctor en Historia del Arte. 










Utilizamos cookies para realizar medición de la navegación de los usuarios. Si continuas navegando, consideramos que aceptas su uso.