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¡¡ Indignante para el año 1957 !! .........Algo ñoño para la actualidad… Mariano López Montes


Mariano López Montes. ¿Hasta cuándo? Manifestaba un señor cofrade de aquellos años cincuenta en un artículo publicado en la Revista Macarena de aquel año, lo que significaba de ofensivo y un tanto depravado, esa fea costumbre cada vez más extendida, de que los infantes de aquellos años pidieran cera a los nazarenos, durante aquellos desfiles procesionales o estaciones penitenciales, como matiza.

Y con unos argumentos, para él, férreos. Empieza su cruzada contra aquella plebe de niños y mozalbetes que mendicaban el céreo producto a los sufridos nazarenos, sobre todo en la carrera oficial, pues al parecer este idealista y puntilloso cofrade tenía la condición de estar abonado.

En primer lugar me viene a la memoria que este señor nunca fue niño y desde su más tierna infancia tenía esa pátina modosita, seria, ortodoxa y algo “siesa”, que actualmente algunos llevan tan a gala de denominarse los rancios”.

Aquella bola que crecía año a año, con el botín colorista y multicolor de los cirios de las cofradías, era para aquellos niños de la época el equivalente a aquellos billetes que atesoraba el avaro desconfiado y que escondía en la funda del colchón, y como pensamiento compartido en ambas situaciones “mientras más grande y gorda mejor que mejor”.

Pero aquella bola, tributo de la diversión y a veces el aburrimiento infantil, perdió todo el interés cuando cumplimos años y este trabajo de años ya nos parecería una “ñoñería” y lo más normal es que el día menos pensado en un zafarrancho de limpieza iniciara un viaje sin retorno a la empresa Lipasam.

La verdad es que esta actividad deportiva recaudatoria de jugar con fuego, ha perdido actualmente interés igual que aquellos tradicionales caramelos a veces de segunda mano, pues ya procesionaron en la cabalgata. Hay un grupo que esta tradición es guardada y preservada con la exquisitez requerida, tengo amigos que son selectivos y solo dan algunos caramelos de exquisitos piñones, de café con leche, o aquel adoquín zaragozano, para poner una cierta nota de pedigrí y buen gusto al asunto.

El que me conoce y lo conoce bien, tengo un intimo amigo que tiene fama de cierta racanería y cada vez que asiste a cierto lugar a cumplir con un finado, que no voy a nombrar por una deferencia a los supersticiosos, se trae los caramelos de la finita marca «Grupo Memora», para que el niño los reparta en la jubilosa mañana de la calle Feria, lo que provoca en el receptor de la ilusionante mercancía, un irrefrenable impulso de recuerdo familiar a tan generoso páter y mecenas de aquel niño que sin saberlo y con sabor dulce te recuerda la realidad amarga de esta vida, al igual que aquellos dos tétricos y famosos cuadros de Valdés Leal de La Santa Caridad.

En la actualidad la cera y los caramelos se cotizan en la bolsa nazarena muy a la baja y han subido las estampitas, las medallitas, las pulseritas y nuevos diminutivos que han creado un Marketing Cofradiero, que gracias a la centralidad del mercado, como diría mi otro amigo y maestro Isidoro, cotizan como valores en alza.

El autor en un tercer párrafo afirma: “Hasta cuándo vamos a sufrir esa plaga de niños y niñas que persiguen incansablemente a los nazarenos de cirio, con esta nueva distracción, que por lo visto es el ideal para ellos”. Lo cierto es que con esto del control de natalidad, cada vez hay menos niños y ya eso de la plaga de niños dejó de existir hace años y sus diversiones son más sofisticadas y tecnológicas que la pura cera, sea virgen o esconda alguna impureza o pecadillo.

Define una serie de facetas que considera inadmisibles y que en algunos casos se podrían titular como “gamberradas” que según sus complacientes papás consideran inocentes y propias de la infancia. Definamos las cinco que según el que escribe el texto ocasiona este entretenimiento:

1-El asalto, así sin paliativos al nazareno.

2-El desorden que origina en la cofradía.

3-El gasto mayor de cera (pesadilla de todo Mayordomo).

4-El espectáculo desagradable y la mala impresión del visitante de falta de seriedad de  nuestras cofradías.

5-Entre todas las penitencias que un cofrade puede cumplir, la lucha con estos coleccionistas de cera es la peor.

Más tarde expresa que tiene que poner remedio la autoridad competente y la mejor manera y más efectiva seria la multa, o tocarle el bolsillo a los papás de los niños que tengan esta afición y molesten a los hermanos nazarenos.

Geográficamente identifica dos lugares de máxima incidencia de este delito, uno es la Plaza del Duque donde casi lo justifica, pero no perdona de ninguna de las maneras, que se ejerza esta actividad en la zona de la Carrera Oficial donde creemos que tiene su abono, y nos relata: “La calle Sierpes, donde sería dado esperar que tal suceso no ocurriera, pues el público que presencia las cofradías en ese trayecto del recorrido oficial por su formación, evitaría la continuación de esa tortura, procurando los papás que sus vástagos no molesten a los nazarenos; pues no en la calle Sierpes el asalto se produce con la misma profusión o más intensidad que en la Plaza del Duque”.

Los años han pasado, todo ha crecido y a veces se ha desbordado desde aquellos años cincuenta, y aquella problemática parecería en la actualidad una “ñoñería”, me imagino a este señor echándose las manos a la cabeza, con los cazadores de selfis y fotografías con móviles para compartir con los amigotes, que pensaría de los “toca pasos” o “soba pasos” y de esos cangrejeros, y de las bullas, y los empujones, y de esa carrera no oficial y algo pirata que se forma con las sillitas de los chinos, que mi amigo el de los caramelos de la Marca Memora, llama “Señores Orientales” y desde la pandemia “Señores Chinos”, y del Deporte Sacro, y los modelitos y el protagonismo de sus practicantes actuales, y de esos finos estilistas que apuntan modos para vestir santos como antes se le decía a las solteronas, y de los críticos de altares y besamanos con vocación universal de priostes y de las bandas, y de los horarios y de las vallas y de las botellones y las carreritas sin fines atléticos ni ciclistas, y de la seguridad y del Cecop, y de los parones, y de los figurones que sueñan con que los vean, etc., etc., etc.

Somos hijos del tiempo que nos ha tocado vivir, y el dicho popular de que cualquier tiempo pasado fue mejor, nunca es del todo cierto. Las plagas, como diría este Señor, nacen de la costumbre y se multiplican con el tiempo y la moda, y como bien comprendería el autor del artículo si le hubiera tocado vivir en la actualidad, cada una de estas modas y costumbres son hijas de su tiempo.

Fotos: archivo de Mariano López Montes

 










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