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Grandes aportaciones a la cultura de dos pequeñas hermandades sevillanas. Virginia López


Quizá sea la Santa Misión del Gran Poder la que marca en el calendario la “normalización” de las procesiones. Pero me pregunto qué acontecimiento o cita cultural ha servido para ello. La progresiva normalización ha venido sorpresivamente, casi sin darnos cuenta, camuflándose con todos los sinsabores anteriores y sin haber cesado el número de fallecidos.

De igual modo, sin darnos cuenta, cual azucarillo disuelto en café, la ciudad ha vivido dos importantes citas culturales, que han pasado completamente desapercibidas. Ni por falta de publicidad ni por falta de interés, sino porque las dos hermandades protagonistas no se encuentran entre las “majors”, ni siquiera son conocidas entre el mundo cofradiero. ¿El motivo? La ausencia de una procesión.

Tanto la Hermandad de San Hermenegildo como la Hermandad de Nuestra Señora de la Antigua, ambas de Gloria, pertenecen a esa Sevilla insólita, parafraseada por Francisco Morales Padrón, que no solo se rastrea en callejuelas, monumentos o personajes recónditos. Aunque parezca inconcebible, hay hermandades desconocidas en Sevilla. Hermandades vivas, con sus cultos, bien anunciados aquí en Arte Sacro, no hablo de las extintas siglos atrás.

La Hermandad de Nuestra Señora de la Antigua y San Antonio de Padua ha celebrado este año sus 75 años de existencia con la exposición “En Clausura” y la Hermandad de San Hermenegildo ha celebrado los 400 años de su templo con las Jornadas de Historia Visigótica.

Esos son los hechos. Hablemos ahora de cifras: la Hermandad de la Antigua tiene 105 hermanos y la Hermandad de San Hermenegildo roza los 150.

Y pasemos ahora a glosar las hazañas de estas pequeñísimas corporaciones que con muchísimo esfuerzo y grandes dosis de ilusión y amor al conocimiento, han aportado tanto al panorama cultural de Sevilla.

La Hermandad de la Antigua fue fundada en 1946 por Salvador Benítez de la Paz con el único y venerable propósito de socorrer a los paupérrimos y desamparados conventos de clausura. Hablamos de la época de la posguerra, lo recalco porque en la actualidad sobreviven en similar, cuando no, idénticas circunstancias. Una hermandad tan extraña, desconozco si es la única así en España, en sus orígenes y vivencias de culto interno. Porque todo lo hace en un segundo plano, como una imitatio de la humilitas monacal: sus misas de hermandad, casi de prestado en su sede, la Iglesia del Salvador, su formación con la Lectio Divina y las Siete Alegrías de la Virgen María y sus continuas ayudas materiales a los 34 cenobios femeninos de la provincia, número solo superado por Roma. Realmente resulta extraño que perviva en la actualidad pero ha cogido ímpetu en los últimos años y sus hermanos y hermanas caminan ilusionados proyectando actividades vocacionales para acercar los conventos a las adolescentes y cualquier mujer que sienta la llamada de Cristo en la paz y la entrega a las oraciones por el mundo de los claustros.

Con gran ánimo su actual Junta de Gobierno se propuso celebrar una exposición que mostrara el corazón de los Conventos: la Clausura. Cualquier hermandad luce pletórica su patrimonio, cualquier hermandad puede costear el seguro de exhibir grandes obras de arte. Pero no cualquier hermandad supera sus límites para realizar una exposición insólita que ha permitido acompañar una religiosa desde la emisión de sus votos hasta el encuentro con El Esposo.

Son muchos los conventos sevillanos que acudieron a la petición de su hermandad. Me toca señalar que, extrañamente, no todas las comunidades. El resultado ha sido magnífico. Desde la apertura de su sede del Círculo Mercantil e Industrial, hasta la documentadísima y sentida labor del Comisario, Jesús Romanov, el más idóneo para ello. Y lo suscribe quien conoce y ama bien los conventos. La vitalidad del Hermano Mayor, Manuel García Preciados, se ha multiplicado para que la exposición fuera una realidad viva de nuestros conventos, desbordándose con propuestas paralelas como sendas Mesas Redondas y sendas Conferencias. Habrá además un concierto y desde aquí exhorto a asistir al Pontifical que oficiará el Arzobispo el 28 de noviembre.

No puedo dejar de agradecer y de recordar con deleite las insólitas piezas exhibidas – votaderas, Cristo recogiendo las vestiduras, Virgen Niña  dormida, cazuelas de San Leandro, el tránsito de Sor Francisca Dorotea y un largo etcétera –, la lucidez en las palabras de la agustina Madre Natividad sobre el mundo actual falto de Fe, pero si hasta el cartel es una preciosidad, en manos del joven talentoso Bruno Halcón. Si la Hermandad tiene a bien colocar un retablo cerámico, pues sería el único existente en Sevilla dedicado a la imagen mariana que fue llamada, más allá de su hinterland, la Virgen de Sevilla, desde aquí ruego encarecidamente a Patrimonio que no vuelva a meter la pata como con la negación al azulejo de la Coronación de María Auxiliadora.

En 2016 se cumplieron 400 años de la construcción de la Iglesia de San Hermenegildo, la única que queda consagrada al Santo Rey Mártir, tras el derribado Hospital del Cardenal Cervantes y el exclaustrado Colegio jesuita, además de ser considerada como primer ejemplo de Barroco en la Arquitectura sevillana. Cinco años después la Hermandad ha podido llevar a cabo, con plena brillantez, las Jornadas de Historia Visigóticas a la que yo añadiría un palito romano, porque algo así debería convertirse en cita anual.

Esta Hermandad lleva también unos pocos años de esforzado resurgir. Su firme apuesta por el patrimonio se materializa en la recuperación de la Puerta de Córdoba. Aunque desde aquí agradezco que haya permitido a mi empresa Paseos por Sevilla la realización de visitas desde 2011, siendo pionera en llevarlas a cabo.

Resulta incomprensible que la imagen de San Hermenegildo no forme parte del Corpus Hispalense, habiéndose añadido la de Santa Ángela de la Cruz.

De ahí que esta corporación busque la forma de lograr algún día sacarlo en procesión, aunque su festividad sea tan “semanasantera”. Mientras, ha logrado restaurar la otra talla. La que preside el altar hacia donde mira el fundador, retratado por el joven Velázquez, Cristóbal Suárez de Ribera, es atribuida a Martínez Montañés y la pequeña restaurada, del XVI, presidía el lugar de prisión. La escasez de fondos provoca que cueste adquirir un fanal, por lo que permanece oculta en las dependencias de la hermandad, aunque ha sido colocada en la sala donde se han desarrollado las Jornadas. El ángulo con que ha sido fotografiada para el cartel, es todo un acierto.

Pese a las voces airadas de no comprender la prohibición de celebrarse las Jornadas en el templo – por una vez estoy conforme aunque pudieron celebrarse en la Universidad de Sevilla –, considero que lo recoleto de la sala ha alimentado ese espíritu de afán de conocimiento. Porque no me negarán la rareza del tema, aunque despierte entusiasmo, precisamente por las lagunas de ese período histórico.

La calidad de las ponencias se ha debido a los renombres de los ponentes. La experiencia delectable de escuchar a José Sánchez Herrero ha sido todo un logro, así como el resto de participantes, incluyendo al infatigable y polifacético Teniente de Hermano Mayor Juan Antonio Romero Gómez. Cabe felicitar por la idea y el esfuerzo a la Junta de Gobierno con Juan Antonio Pérez Tarascó, como Hermano Mayor al frente. Entre tantas charlas anodinas sacadas de la Wikipedia, las clases magistrales desplegadas en estas jornadas, me han retrotraído con cariño y nostalgia a la bancada universitaria.

Entono el mea culpa por no haber escrito antes sobre ambos acontecimientos, pero ha sido tal el disfrute, que no puedo dejar de agradecer y felicitar por ello.

Quienes me conocen, sabrán mi vinculación con ambas hermandades, pero quienes lean estás líneas, no piensen que no soy objetiva. Pues precisamente escribo como profesional de la cultura. No puedo negar que el desarrollo de ambas actividades ha sido posible a subvenciones recibidas, a las que soy tan renuente, pero la ausencia de mecenazgos privados, las hace indispensables.

Puedo afirmar, sin ponderación, que el alto nivel de calidad de ambas actividades ha superado cualquier otra de índole cultural a la que he asistido. Con el amor al conocimiento demostrado por estas hermandades, en el sentido más profundo de intelectualidad y religiosidad.

Fotos: Francisco Santiago, Juan Alberto García Acevedo y Fco. Javier Montiel.










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