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El arco de Atocha estaba en Sevilla. Reyes Pro Jiménez


En Sevilla existieron, además de las famosas puertas de su muralla, gran cantidad de arcos y arquillos que hoy han desaparecido al igual que la mayoría de esas puertas. El gusto estético o las “necesidades” urbanísticas, de moda desde el siglo XVIII hasta bien entrado el XX, los hicieron desaparecer. Uno de ellos, quizás el más desconocido, fue el Arco de Atocha, que tomó su nombre de la imagen que lo presidía.

 

El Arco de Atocha de Sevilla, detalle de un dibujo de 1749, AGS

En las Puertas de la Ciudad, y en muchos de estos arcos, se colocaron imágenes de Cristo o la Virgen en hornacinas y capillitas adosadas o interiores, imágenes devocionales en pintura o escultura. Un ejemplo de esto nos ha llegado afortunadamente a nuestros días con el Postigo del Aceite y la capillita de la Pura y Limpia.

Podríamos citar muchos arcos o arquillos (fuera y dentro de Sevilla), aún existentes y otros desaparecidos, que cumplían varias funciones. Conectaban edificios, como por ejemplo el arco que unía la iglesia de Omnium Sanctorum y el Palacio de los Marqueses de la Algaba y que aun existía en el siglo XIX. Otros daban acceso a una zona que se quería aislar o cerrar dentro del perímetro urbano de la Ciudad intramuros, como es el caso del arco o arquillo que nos ocupa: el Arco de Atocha. 

Los Arcos de la Aurora en Murcia, del Planillo de San Andrés en Calahorra y de la calle Fortaleza en Triana (derribado en la década de 1960),
fotos webs y Universidad de Sevilla

El Arco o Arquillo de Atocha fue el acceso principal a la zona conocida como Laguna de la Pajería, o sólo como La Laguna. La laguna propiamente dicha que le daba nombre tenía su origen en un resto de brazo del rio y era periódicamente alimentada por las inundaciones, tan frecuentes en la historia de Sevilla; ocupaba aproximadamente el área de la actual plaza de Molviedro, además de las calles Castelar y parte de Gamazo. En este ámbito se ubicó durante siglos la Mancebía sevillana, denominación que se daba a la zona de los burdeles públicos, que las autoridades de la época querían mantener cerrada y controlada. Por esto existían las tapias y los accesos que vamos a repasar, de los que el principal era el Arco de Atocha.

Desde finales de la Edad Media el puerto y el Arenal sevillanos fueron una populosa zona de transacciones comerciales, fabricación de útiles para el comercio y enseres navales, pero también de encuentros sociales y de juergas, cuando no de peligrosos casos protagonizados por delincuentes, pues existía un gran número de población flotante y desarraigada. En el XVI, cuando la Ciudad alcanzó una importancia mundial y la población se duplicó, superando la cifra de 100.000 habitantes, estos problemas se agravaron: Sevilla vivía en una dualidad en que la que convivían la riqueza y la pobreza, emporio económico y también centro de la picaresca, “amparo de pobres y refugio de desechados” en frase de Cervantes.

 

Vista de Sevilla, A.Brambilla, 1588 en Civitates Orbis Terrarum
(Inst. Geográfico Nacional)

Las Mancebías estaban reguladas en los reinos de la península ibérica desde la Edad Media y existían en todas las ciudades principales. La primera referencia puntual se puede encontrar en las “Partidas” de Alfonso X el Sabio (1265) y las primeras Ordenanzas de Mancebía datan de 1411. En Sevilla existen noticias documentales de la Mancebía desde el siglo XIV (Ordenamiento de Alfonso XI para la ciudad de 1337 y prohibición municipal de instalar mesones en dichas mancebías en 1361) y el XV (en 1416 se construye la primera cerca que delimita la zona). En el año 1553 se promulgan las ordenanzas municipales sobre la mancebía hispalense, que se aplicarán rápidamente a todo el reino, siguiendo vigentes durante años.

Esta reglamentación de las mancebías, por parte de la autoridad real o municipal, tenía como objetivo tanto perseguir un ambiente delictivo de robos o crímenes,  como controlar una actividad que moralmente para la época era un mal necesario que daba rentas y beneficios a muchos propietarios de casas: el ayuntamiento, notables de la ciudad, instituciones asistenciales e incluso  órdenes y corporaciones religiosas. Pues para la Iglesia, que apoyaba tácitamente las medidas de la Monarquía y el Cabildo municipal, la prostitución era una de las faltas menos graves en la escala de los pecados contra el sexto mandamiento e incluso un mal menor. Esto cambiaría a raíz del Concilio de Trento y sobre todo desde que se ordenó el cierre oficial de las mancebías en 1623 lo que unido a la gran riada de 1626 originó el declive de la Mancebía de Sevilla, las prostitutas quedaron en las calles o serían internadas en las “casas de galera”, similares a cárceles de mujeres. Puede incluso que el nombre de la calle Galera derive de ello.

Desde las primeras reglamentaciones que hemos mencionado, se había pretendido recluir la prostitución en zonas delimitadas y separadas físicamente por muros; en muchas ciudades se desplazó a zonas alejadas de los centros urbanos pero esto no fue posible en Sevilla. En el caso de Sevilla el espacio de la Mancebía estuvo en el citado barrio del Arenal, por ser cercano al puerto y a la actividad comercial; y dentro de este barrio ocupó el área de la laguna, ya que era una zona insalubre y poco atractiva para las clases más pudientes y donde habitaban clases populares e incluso marginales.

 

Zona aprox. de la Mancebía sobre un plano actual,
con las entradas secundarias (en azul)
y el Arco de Atocha como la principal (en rojo). Graf.RPJ

La Mancebía se encontraba delimitada por la muralla de la Ciudad y por una tapia interior dentro del perímetro intramuros. Sus límites se marcaban por dicha muralla que discurría por detrás de la calle Santas Patronas en dirección a la calle de la Mar (hoy García de Vinuesa) completándose con una tapia que seguía por la trasera de las casas de la calle Harinas. Hay que tener en cuenta que la calle de la Mar y la Puerta del Arenal no se comunicaban directamente con la Mancebía, ya que el final de la calle Castelar se abriría posteriormente bajo el mandato de Pablo de Olavide, Asistente entre 1767 y 1776 (hoy diríamos Alcalde). La tapia continuaba, sin interrupción  y discurriendo entre las casas, por la calle Harinas hasta el Arco de Atocha, y seguidamente entre las calles Piñones (actual Padre Marchena) y Pajería (hoy Zaragoza). Desde Piñones, dicha tapia seguía por detrás de las calles Rosas (Quirós) y Rosillas (Fray Bartolomé de las Casas), para enlazar con el tramo final de la Pajería hasta la calle del Rey (San Pablo). 

En la citada tapia de delimitación intramuros se abría dicho Arco de Atocha, “situado en la actual esquina con Jimios, bajo cuyo intradós se encontraba la entrada principal del barrio” (Francisco Ollero Lobato); por tanto este Arco, entrada principal a la Mancebía, se situaba en la confluencia de las actuales calle Jimios, Gamazo y Zaragoza, y no en la esquina de las hoy llamadas Mariano de Cavia o Padre Marchena, como erróneamente se ha publicado.

La zona tenía otras entradas secundarias; una de ellas, una puerta o portillo en la antigua calle Boticas (actualmente calle Mariano de Cavia) era conocida como El Golpe, siendo una puerta muy frecuentada por ser la más próxima al Arenal y al Puerto. Esta puerta de “El Golpe” recibía su nombre de un pestillo que se cerraba solo, “al golpe”; allí se situaba un "mozo del golpe" empleado de los “padres” (administradores de la mancebía) encargado de la vigilancia. El nombre “Boticas” no hacía referencia a farmacias, despachos o tiendas de medicinas, sino que era la forma de denominar los reducidos habitáculos unipersonales a modo de vivienda en los que se dividían las casas y donde las prostitutas ejercían su oficio.  Botica según el  Diccionario de Autoridades de 1770 (RAE) es "Antiq. La vivienda o aposento surtido del ajuar preciso para habitarlo".

 

Rótulos de la calle Boticas o Mariano de Cavia, fot.RPJ

Otras dos entradas de la Mancebía estaban en las calles Rosillas y Rosas (actuales Fray Bartolomé de las Casas y Quirós) y Palenque (hoy Doña Guiomar). Todas estas eran las entradas “oficiales”, pues por las traseras de las casas se hacían perforaciones o boquetes en la tapia que cercaba la Mancebía y además existieron numerosas entradas secretas en el lienzo de muralla que separaba a la Mancebía del puerto, lo que dificultaba enormemente el control sobre la misma, siendo muy difícil impedir la huida de delincuentes y que las mujeres públicas saliesen a ejercer su oficio por las calles.

En un dibujo, conservado en el  Archivo General de Simancas, datado en 1749 y por tanto anterior a las actuaciones urbanísticas de la época de Olavide, se observa la distribución del Compás y sus accesos, siendo el principal el "Arco de Atocha", perfectamente detallado e identificado como “fachada principal” del barrio de La Laguna y situado como decimos en la esquina de Jimios.

 

Mapa del citio, o Plan de la Ysleta del Compaz, y la Laguna, desta Ciud[a]d de Sevilla” [1749] ms., col. (Manuscrito sobre papel. Tinta y colores a la aguada, verde y ocre) ; 43 x 54 cm. AGS. Secretaría de Guerra, Legajos, 05059. En carpeta con el tít.: "Andalucía y Reino de Granada, 1749 : correspondencia general sobre la aprehensión de Gitanos". Con carta de Gines de Hermosa y Espejoz al Marqués de la Ensenada. Sevilla, 9 de septiembre de 1749

  

Detalle del anterior

El Arco de Atocha se levantaba exactamente en la confluencia de las calles Jimios, Pajería (Zaragoza) y Tintores (Joaquín Guichot), dando entrada a la calle de San Pedro, luego llamada Atocha (hasta el año 1890) que llegaba hasta la esquina de Piñones (hoy Padre Marchena); dicha confluencia de calles Jimios, Pajería y Tintores, donde se situaba el Arco, era conocida como Plazuela de los Leones.

En el citado documento del Archivo General de Simancas, datado en 1749, se detalla perfectamente el dibujo del Arco, sus soportes de columnas, el cuerpo inferior de bóveda de cañón, además de las pilastras y el balcón del cuerpo superior a modo de capilla abierta como la que hoy podemos ver en la calle Alemanes.

En la actualidad, aparte del trazado básico del viario, poco nos queda de esta zona. Tal vez el único vestigio del Arco sea una antigua columna clásica, de maltratado capitel, reaprovechada desde el XVII en las dos pequeñas edificaciones que fueron reacondicionadas en la época de la arquitectura regionalista pero que conservan vestigios muy anteriores en su interior y que albergaron hasta hace pocos años el Restaurante Becerra.  Esta columna muy bien pudo ser uno de los soportes del Arco de Atocha.

 

Inicio de la calle Gamazo donde estuvo el Arco de Atocha, fot, RPJ  

y detalle del mismo en el dibujo de 1749

Antigua columna en la esquina de Gamazo, reaprovechada en las casas del siglo XVII unificadas y remodeladas a principios del s.XX en la época del Regionalismo. Fot. RPJ

Posteriormente al siglo XVIII, la calle San Pedro o Arquillo de Atocha se denominó Gamazo conjuntamente con la Plazuela del Compas (de la Laguna). Aunque sobre ésta se construirían viviendas en el siglo XIX configurándola como calle, anteriormente presentaba un urbanismo mucho más acorde con la denominación de “compás” que la superficie abierta y extensa que hoy es la plaza de Molviedro, donde se sitúa la placa cerámica de “Antiguo Compás de la Laguna”, de forma poco afortunada a nuestro juicio.

 

Casas levantadas sobre la superficie de la Plazuela o Compás de la Laguna, actual calle Gamazo. Fot. RPJ

 

Fragmento del plano de Sevilla mandado levantar por Olavide en 1771, con la calle Arquillo de Atocha señalada.

 

Azulejo en la Plaza de Molviedro, como Antiguo Compás de la Laguna (sic) 

Además, la denominada Plazuela de la Laguna en el dibujo de 1749, es llamada “Compás de la Laguna” en el plano de Sevilla de 1771 mandado realizar por el Asistente Pablo de Olavide. Éste Compás era una zona urbanizada y que se cerraba hacia la superficie de la laguna y de su husillo (por donde años después discurriría la calle llamada hoy Castelar), en la que contrariamente se levantaban pocas construcciones. Efectivamente en dicho plano de Olavide la plaza que aparece con el nombre de “Compás de la Laguna” se sitúa en la zona actual de calle Gamazo, entre la calle del Arquillo de Atocha y la calle Molviedro (hoy Castelar). La superficie que hoy es la plaza de Molviedro contemporánea no está rotulada, pues sólo tuvo identificación de forma popular: Tonelería en la Edad Media y del Palenque en el S. XVIII (nombre dado posteriormente a la que sería la actual calle Doña Guiomar).

Toda esta zona de la antigua Mancebía se había ido degradado durante el XVII desde el cierre oficial de la misma; la población empobrecida o incluso marginal, la delincuencia, las enfermedades como el  paludismo y el cólera, las acumulaciones de basuras, la falta de recursos urbanísticos mínimos, etc. eran las notas que la caracterizaban. Siguió en esta situación hasta que «se construye un nuevo barrio sobre los solares de la antigua mancebía de la Laguna, entre la Pajería (actual Zaragoza) y la Puerta del Arenal» (Francisco Aguilar Pinal) desde 1772 hasta 1778 por Manuel Prudencio de Molviedro, dentro de las mejoras que Pablo de Olavide, Asistente de la ciudad entre los años 1767 y 1776, hizo en Sevilla. En el nuevo barrio se diseñó una calle que se llamó primero de Olavide (como debería de haber seguido llamándose), después calle de la Laguna, posteriormente de Molviedro y hoy Castelar. La reurbanización continuó bajo los mandatos de los Asistentes Francisco Antonio Domezain y Pedro López de Lerena, modificando totalmente el carácter del barrio de La Laguna, desde ese momento habitado por comerciantes e incluso nobles.

La Virgen de Atocha de Madrid, en un Grabado s.XVIII.
(web Museo Prado) e imágenes actuales

Como hemos dicho, el Arquillo de Atocha del que hablamos tomaba el nombre de una imagen de la Virgen de Atocha, réplica de la madrileña, que lo presidia y que incluso tuvo hermandad propia. Esta hermandad, puede que sustituyendo a un anterior portón o acceso cerrado más simple, había la construido la capilla y el arco, pues había solicitado que “en la boca de la calle que da entrada al compas de la Laguna pueda hazer un arco en que poner el retablo de la Santa Ymagen formado sobre dos pilares y dos columnas arrimados a las paredes de las dos casas que pertenecen a los Cavildos de la Santa Yglesia y de la Collegial de Nuestro Señor San Salvador, que hacen esquina en la dicha calle…” (doc. Del Archivo Municipal se Sevilla citado por Joaquín Rodríguez Mateos).  

Por ser la Virgen de Atocha una advocación que había sido devoción de los Templarios se ha llegado a conjeturar que en la zona se habría situado la casa sede de la Orden Temple en Sevilla, pero no existen indicios históricos de ello. También se ha especulado sobre la etimología del nombre Atocha como campo de esparto (atochal) o incluso como deformación de Theotoka, adaptación popular del término griego Theotokos (iconografía de la Virgen Madre de Dios). Lo que único que consta como antecedente histórico es la existencia de un santuario o ermita en las cercanías de Madrid donde se fundaría un convento dominico. 

La apariencia que tendría la Virgen de Atocha del Arco sevillano correspondería evidentemente a la que presentaba la Virgen de Madrid hasta fechas recientes pues, pese a ser una imagen de fines del siglo XIII de madera y de talla completa aunque de dorso aplanado y de unos 60 cm, se revestía completamente con ricos ropajes, por lo que se ocultaba y modificaba totalmente su forma. Un grabado de la Virgen madrileña custodiado en el Museo del Prado puede dar una aproximación a la imagen de la Virgen que se veneró en el Arco de Atocha de Sevilla, que presentaría una apariencia propia de la época  barroca por estar revestida. 

El Arco de Atocha pervivió hasta febrero de 1859 cuando se derribó “por hermosear aquel sitio” según las crónicas de la época. La hermandad y la imagen réplica de la Virgen de Atocha se trasladaron entonces a la Parroquia del Sagrario; poco a poco fueron olvidadas y se les pierde la pista (por ahora). 

Reyes Pro Jiménez

Historiadora y bibliotecaria










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