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¡Salve, Esperanza Trinitaria Coronada! Juan Manuel Labrador Jiménez


A todos los jóvenes de la Hermandad de la Trinidad,
que me han abierto las puertas de la amistad
y me acogen como a uno más de ellos.

 Largo ha sido el tiempo de la espera, pero siempre lleno de paciencia y serenidad. Lejos queda ya aquella vibrante noche del 12 de enero de 2005, cuando Fray Carlos Amigo Vallejo confirmaba un sueño anhelado en el seno de la hermandad de la Trinidad desde hacía, no ya 10 años desde su petición formal, sino desde hace muchos más en el corazón de los devotos de la Virgen de la Esperanza, como el saber que por fin llegaría el momento de poder verla coronada.

Se han cumplido los días, y aunque parezca mentira, ya nos encontramos en la víspera de la festividad litúrgica de la Santísima Trinidad, y pasado el mediodía, Nuestra Señora de la Esperanza lucirá sobre sus benditas sienes la presea que labró el amor y la devoción más sincera y profunda de aquellos que la quieren de verdad, quienes la aman más intensamente...

Ha llegado el día, el momento justo y preciso, y allá Arriba, en el Reino de los Cielos, Juan de Astorga Moyano, el escultor que mejor pudo soñar a la Madre de Dios, está hablando con ángeles y querubines para lanzar desde las bóvedas celestes que cubren a nuestra urbe la mayor cantidad de lluvia de pétalos que pueda caer sobre su digno y hermoso palio. Pero sin duda, hoy, las mejores flores que llevará la Esperanza son aquellas más jóvenes que con sus rezos constituyen los mejores ramos que Ella puede llevar a sus pies, muchachas plenamente enamoradas del rostro sencillo, humilde y delicado de esta hermosísima Virgen que hoy derramará lágrimas, no de dolor como el Sábado Santo, sino de alegría al ver cuánta gente la quiere con todo el corazón.

 Su mejor corona es la de la gente más joven, la que le pide por su futuro, por sus estudios, por sus amores, por sus ilusiones, por su Esperanza... Pero la mejor corona de nuestra Madre es también la de todo aquel que se acerca hasta las rejas de su capilla, y en la íntima calma del templo salesiano le pide por tantas y tantas cosas, y le da las gracias por los dones recibidos.

Vibrante será, sin duda, el momento en el que el Cardenal ciña sobre la cabeza de la Esperanza la corona que todos deseamos verle ya impuesta. Emocionante será el instante en el que el repicar de las campanas de la Giralda anuncie que la Señora cruza ya el dintel de la Puerta de los Palos, y lo hace ya coronada como Reina bendita de Sevilla, que en loor de multitudes regresa a su barrio trinitario. Ilusionante será la hora en la que la Virgen reciba el homenaje de toda la ciudad ante la fachada de la Casa Consistorial, demostrándose el cariño y el fervor que en esta tierra se tiene a la Madre de Dios.

Ahora, con su coronación canónica, pidámosle a Nuestra Señora de la Esperanza lo que más deseemos, lo que sea más clave para nuestra vida, lo que verdaderamente sintamos como necesario para poder hacer frente al rumbo de la vida, para que cuando sus sienes sean coronadas, se coronen también todas nuestras ilusiones, aquellas que desbordan nuestros corazones de sueños que siempre esperamos que algún día se vuelvan a cumplir.

¡Dios te salve, Esperanza Coronada!, que en este día Sevilla entera se postra a sus plantas, para decirte que Tú, y sólo Tú, eres la Reina de nuestra vidas...

Hoy se acaban ya los días
de este gran bendito sueño,
pues la Virgen trinitaria
vuelve esta noche de nuevo
a su entorno salesiano,
y cuando llegue a su templo
al llegar la madrugada
con sabores veraniegos,
la Esperanza lucirá
ese regalo que el pueblo
le ofrece con sus plegarias
y con su amor verdadero.

Reina y Madre Coronada,
Señora del Universo,
Lucero de la mañana,
Rosa de nuestro consuelo,
Virgen Santa, Pura y Limpia,
Doncella de nuestros rezos,
Esperanza Trinitaria,
en las páginas del tiempo
de la historia de Sevilla
nadie olvidará el momento
en el que ciñan tus sienes
con el oro que fundieron
la devoción y el amor
de todos los que en Ti vieron
el orgullo de una vida
cargada de sentimientos.

Pasó el llanto y el dolor,
te escondieron el pañuelo
al desclavarte el puñal,
y entre todos recogieron
los metales más preciosos
que brotaron del esfuerzo
de años de duro trabajo
para el alma y para el cuerpo.

Danos siempre tu cariño
y regálanos tus besos
para el anciano, el adulto,
para ese joven tan bueno
que pide que en el futuro
se cumpla ese gran anhelo
que guarda en su corazón
inundado de consuelo.

¡Gloria a Dios en la Alturas
en su Sagrado Decreto
de la Santa Trinidad!,
porque el cariño sincero
de tu sublime hermandad
cumplió con el Evangelio,
y en gozosa letanía
del más bello jubileo,
te nombrarán Soberana
en este bendito Reino
de la Ciudad Hispalense,
donde habita el sueño eterno
de verte dar tu Esperanza
a tantas y tantos ruegos.

Ilumina con tu luz
nuestro limpio y claro cielo,
porque al verte coronada
por la devoción del pueblo,
Sevilla ve la Esperanza
que le das al mundo entero.

Fotos: Francisco Santiago y Eduardo Fernández










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