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Joaquín Moeckel: "Me hace gracia lo del fajín de la Macarena, para reducto franquista el Vacie". Juan Miguel Vega. El Mundo.


Joaquín Moeckel Gil es uno de esos personajes que no deja a nadie indiferente. Su sonada irrupción en la vida social sevillana le ha granjeado críticas y elogios; y aunque seguramente las primeras serán más que los segundos, nadie puede negar que su estrategia da resultados y que por si mismo ha conseguido cosas que parecían imposibles: poner en marcha la restauración del Salvador o salir indemne de un litigio con el cardenal. Fue hermano mayor del Baratillo y algunos le ven futuro político, pero de momento ahí sigue en su bufete de abogado, cada vez más requerido.

-¿Su ofensiva mediática ha obedecido a una estrategia o es que le gustaba verse en los ‘papeles’?

-Yo entiendo que los medios de comunicación son un gran altavoz para que la gente se entere de las cosas. Y como me meto en cosas que son muy complicadas, que no puede hacer una persona sola y yo tampoco tengo una amplia infraestructura, los medios de comunicación me resultan fundamentales. Sin ellos, habría sido imposible hacer cualquiera de las empresas que he acometido.

-Entonces, fue estrategia.

-Sí, llámelo estrategia si quiere. La estrategia de hacer ver a la gente las cosas.

-Cierto clérigo conspicuo me catalogó a usted como un ‘papafrita’. Conociendo el percal, ¿entraba eso dentro de sus cálculos?

-Sí, entraba dentro de mis cálculos, porque también ha habido mucha otra gente que me ha llamado ilustre jurista. Lo que pasa es que ese que me llamó ‘papafrita’ no sé dónde se metió el día que el arzobispo bautizó a mi hijo, cuando lo que había hecho antes era casar a la hija del Rey de España. No sabía yo que el cardenal de Sevilla se dedicara a bautizar a hijos de ‘papafritas’.

-¿Con qué se queda de lo bueno que le dicen?

-Con que siga siendo yo mismo. Intento reivindicar diariamente mi libertad en una ciudad que veo dormida y sin pulso. Sevilla es la ciudad donde nunca pasa nada, la del mañana hablamos. Aquí todo se deja para el día siguiente. ¿En qué quedan las quejas vecinales? ¿En qué ha quedado el escándalo de la Federación de Asociaciones de Vecinos? ¿En qué ha quedado el tema del presidente de la asociación de parados mayores de 40 años? El problema es que no hay una conciencia que nos haga decir qué vergüenza. Por eso de vez en cuando hace falta un espíritu libre, y yo tengo la suerte de serlo.

-¿Ha logrado, con la experiencia adquirida en los asuntos que ha emprendido, averiguar dónde reside la causa de la parálisis que advierte en la ciudad?

-En Sevilla, y en general en Andalucía, estamos a doscientos años de diferencia de Cataluña. Allí hubo siempre una burguesía estructurada que aquí no ha existido. Para mí es un poco triste que se diga que la mejor forma de vertebración social de Sevilla son las cofradías; eso me parece un poco pobre porque aquí hay muchos intelectuales, gente muy válida y preparada en todos los gremios, buena parte de la cual acabó diciendo no aguanto más y me voy. El problema es que aquí no hay una sociedad civil vertebrada, la gente pasa, es muy pesebrista. Tengo lo mío resuelto y ya está.  A mí me da mucha pena que cuando estás en otra ciudad y dices que eres de Sevilla lo único que te pregunten es si conoces a la Anselma.

-¿Por qué no se ha decidido a entrar en política?

-Porque creo que no aguantaría sin asfixiarme dentro de una estructura política. En España, más que la democracia, existe la ‘partitocracia’, creo que ésta es una cosa asumida por todos. Y yo me siento tan libre que no estaría dispuesto a someterme a las estructuras de un partido, y como tampoco serviría para tragar con tal de estar, pues creo que no solamente va a ser difícil que yo entre en política, sino incluso que pudiera fundar mi propio partido, porque hasta en ése me sentiría agobiado. Las estructuras de los partidos no están hechas para mí.

-Sin embargo, eso es lo que hay.

-Es lo que hay en España. En Inglaterra hay otro sistema, de listas abiertas, que es completamente distinto. Un candidato a alcalde no puede ni siquiera formar la lista de su candidatura; el partido le dice que hay que meter a este señor, que es del distrito tal y tiene allí mucha fuerza. ¿Y cómo ha ganado los votos en ese distrito? Pues a lo mejor metiendo a inmigrantes. El caso es que el alcalde se ve en su equipo con quince personas que no conoce de nada y que hace cinco minutos le tocaban las palmas a otro candidato. A mí me dicen si quiero ser alcalde y yo respondo que sí, pero nombrando a mi equipo, o por lo menos al sesenta por ciento del equipo. Si no, no hay trato y vuelvo a mi teoría: se pueden hacer muchas cosas por la ciudad sin tener ningún cargo.

-¿Dice todo esto por experiencia, le han hecho alguna oferta política?

-No puedo decir que he tenido ofertas directas de partidos porque sería mentir, pero sí he recibido muchos guiños, lo que pasa es que las personas que han venido a verme no sé con qué autoridad venían. Los grandes líderes políticos nunca quieren un no, jamás pasarán por eso, y por eso mandan y tientan. ¿Que me han tentado? Pues sí, de blanco y de negro.

-Usted piensa que el progreso de Sevilla pasa por el reforzamiento de la sociedad civil, ¿cree que los partidos van a permitir que eso ocurra?

-Yo volvería la pregunta en pasiva; es que la sociedad civil no tiene por qué esperar que un partido político le autorice nada. Tendría que ser la propia sociedad civil la que fuera mayor de edad y dijera: no, mire usted, es que no estamos sometidos a su autorización. Pongo aquí el ejemplo de lo que pasó con la restauración del Salvador, cuando la clase política, al ver un movimiento ciudadano que fue muy bonito, se dijo: que la gente está reaccionando.

-Sus actuaciones en asuntos como el Salvador, las Letanías y alguna otra le han permitido indagar entre las bambalinas de la política, ¿qué se ha encontrado ahí?

-De todo, como en botica. Gente seria que ha dicho sí y ha cumplido su palabra, pero también mucha gente que no ha cumplido; y ahí he encontrado la política absoluta, que es el arte de decir: mañana. Yo soy de quiero hacer esto, pues vamos a hacerlo. Pero en política todo es con una cadencia absoluta y con unos miramientos que no llego a entender.

-¿Le ha decepcionado de manera especial algún político?

-Sí, igual que me he llevado también grandes alegrías. Pero decepciones, sí. De decirle a ese señor: usted es un embustero.

-¿Puede decirme quien fue?

-Prefiero reservármelo, porque es tan fuerte que no quiero decirlo. Pero jugó con la dignidad que yo le suponía. Me dijo: esto está arreglado el jueves o el viernes. Y lo llamabas el viernes y ya no te cogía ni el teléfono. Me pareció intolerable. Por lo visto es un incumplidor compulsivo, porque cuando lo he comentado en ciertos foros me han dicho que suele actuar así.

-Hablemos de la ciudad. ¿Por dónde empezaría?

-Por hacer un proyecto de ciudad a cincuenta años vista, no a mayo de 2007. Ahora mismo estoy viendo una aceleración absoluta, pero ¿para qué? Pues para mayo de 2007.
Sevilla es una ciudad sin pulso, sin rumbo, sin proyectos a largo plazo y creo que es imposible construir una ciudad, la ciudad de las personas, de las personas pacientes, diría yo, sin pensar a largo plazo. Sevilla sólo sale en prensa últimamente para escándalos. Que si el alcalde invita a güisqui, que si entregamos dinero en bolsas de plástico a la gente… y cuando no son escándalos, es por folklore: feria de abril, copas, o la Semana Santa, y mi ciudad es algo más que la Semana Santa y la feria, aunque a mí me encanten. La actividad cultural en Sevilla es nula. Hay cuatro foros de tres al cuarto, pero ¿para qué sirven? ¿Qué promoción hacen de la ciudad? Es que al final si no tuviéramos a la Real Maestranza no venía aquí nadie. Esto es muy fuerte. Tenemos que exigir a los políticos que no nos tomen por tontos.

-Aparte de pensar a largo plazo, ¿qué hay que hacer de inmediato?

-Varias cosas. En primer lugar, infraestructuras. A Sevilla le hace falta como el comer la SE-40. Y también le hace falta como el comer la reestructuración de barrios marginales. A mí me hace mucha gracia cuando hablan los comisarios de la memoria histórica sobre los vestigios franquistas. Aquí en Sevilla hay un vestigio franquista, que no es precisamente el fajín de la Macarena, sino el Vacie, que digo yo que ese es el que le importa a la gente que se quite; porque el fajín de la Macarena a la gente le importa un pimiento.

-Hemos acabado y verá que no hemos hablado de cofradías.

-Afortunadamente.

-¿Por qué afortunadamente?

-Porque veo el mundo de las cofradías igual que la ciudad, sin pulso y con poca gente que dé la cara y levante la voz.

SEVILLA ES LA CIUDAD DONDE NUNCA PASA NADA

Nota: Entrevista publicada el domingo 10 de diciembre en el diario El Mundo.

Fotos: Francisco Santiago.










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