Arte Sacro
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Ya queda menos. Buen Aire en el Arrabal. Alberto de Faria Serrano


 Por los vericuetos de la memoria más reciente es diametralmente sencillo encontrar los caminos que conducen a la tierra prometida. Es un ejercicio muy recomendable repasar en la  sobremesa gélida  del adviento el archivo  recóndito  de la vivencia más próxima y verificar el pulso que late y palpita al son de la pasión y la palabra del Señor. La senda es múltiple y diversa en esta Sevilla que afronta su compromiso llevado por la cruz de guía de la ilusión y por el relevo de la sangre nueva que se inyecta desde Omnium Sanctorum, el Plantinar, el Sagrario, San Ignacio. Sin embargo la vereda se despeja y se ofrece concisa  y mas modesta desde la Parroquia de Nuestra Señora del Buen Aire. 

Se pueden contar con los dedos de las  manos los Viernes de Dolores que han  hecho publico testimonio de su fe acendrada y de su acrisolada vocación. Pero sin embargo son miles los días  que están al pie del cañón de las necesidades parroquiales de un barrio que no es solo el oropel burgués de sus paralelas calles  ni la reicidumbre artística y el duende del que y al que hacen estación; su ámbito caritativo es otro menos llamativo y mas deprimido; allí donde apenas hay farolas en las calles y la oscuridad de la desesperanza cunde entre los hermanos pobres de los Remedios y de Triana. 

Persisten  aun en esa fase incipiente de formación corporativa  y consolidación: tan escasos medios y recursos como infantería censada: siempre al socaire de la bienaventurada donación anónima o de la labor benefactora de propios y extraños. La sonrisa y la satisfacción se mide allí antes por la  familia que  pueda afrontar las navidades en su casa sin desahucio que  por el estreno de una nueva insignia  para la próxima salida. Antes por  el entrañable anciano que  enviudo el verano pasado no siga durmiendo de prestado o a la intemperie que por que  lean con alborozo en un censo el doble de altas que de bajas.

Por eso todo es comedido y nada se deja a la improvisación. Sus anhelos están muy lejos de las alharacas de las deudas históricas  y de las plumas altivas de otras latitudes. Solo quieren ir a donde Seña Santa Ana. No hay  virtud más lisonjera que  el horizonte cercano y la conciencia de lo que son: una identidad bien asentada sobre los pies de su robusta fe y la vocación de su papel relevante como brazo laico de la labor de la  parroquia. Nada más sencillo que las obras humanas. Nada más austero que una levantá a pulso por la calle Pureza, Nada más alentador  que llenar con la Pasión de Cristo y su ejemplo todo el Altozano en la medianoche de la Gran Víspera. Nada más humano que  volcar la redención de un pueblo como el trianero que también sabe rezar en silencio. La luna se torna en el faro de  la noche y la emoción del sobrecogimiento contenido  se hace plegaria San Jacinto arriba,

Pages del Corro abajo y oración viva  por  el  Crucificado de Pasión y Muerte. José de Arce  frente a Navarro Arteaga.  Dos hechuras tan distintas de una misma semblanza; El Señor de las Penas  implora en la luz  mientras en la penumbra de una sigilosa Cava  se escenifica la Muerte. No tiembla ni la garrucha ni la caoba del paso. Se estremece la vida.

La Verdad  y la Vida retumban sosegadamente en el arrabal y estremece mesuradamente el aire. El buen aire que  entrelaza  las manos del desconsuelo y anhelan la Visitación a Señá Santa Ana dentro de 109 días. Ya queda menos.  










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