Azul Contratación la noche del Martes Santo. El Fiscal. Diario de Sevilla

La noche tiene el color azul del cielo estrellado de la Plaza de la Contratación donde el gentío espera a la cofradía, que avanza sinuosamente hasta alcanzar una curva perfecta de ruanes.  Una brisa agita las colgaduras de los balcones. Destella la placa de abogado donde basta el nombre y el primer apellido, la misma que ahora luce en la calle Montevideo , que para eso coinciden la identidad y el  oficio del padre y el hijo. Pronto olerá a la cera quemada de cuatro hachones. Al fondo espera la Puerta de Jerez con su luz y su aire siempre desapacibles. Pero ahora, los primeros nazarenos de la Buena Muerte , los que abren paso a toda la cofradía, están aún en la Contratación. La mirada y los pensamientos se dirigen al balcón de su casa. Cuánto necesitan las cofradías y la política de su señorío, de su saber estar y de su calidad humana. Está la cofradía detenida.

El público se congrega en la plaza con especial interés este año. A ella van llegando sus amigos para evocarle al paso de la Buena Muerte. El nazareno ve tras el antifaz al notario Antonio Ojeda, su compañero habitual de cada día, en alegrías y penas,  ora en un funeral, ora en el balconcillo de la Maestranza; al catedrático José León-Castro, que bien pudiera ser su pareja en la cofradía de la vida; a Manuel Pérez Carrera, El Triana , el mismo que se libró de ir al Sahara un Viernes de Dolores de 1963,  que tiene ya preparado el pescaíto para los costaleros; a Jaime Artillo, que lleva en el cuerpo la estación del Lunes Santo con las Penas. Está el cardenal Amigo, que se ha metido en las bullas como en sus primeras Semanas Santas, junto al cardenal Cañizares y el obispo Juan del Río. Están los canónigos Juan Garrido , que lo casó, y  Antonio Hiraldo , con quien tantas impresiones cambiaba. Está el pintor Ricardo Suárez , el que mejor plasma la Buena Muerte de Dios. Está Jesús Martín Cartaya con la cámara preparada como si fuera el día del Pregón. Se extiende la cofradía de tonos negro y tiniebla.

A muchos se les va la mirada hacia la casa, el balcón y la placa. Cubiertos por el antifaz van Antonio Gutiérrez de la Peña, Carlos Rossell, Antonio González Silva, Antonio Piñero, Jesús Resa... Ahí viene Joaquín Moeckel delante del paso con los monaguillos. Muchos aguantan aún en el cortejo. Tan importante es el vínculo con la Universidad como el crecimiento del cuerpo de monaguillos. Cultura, fe y sabia nueva, trilogía fundamental en su pensamiento. Es el Martes Santo de 2007. Hay gran expectación en la plaza. Todos esperan ver en el balcón a dos  caballeros, Juan Moya García y Juan Moya Sanabria , al paso de un Señor, el de la Buena Muerte. Sonríe Juan hijo al ver el monte de lirios, que sus amigos le van regalando uno a uno. “Ya verás cómo vamos a ver lirios muchos Martes Santos”, le dijo a uno de ellos en Nochebuena. Y acertó. Rasga el ambiente la saeta  desde la Cámara de Comercio.

Ya se ven erguidos los guiones universitarios entre el oscuro bosque de cruces. La noche tiene más que nunca ese color azul Contratación. Padre e hijo están en el balcón. Se va la cabeza del cortejo por San Gregorio buscando la Lonja de balcones vacíos, gárgolas y firme de chinos. Piensa uno de los primeros nazarenos en cuanto ha visto. Verae amicitiae sempiternae sunt. Las amistades verdaderas son eternas, que lo dijo Cicerón. Comienza la entrada de la cofradía. Cantinela en voz baja: “Hermanos, no se descubran hasta cruzar el vestíbulo del Rectorado”. Siempre habrá un brote de lirios morados para ti,  Juan, cada noche de Martes Santo, en el corazón y en el pensamiento de quienes te hemos tenido en el reducido tramo de nuestras más leales amistades. La noche conserva hasta el alba ese color azul del cielo estrellado de la Plaza de la Contratación.

Nota: Extracto de la sección Puerta de los Palos, publicada en Diario de Sevilla el pasado domingo, 28 de enero.