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Sacerdotes, testigos del amor de Dios. Carlos Amigo Vallejo, cardenal arzobispo de Sevilla


Arte Sacro. A continuación pueden conocer la carta pastoral del cardenal arzobispo de Sevilla, mons. Carlos Amigo Vallejo, con motivo del Día del Seminario, que se celebrará el fin de semana del 18 y 19 de marzo.

SACERDOTES, TESTIGOS DEL AMOR DE DIOS

Carta pastoral del Día del Seminario

18 y a 19 de marzo de 2007

 Suele presentarse como uno de los problemas más graves de nuestros días: el vivir como si Dios no existiera. No es que se niegue a Dios, simplemente se excluye cualquier referencia a Él en la conducta de cada momento.

Al no encontrar razones para motivar la existencia y el comportamiento, el hombre queda atrapado por lo inmediato, lo que gusta, lo que distingue, la moda, la opinión del último que grita, la presunción o la vanagloria. Una superficialidad, en fin, que deja al hombre a la intemperie, incapaz de superar cualquier pequeño vendaval.

Hablar de Dios

Dios no sólo es la realidad más firme de la existencia, el que garantiza el origen y destino final de todo, sino quien llena de motivación y contenido la vida del hombre y pone garantía moral de bien en sus acciones y conducta.

El pueblo de Israel se quejaba de que los profetas no les hablaban de Dios. Si era lo más grande y apreciado, querían saber de Él, de su existencia, de su acción misericordiosa y protectora.

Dios ha querido hablar por sí mismo y lo ha hecho, de la forma más clara y evidente, en la encarnación del Verbo, en Jesucristo. Tal ha sido el amor del Padre que nos ha dado a su Hijo para que conozcamos toda la riqueza y profundidad del mismo corazón de Dios.

Para que el mundo crea

El sacerdote tiene que hacer ver, con su ministerio, el amor de Dios. Igual que lo realizara Cristo, con obras y con palabras. Un ministerio tan coherente y gozoso que lleve al sacerdote a sentir, al mismo tiempo, la presencia de Dios en su propia vida y el querer anunciarlo a los demás con entusiasmado convencimiento.

La vocación es una llamada de Dios que se traduce en un deseo interior de seguir de cerca a Jesucristo y realizar la misión de acercar los hombres a Dios. Lo hará con la predicación de la palabra, con la celebración de la Eucaristía y con la práctica constante de la caridad, especialmente con los enfermos y los pobres, en los que encontrará siempre una presencia viva del mismo Jesucristo, que dijo: lo que hicisteis con ellos, los habéis hecho conmigo mismo (Cf. Mt 25, 40).

Un ministerio imprescindible

¿Cómo van a oír hablar de Dios si no hay ministros que se lo anuncien? Así se queja San Pablo (Cf. Rom 10, 14-15). Se necesitan sacerdotes. Dios bien lo sabe y sigue poniendo en el corazón de algunos hombres ese deseo de servir a Jesucristo y a su Iglesia. 

Esa generosidad de Dios se encuentra frecuentemente con el parapeto del miedo a tomar una decisión generosa y valiente y a emprender el camino para ser sacerdote. Existe un temor, incluso, a perder la libertad. Cuando, más bien, habría que decir que ya tienes esa libertad hipotecada por el temor y que solamente se puede liberar en una incondicional entrega a Jesucristo y al bien de los demás.

El Seminario

El Seminario es el lugar privilegiado donde el Señor ha reunido a los que llama para el ministerio sacerdotal. Es una prolongación de la parroquia, pues en torno a ella han surgido las vocaciones y a la parroquia han de volver los seminaristas, ya como sacerdotes.

Ni la parroquia puede dejar de interesarse por las vocaciones, ni el Seminario debe perder de vista la misión que le corresponde, que no es otra que la de preparar debidamente a quienes van a ser los primeros servidores de la Iglesia.

Nuestro Seminario diocesano, gracias a Dios, tiene un buen número de seminaristas. Una bendición del Señor que nunca agradeceremos suficientemente. Pero necesitamos más vocaciones, muchas más vocaciones sacerdotales. Es un asunto que a todos nos corresponde. Estamos celebrando la Asamblea diocesana de laicos y, con frecuencia, aparece el tema de la necesidad de sacerdotes que acompañen espiritualmente al seglar. Seríamos por completo incoherentes sí, junto a la exposición de esta necesidad, no se trabajara por la promoción de las vocaciones y ministerios que consideramos imprescindibles.

Te necesitamos

Quiero terminar esta carta pastoral del día del Seminario, haciendo una invitación a los jóvenes a visitar nuestro Seminario. Serán bien acogidos por formadores y por los seminaristas. Y sabréis de su vocación y de su vida. Encontraréis jóvenes igual que vosotros, teniendo que luchar cada día para sacar adelante su vocación, pero convencidos de que Dios es quien les acompaña. Por eso llaman la atención con su alegría.

Testigos del amor de Dios tienen que ser los sacerdotes. El Seminario prepara a quienes han de realizar ese admirable y necesario ministerio. A Jesucristo le pedimos que nos envíe vocaciones. Y a toda la comunidad diocesana que nos ayude a poder formarlos adecuadamente.

Con mi bendición.

+ Carlos Amigo Vallejo

Cardenal Arzobispo de Sevilla

Foto: Alberto García Acevedo










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