Arte Sacro
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Que poquito queda. Amparado por un barrio. Alberto de Faria Serrano


El prodigioso milagro del Cerro no es más que el fruto de un ansia vital y una realidad existencial. No se reduce su vida a la Cuaresma y a las diversas convocatorias cultuales o no que realiza a lo largo del año. Nunca como en ninguna otra se ha de responsabilizar tanto como a la advocación de sus Titulares: Dolores de las madres abatidas por la desesperación de la marginalidad social, la droga o el desempleo. Humildad de los hombres y mujeres que se afanan por construir un futuro mejor para sus hijos. Y Desamparo y Abandono ante la molicie de la incertidumbre y el desencanto que se presenta en el horizonte a muchos de sus jóvenes. El hijo de Dios encomendó su espíritu final en la Cruz para salvarles. Allí se consagra esta semana el misterio.

Cinco días como cinco rayos de esperanza para los ojos entumecidos de emoción. Cinco lanzas de fervor que rezuman la vitalidad cristiana de un barrio y una cofradía hecha a si mismo. Desamparada por la riqueza de otros y Abandonada a la quimera posible y milagrosa de la propia subsistencia. Por eso cada Cuaresma hay un prodigio cada vez que santifica a este crucificado Abandonado en la Parroquia de San Gil y Amparado para edificar los muros de esta su iglesia. Allí todos es fruto del cotidiano esfuerzo y el desvelo para la hermandad. Para el barrio. Nunca se pudo decir que Jesús y Maria llegarán a sentirse más acompañados y amparados que en este.

Ya estallará un Sol de Burdeos aterciopelado en cuatro martes; un rayo esplendoroso retumbará en toda la Jerusalén Sevillana, y un pavoroso espectáculo de tinieblas, se cernerá sobre el monte calvario de Hytasa. El capitán destacado de los centuriones se percibirá de la zozobra y se arrodillará descubriendo su fatua hidalguía señorial por Ramón y Cajal. "Verdaderamente era el Hijo del Dios" y otros centuriones huirán despavoridos al toparse en la Muralla de los desguarnecidos. Las entrañas de la Carrera Oficial se abrirán infernalmente en dos de Hernando Colon a Plaza Nueva. Y Jesús inerte y entregado no estará jamás Desamparado. Mucho menos Abandonado. Lleva prendido a la solapa de las Madres los siete Dolores de su aflicción. Toda la aflicción de un barrio. Héroe en la Humildad. Cerro de sus devociones. Que poquito queda.

Al hermano que extiende su verbo de luz más allá del Porvenir










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