Arte Sacro
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Que poquito queda. La Salud del Señor. Alberto De Faría Serrano


 Hay sentimientos tan profundos que no necesitan ningún subterfugio para encauzarlo. Se perciben solo en los ojos de los fieles que se apresuran por la fe que mueve montañas y traspasa continentes. Es una estampa cotidiana en ese vestíbulo cotidiano del templo que es el paso de peatones frente al ambulatorio Maria Auxiliadora en la Ronda hasta el reclinatorio, ese al que tanto les cuesta postrarse. Se nota en los pies que caminan necesitados y ser desatados del peso del sufrimiento cotidiano. Porque no hay mayor Angustia  que el dolor y que se difumine la Salud. 

Si quisiéramos pregonar no ya nuestra Semana Mayor ni el periodo Cuaresmal en cuyo ecuador nos situamos, si no todo el universo de creencias y la vivencia de la devoción sevillana, valdría con detenerse en cualquiera de estos pacientes que hacen ese corto   recorrido a diario. Y sentarse allí a su lado. Observarles. Acompañarles discretamente en su encuentro con el Manué.  A Él acuden en busca de la Salud quebradiza que tanto les cuesta alcanza. Por el simple camino de la introspección y de la oración intima  hallan  para nada poca recompensa; un verdadero camino de Esperanza precisamente las mismas que equidistantemente de aquí proyectan el telúrico triángulo isósceles devocional de esta semana en la tierra de Maria Santísima. 

Ante los ojos ensimismados en su Pasión, su mirada reconcentrada en todos nosotros, como fija en el madero de la cruz que nos concita ante Él, se basta solo para llevarla. De ellos a la mano que la acaricia se percibe el halo de santidad  el rayo de luz poderoso de su estirpe universal y humana. Es esa luz que debiera ser aprendida aún en este siglo. Como si no bastaran aún los que arrastran este sentimiento que une tan poderosamente a payos y a gitanos, ricos y pobres, en suma a gentes de tan diversa procedencia étnica y social, por todo el orbe ibérico y mas allá de nuestras fronteras. Podríamos encender todas las velas de su altar de Quinario que a lo mejor no son suficientes para aclarársela. 

La emoción inunda los ojos de los que salen del aun flamante Casa de los enfermos. Hogar y hospicio de su Salud y alivio de sus Angustias. A buen seguro que tan pausados como se alejen por el Valle de sus dolencias regresaran pronto. Muy pronto. Una noche de Luna llena. De Saetas y desgarro desbocados en los emociones cuando lo sientan mecerse lentamente camino de la Catedral. Camino del Palacio de las Dueñas. Camino de Madre Angelita. Camino de Peñuelas y de San Román que son aun santo y seña de su memoria. Porque no se puede olvidar la lección ni el fruto del pasado. Vítores por doquier en Matahacas. Una eterno despertar de reconciliaciones por Gallos. Es el rabioso presente que deben encauzar por la Diosa Artemisa de los buenos presagios. ¡Qué poquito queda!

A Manolo y a Antonio  

Foto: Francisco Santiago










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