Dos años sin Nuestra Señora de Belén. Luis Manuel Fernández
Esta tarde, la del último sábado de septiembre, las calles cercanas a la Alameda estarán huérfanas, por segundo año consecutivo, de la presencia de Nuestra Señora de Belén. Esta tarde no se abrirán, para disfrute de todos, las puertas de ese compás maravilloso de olores y sabores antiguos de San Clemente ni se oirán los cantos de las monjitas desde la clausura. Esta tarde no vendrá desde la villa cordobesa de Palma del Río ese grupo de incansables y animosos fieles de la Virgen de Belén, más de cinco siglos de devoción (que tuvo mucho que ver en la génesis de la Asociación de Fieles de Nuestra Señora de Belén de Sevilla) y doscientos años de patronazgo, que todos los años acompañaban a la imagen sevillana. Esta tarde será como la de todos los sábados del año en la zona, llena de ruidos, atascos y botellonas, mientras, no se sabe muy bien por capricho de quién, la Virgen Sentada y Su Niño Bendito quedarán encerrados tras una verja en el silencio, la penumbra y la soledad de la Capilla de Ánimas de la Parroquia de Omnium Sanctorum.
Como ya todos los lectores de Artesacro conocen, el 25 de mayo de 2006, la sesión plenaria del Consejo Presbiteral de Sevilla, decidió, mostrando su conformidad el Sr. Vicario Episcopal de la Ciudad de Sevilla, suprimir la personalidad jurídica de la Parroquia de Belén, situada en la Calle Calatrava, donde recibía culto la imagen de Nuestra Señora de Belén y tenía su sede la Asociación de Fieles formada alrededor de la devoción a dicha imagen. Además, las actividades parroquiales eran asumidas por la Parroquia de Omnium Sanctorum y se reducía el templo a “uso profano no sórdido”. Esta decisión conllevaba el traslado de la imagen y su ajuar litúrgico a la citada parroquia, traslado que tuvo lugar, según me han contado miembros de la asociación, por la noche, de improviso y sin contar con ellos.
Y allí está. Situada en la Capilla de Ánimas, contigua a la de la Hermandad de Los Javieres, entrando en la iglesia a mano izquierda, con la verja de la capilla siempre cerrada, inaccesible a sus devotos, aunque nunca le falta su ramito de flores naturales que el grupo de donantes de flores de la asociación se encarga de mantener y siendo visitada, siempre detrás de la dichosa verja, por sus fieles que no paran de pasar por allí para dejarle una oración.
Desde el traslado, todo han sido inconvenientes para mantener la vida de la corporación y todas las puertas se han ido cerrando para ella, al parecer, por la negativa, por parte de quienes tienen la competencia para ello, a permitir cualquier tipo de cambio en la personalidad jurídica de la misma, a pesar de haberse conseguido el número de firmas necesarias en la feligresía que marcan las actuales Normas Diocesanas. “No se puede plantar una semilla que dentro de un año pueda haber florecido” es la frase que los hermanos han tenido que escuchar. Así, la imagen no recibe ningún tipo de cultos, aunque existe disponibilidad económica y, lo más importante, existe disponibilidad humana, para organizarlos.
En estos momentos, el desánimo cunde entre los miembros de la asociación y parece muy cercana la disolución de la misma. La intransigencia de unos y el silencio cómplice de otros están muy cerca de conseguir que los cofrades perdamos algo que empezaba a formar parte indisoluble del otoño sevillano, pero, sobre todo, están muy cerca de conseguir que se pierda para Sevilla una devoción que empezaba a calar muy fuerte en la zona norte de la Alameda.
Esta tarde, ninguna procesión cruzará dicha zona y el Convento de San Clemente permanecerá cerrado y en silencio, mientras, a su alrededor, el ruido y la suciedad lo invadirán todo. Sin embargo y aunque quieran callarla, Su presencia se hará más fuerte mientras el recuerdo de lo vivido perdure en nuestras almas.
Foto: Juan Alberto García Acevedo
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