Opinión. El cese de un capataz (y II). El Diputado de Cruces.
Bien está lo que acaba en su justo término. Sin embargo, un poco menos de considerar extraordinario lo que no debiera serlo, un poco menos de urgencia a la hora de convocar cabildos para tomar decisiones fulminantes y precipitadas y un poco más de reflexión y calma por parte de la junta de gobierno, nos habría ahorrado a todos el circo que hemos vivido en los últimos días. Si a eso le unimos la gente observa con lupa todo lo que hacemos y aprovecha la más mínima para dar el palito, pues el resultado es la polvareda que se ha levantado, de la que no sé por qué se asombran algunos.
Y aunque me reafirmo punto por punto en todo lo que escribí la semana pasada, el desarrollo de los acontecimientos hacen necesarias dos acotaciones. En primer lugar, creo que, de cara al exterior, no debiéramos dar la impresión que sacar pasos es principalmente una afición, tanto en el caso de hombres como de mujeres, por la que, a fin de satisfacerla, somos capaces de montar cualquier numerito e, incluso, de interpelar desde la prensa a la máxima autoridad eclesiástica de la diócesis. De otro lado, también me parece que los medios especializados cofrades no debieran entrar a participar en este tipo de cosas, para no convertimos en esa prensa que tanto denostamos, aunque tanta audiencia tiene.
No sé si con esta historia estamos más cerca de ver, por fin, mujeres costaleras en la Semana Santa de Sevilla capital. Lo que sí me parece es que hemos podido colaborar algo, espero y deseo que sin haberlo pretendido, en el desgaste que todo lo religioso está sufriendo por parte de diferentes grupos con diferentes intereses y ayudar a hacer un poco más realidad ese sueño confesado por más de uno de una Semana Santa civil, sólo una fiesta de los sentidos, con los templos convertidos en museos y salas de exposiciones y la faceta religiosa reducida a esconderse en los más recónditos rincones del corazón de los católicos. ¿Es eso lo que queremos los cofrades?
Noticia relacionada: 16/01/2008- Opinión. El cese de un capataz. El Diputado de Cruces
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