Pasión murió en el Santo Ángel, para redimir a los Desamparados
Francisco Santiago. La oscuridad sólo era rota por la luz artificial que se componía en los utensilios fotográficos de J. M. “Silva”. Sobre los escalones que dan paso al presbiterio, parecía esperar…
Era monumental la imagen del Crucificado que tallara Montañés, aunque por momentos el recuerdo nos lleva a otros maestros y alumnos de la época, la nariz que recordaba a su alumno Mesa y el perfil, que lo acercaba a Ocampo y su obra para el Calvario.
Crujía la madera y mi cabeza giraba buscando el motivo que producía el sonido, llegando la tranquilidad cuando comenzó a sonar el órgano.
Dios vino a visitar a Dios y quiso que fuera en el Santo Ángel. La sangre parecía estar aún coagulando, fresca a pesar del paso de los siglos.
Pocas veces se podrá conmemorar este momento, al menos en el espacio intemporal que cada uno de nosotros nos forjamos a base de ideas heredadas y aprendidas con la edad. Yo he aprendido que el silencio es aliado de la Esperanza, que una mirada compartida hace menguar el dolor y que por un momento, Pasión moría en el Santo Ángel para redimir a los Desamparados.
Cuando lean estas líneas, el Crucificado de Montañés posiblemente ya esté presidiendo el sagrario de la iglesia, con su nuevo espacio revitalizado, iluminado y especialmente diseñado para darle cobijo.
Pero para aquellos que no tuvieron la oportunidad de estar ahí, les dejo la galería “Dios de Dios”, un viaje grafico a la fe y la devoción, a la rotundidad que define al maestro escultor que le valió el sobrenombre de “Dios de la madera”.
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