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¡Que poquito queda! El abrazo del dolor. Alberto de Faria Serrano.


 Un nudo en la garganta bloquea la inspiración de la palabra y del pensamiento. El crujido del sentimiento hiere el aire y dulcifica la muerte en el madero. Las sombras del invierno aun palidecen en la Magdalena en el ámbito del Calvario que nos subyace. La cruz es el símbolo del dolor cuando ha desaparecido; cuando se abraza el dolor y cuando parte de ti, también desaparece. .

Es muy humano resistirse ante el sentimiento del dolor. Es como si nos resultara imposible asumirlo. Entonces puede que nos ahoguemos en la desesperación cotidiana, en el desasosiego espiritual o hasta en la desazón virtual. Tendemos a ocultarlo. Tratamos que no se note y allí nuestro interior se quiebra como las rodillas laceradas de este Cristo. Se desborda como la sangre de la llaga de la lanzada. Y una sensación de ahogo como la que precede a la expiración, nos invade. No es menos frecuente que la tristeza se apodere de nosotros. 

Esta es la enseñanza de la Calavera del Monte donde se desata el principio de la Vida , ¡que paradoja!. Por derecho hemos de abrazar el dolor. Nunca rechazarlo. Asumirlo como nuestro en diversos momentos de nuestra vida. Porque el Calvario es precisamente el principio de todo. Es el símbolo de la vida futura. Del tercer día que se anuncia. En las manos de Dios se encomendó.

Cuando el dolor puede que nos invada, es el momento de decidir entre optar por levantarse hasta el cielo que nos lleve hasta el Postigo del amanecer o hundirse abrazado al peso del madero y el sufrimiento indecible de no salir por temor a la lluvia de las lágrimas y el propio dolor.

Ocampo gubió con sutil y noble valentía el verbo del Dios hecho Hombre: "Todo sufrimiento trae un mensaje de crecimiento, si es escuchado". Escuchemos en la paz del Quinario majestuoso en la Magdalena , el padecimiento de un Hombre entregado por todos nosotros, resuelto a que nunca se apague la llama de los hachones que simétricamente alumbran nuestra existencia; No hay mejor sentido para entender su dolor y su sacrificio que ver cuánta vida se genera en torna a Él. No hay mejor manantial de reconciliaciones que la de la fuente que emana de sus llagas. No hay mejor motivo para su sacrificio que el altruismo de la caridad de los hombres.

Hoy se entroniza con promesas y peticiones. Muy pronto irán tornando su piel de ruán negro para contrastar el símbolo del padecimiento en la Madruga más esperada. Se ceñirán al cinturón del esparto que les aprieta como el dolor y la angustia. Se calzarán las alpargatas que les lleve hasta la gloria de la estricta escuela de la Vida. Su camino estará sembrado por el  amor mas purificado. El secreto de la vida reside en el Monte Calvario.  Allí donde se inunde de luz el Castelar de nuestros sufrimientos. ¡Que poquito queda!

Foto: Juan Alberto García Acevedo










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