Arte Sacro
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  • sábado, 20 de abril de 2024
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¡Que poquito queda! Siempre de frente. Alberto de Faría Serrano.


 Son los de abajo pero siempre llegan mas arriba que nadie. Los que se van a llamar por todos nosotros. Los que meten los riñones noche tras noche cuando estamos ya descansando bajo las sabanas. Los que levantan al cielo cada uno de nuestros sueños. Los que se ciñen a la sien el costal de nuestras ilusiones del día mas grande. Los que se anudan a la cintura, la faja por la que endereza el rumbo de nuestra cuaresma y nuestro destino hasta que nos cruzamos el día de la salida y nos miramos de reojo con el fruto de la confraternidad bien aprendida.

Su esfuerzo, tesón y devoción podrán ser medidos con la vara del pragmatismo y de la asistencia a los cultos, pero nunca con la del compromiso ni la de la lealtad. Jamás su sacrificio podrá ser bien ponderado. Madres, novias, mujeres, hermanos  y familias enteras conocen el significado y el valor real de esa renuncia.

Como un buen fijador de paso palio, uno quisiera ponerse en la piel de tantos  jóvenes y (no tanto también) y aguantar el cimbreo en la revirá o la caída de la calle,  sin que cruja la espalda de su buen nombre o se mueva un ápice la verticalidad de su oficio. Al igual que podemos encender solo el cirio a la salida en Campana o en la entrada para que no se consuma y poder apoyarnos sobre él en la mañana más radiante, a ellos le puede jumear el taco  porque han lavado y usado el costal todos los días.

Su espíritu noble se enraíza con las mejores dinastías del martillo del presente y del pasado de los tiempos de los hombres del puerto. Hoy son hermanos y constituyen legión y sabia nueva de cofrades educados en la escuela de la trabajadora de los sueños y en el aula de la parihuela de ensayos. Son por su raza, docentes de puro cedro y zambrana; y al mismo tiempo catedráticos que saben el peso y el poso que tienen nuestras imágenes. Y son o deberían ser, junto al capirotero y al hermano de priostía,  especie protegida dentro de nuestras hermandades. Por ellos el quítame ese recorrido de ahora al llegar a la Plaza Nueva. ¿Donde quedó el espíritu de aquel  a los cables!?

Esta noche por el Museo o por el Porvenir o por el Plantinar, podrás oír el paso rachaeao de su firme chicotá hacia la Gloria. La mudá esta ahí a la vera de la esquina. No quieren que ya les llegue el relevo. Esta misma semana quizás. Seguro la que viene. La tienen grabada a fuego en el calendario de la epidermis de su cuello. El mismo que se calienta sólo cuando cae la tarde. Siempre en el silencio de la noche. Unas veces una  levantá al cielo. Otras a pulso. Las menos aliviando el peso. Pero siempre a golpe de martillo. Siempre tos por igual. Siempre a esta es. Siempre de frente. ¡Qué poquito queda!

Con mi admiración a los costaleros de Sevilla

Foto: Francisco Santiago










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