El Santo Cristo de Burgos. La devoción de origen castellano y leyendas varias

Francisco Santiago. Siempre que intentamos ofrecerles una crónica más amplia sobre los inicios de una devoción, nos encontramos con más de una sorpresa y, sobre todo, con más de un dato controvertido que hace difícil poner los datos en claro.

La devoción al Santo Cristo de Burgos no es una excepción, pero nadie puede dudar del arraigo que ha tenido en toda España, incluida Sevilla, y que incluso en la talla original hay diferentes versiones que incluso dan la autoría a otra imagen menos conocida popularmente llamada “de San Gil”.

La fantasía (llámese también milagro) que se atribuye a la aparición de esta imagen nos llevan al año 1184, cuando al parecer un mercader de Burgos que viajaba a Flandes, encontró en el mar un cajón que contenía una imagen de Cristo, con los brazos sobre el pecho. El mercader que era muy amigo de los Agustinos, les hizo entrega, como regalo, de la imagen, relatando la leyenda que cuando se entregó las campanas sonaron por sí mismas.

Sobre el Cristo de San Gil, del convento de la Trinidad de la misma ciudad de Burgos, también se le atribuye el origen de la devoción, aunque en esta ocasión fechada más tarde y en este caso traído por San Juan de Mata desde Roma y en esta ocasión también con el sobrenombre de “San Agustín”.

Va a ser muy difícil que podamos algún día conocer el verdadero origen y la verdadera fecha de ejecución de ambos Cristos, para eso ya están los magníficos historiadores del arte, pero no cabe la menor duda que la devoción nacida en Burgos traspasó las fronteras y no sólo las castellanas, sino extendiéndose por toda España, para coger fuerza en Andalucía (caso de Sevilla y Granada) y sembrar arraigo en Hispanoamérica y, como todo lo que la iglesia en sí nos trasmite, con sus grandes dosis de fe y devoción que sopesan lo esceptico y lo místico.