Arte Sacro
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Carta del cardenal Amigo, con motivo de la celebración, el próximo 4 de mayo, de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales


Arte Sacro. “Los medios de comunicación, en formas variadas y distintas, tienen una magnífica oportunidad para desenmascarar lo ambiguo, lo equívoco, la falacia y, por el contrario, hacer que resplandezca la verdad”. Con esta declaración inicia el cardenal arzobispo de Sevilla, mons. Carlos Amigo Vallejo, su carta pastoral con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que se celebra el próximo 4 de mayo.

“Consumismo informativo”

El prelado hispalense destaca la credibilidad y la objetividad como principales argumentos para edificar una buena información, al tiempo que denuncia el “consumismo informativo” que consiste en “quedarse en el titular, en la imagen inmediata, en la palabra escuchada a medias”. Mons. Amigo no culpa de ello a los periodistas, sino a “la superficialidad de quien ve o escucha”. Por el contrario, aconseja comparar y buscar en fuentes diversas para evitar que la distorsión deforme el mensaje.

Más adelante reflexiona sobre la suplantación que los medios de comunicación han podido hacer del papel que le corresponde a la familia, la escuela y la catequesis en la educación. En este sentido afirma que estas instituciones no deben hacer dejación de su labor educativa, y subraya la necesidad de formación “para saber utilizar adecuadamente los medios de comunicación”.

Las condiciones laborales de los periodistas

El cardenal Amigo reflexiona también sobre las difíciles condiciones de trabajo de los profesionales de la comunicación: “es de justicia reconocer el trabajo de tantos profesionales de la información, de tantos periodistas que nos ayudan al conocimiento de lo que acontece, que ofrecen su opinión, que son notarios objetivos de la actualidad. Un trabajo, por otra parte, que no siempre cuenta con unas condiciones adecuadas de remuneración, de horarios que hagan compatible la vida laboral y familiar, de la responsabilidad que supone expresar públicamente sus opiniones”.

Info-ética

“El punto de encuentro ante esa aparente contradicción entre la libertad de expresión y el respeto a las ideas y creencias de los demás, está en la ética”, afirma el prelado, que alude al mensaje del Papa Benedicto XVI con motivo de esta Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales para recordar que “son muchos los que piensan que en este ámbito es necesaria una info-ética, así como existe la bioética en el campo de la medicina y de la investigación científica vinculada a la vida”.

Concluye la carta pastoral recordando que el lema del mensaje papal –“Los medios: en la encrucijada entre protagonismo y servicio. Buscar la verdad para compartirla”-, es “un buen pensamiento para la reflexión de los comunicadores cristianos, que han de velar por la objetividad de la información y el servicio a la sociedad, por encima de cualquier otro interés”.

 

 

BUSCAR LA VERDAD PARA COMPARTIRLA

 Decían los sabios que la verdad está unida a la caridad, pues quien ha conocido el bien no puede por menos que compartirlo con los demás.

 

Se ha hablado de la caridad política, de la caridad intelectual, de la caridad espiritual. ¿Por qué no hacerlo también de la caridad de los medios de comunicación? Si la caridad consiste en repartir lo que se tiene y lo que los otros necesitan, ¿por qué no se puede buscar la verdad para compartirla?

  Una buena oportunidad

 Cuando menos, los medios de comunicación, en formas variadas y distintas, tienen una magnífica oportunidad para desenmascarar lo ambiguo, lo equívoco, la falacia y, por el contrario, hacer que resplandezca la verdad. Son medios, instrumentos que han de servir como estímulo en el conocimiento de la verdad, para poner esa luz que se necesita para ver la realidad lo más cerca y objetivamente posible.

Lejos de ayudar a hundirse en el pozo oscuro de la indiferencia, el valor de la credibilidad será el mejor apoyo para que el lector, el oyente, el espectador vaya formando su conciencia crítica, su capacidad de juzgar rectamente, su interés por conocer y valorar con buen criterio.

Mientras que lo contradictorio lleva al equívoco y a la minusvaloración del comunicado, una línea de objetividad ayuda al asiento y estima de la información.

Como una cosa es la diversidad de opiniones y otra el relativismo, que vacía de seguridad cualquier criterio, el comunicador se tendrá que vestir con esa túnica tan noble de la lealtad a lo que es justo, verdadero, objetivo.

También hay una forma de consumismo que podemos llamar informativo. Es decir, la de quedarse en el titular, en la imagen inmediata, en la palabra escuchada a medias. De ello no tiene culpa el periodista ni el locutor, sino la superficialidad de quien ve o escucha. Los titulares son como estímulo para adentrarse en el conocimiento de la noticia, no para hacer aforismo incuestionable.

Si la distorsión lleva a deformar, no sólo la imagen sino también la palabra, habrá que aplicar los ajustes de la comparación, buscar en fuentes diversas, ser fieles a la verdad conocida y contrastada.

 

En la escuela de la verdad

Parece un tanto exagerado decir que los medios de comunicación han suplantado a la escuela, incluso a la familia y, por supuesto, a la doctrina y catequesis de la Iglesia. Pero, aunque la afirmación esté sobredimensionada, de lo que no cabe duda es que el colegio, la casa familiar y la Iglesia no deben hacer dejación de su inexcusable labor educativa.

También la escuela, la familia y la iglesia, tienen que ser cátedras donde se aprenda a usar estos medios, y a servirse de ellos con sentido crítico, para estar objetiva y suficientemente informado, para ganar en conocimiento, para abrirse a unas dimensiones universales.

Imprescindible, por tanto, es la necesidad de formarse para saber utilizar adecuadamente los medios de comunicación, pero también para quienes los hacen y manejan. Sin buenos maestros, que han de ser los profesionales de la comunicación, será muy difícil contar con alumnos aventajados, que sepan hacer una lectura crítica de lo que oyen y de lo que ven. Al trabajo del buen profesional responderá un espectador crítico, pero agradecido a la información que se le facilita.

Es de justicia reconocer el trabajo de tantos profesionales de la información, de tantos periodistas que nos ayudan al conocimiento de lo que acontece, que ofrecen su opinión, que son notarios objetivos de la actualidad. Un trabajo, por otra parte, que no siempre cuenta con unas condiciones adecuadas de remuneración, de horarios que hagan compatible la vida laboral y familiar, de la responsabilidad que supone expresar públicamente sus opiniones.

 

Libertad y ética

Con motivo de unas viñetas sobre el Islam y las reacciones violentas que provocaron, la oficina de prensa de la Santa Sede publicó una nota en la que decía que el derecho a la libertad de pensamiento y de expresión, no puede implicar el derecho a ofender el sentimiento religioso de los creyentes.

El punto de encuentro, ante esa aparente contradicción entre la libertad de expresión y el respeto a las ideas y creencias de los demás, está en la ética. Es decir, en la conducta moral, en un comportamiento que responda a lo que son los valores incuestionables de la dignidad y de los derechos de la persona, como pueden ser los de la verdad y la consideración a sus creencias.

Como nos ha dicho Benedicto XVI, "Cuando la comunicación pierde las raíces éticas y elude el control social, termina por olvidar la centralidad y la dignidad inviolable del ser humano, y corre el riesgo de influir negativamente sobre su conciencia y sus opciones, condicionando así, en definitiva, la libertad y la vida misma de las personas. Precisamente por eso es indispensable que los medios de comunicación social defiendan celosamente a la persona y respeten plenamente su dignidad. Son muchos los que piensan que en este ámbito es necesaria una "info‑ética", así como existe la bioética en el campo de la medicina y de la investigación científica vinculada a la vida.

Los medios de comunicación pueden ser una gran ayuda a esta formación ética, en la que los más estimados valores de la persona desencadenan un comportamiento virtuoso, en el mejor sentido de rectitud humana y coherencia con un pensamiento que busca sinceramente la verdad.

También los medios de comunicación pueden contribuir, deben ayudar, al verdadero desarrollo humano, intelectual, ético y cultural de la persona, que, al fin y al cabo, es quien hace, usa y disfruta esos medios de comunicación

 

Posibilidades no faltan

Tienen en sus manos la posibilidad de influir en la opinión y conducta de las personas. Pueden conducir hasta el camino que lleva al encuentro con la verdad. Son un buen espacio donde se defiende la paz y se educa para una buena convivencia entre hermanos, facilitan el entendimiento recíproco, el intercambio de ideas, el diálogo intercultural y religioso, los muchos aspectos y proyectos de la solidaridad.

"Los medios: en la encrucijada entre protagonismo y servicio. Buscar la verdad para compartirla". Este es el lema de la Jornada de las comunicaciones sociales, de este año. Un buen pensamiento para la reflexión, sobre todo de los comunicadores cristianos, que han de velar por la objetividad de la información y el servicio a la sociedad, por encima de cualquier otro interés.

Es lógico, por tanto, esperar que esa admirable red de comunicación, sirva a la humanidad para avanzar en el conocimiento de la verdad y el saber compartirla.

La caridad, el amor cristiano, no tiene fronteras. Que no las ponga ni una sistemática actitud negativa de rechazo a quien trata de informar, ni mucho menos utilizar los medios de comunicación para unas finalidades diametralmente opuestas a lo que debe ser el reconocimiento del derecho a la información objetiva y al máximo respeto a la dignidad y a las creencias de las personas.

La verdad también se comparte. Es una forma de caridad. Ya lo decía San Pablo: la caridad no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad (1Cor 13, 6).

   

                                                  + Carlos, Cardenal Amigo Vallejo

                                                            Arzobispo de Sevilla

 










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