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Liturgia. El acólito al servicio del altar. Jesús Luengo Mena


 Dentro de todos los cometidos para los que el acólito está autorizado el más propio y específico es el del servicio al altar. Describimos su ministerio.

En la procesión de entrada participará, llevando como los demás ministros las manos unidas por la palma y el pulgar derecho sobre el izquierdo a la altura del pecho. Tras la reverencia al altar ocupa su sitio en el presbiterio y allí permanece hasta el comienzo de la Liturgia eucarística, salvo que se le reclame para otros servicios.

Al acabar la Oración de los fieles se dirige al altar con el cáliz vacío, el purificador, la patena con el Pan, la hijuela si se usa y el corporal. Si no hay otro llevará las vinajeras y el copón con hostias para ser consagradas si procede.

Extiende el corporal sobre el altar y coloca cerca el cáliz y la patena, pero no los pone sobre el corporal ya que esa acción corresponde al presidente.

Si hubiese procesión con los dones ayudará al sacerdote. Recogerá los objetos que le entregue el sacerdote y los pondrá en el sitio adecuado.

Cuando sea el momento, desde el lado derecho, acerca la vinajera del vino con su mano derecha ofreciendo el asa al sacerdote. La retira con su mano izquierda y acerca la del agua de la misma manera. A continuación se retira al extremo derecho del altar y procede al rito del lavabo, que recordamos no es optativo aunque muy frecuentemente se omita –si hay incensación de las ofrendas esperarán hasta que termine–.

Si hay dos, uno de los acólitos sostiene el aguamanil –jarro con el agua– y la jofaina –vasija para recoger el agua del lavabo– y otro la toalla, llamada manutergio o cornijal. Después se retira a su sitio y ya no interviene más hasta la comunión salvo que sean requerido para otra acción –sostener un micrófono o un libro–. Loa acólitos, mientras están sentados, deben tener las manos extendidas sobre las rodillas.

Puede tomar el copón del sagrario si se va a usar, haciendo genuflexión, y colocarlo abierto en el altar para que el sacerdote lo coja y asimismo acompañar al sacerdote con la bandeja de comunión mientras la reparte. Si como ministro extraordinario de la comunión tuviese que repartirla lo harán según el rito establecido, o sea, mostrando la hostia a los comulgantes y diciendo “El cuerpo de Cristo”. Al acabar, coloca el copón de nuevo en el sagrario, haciendo genuflexión al terminar.

Tras la comunión y mientras el sacerdote permanece sentado un acólito procederá a doblar el corporal y hacer las abluciones, en la credencia o al acabar la misa. Esta acción no es propia del presidente y debería realizarla siempre el acólito (o diácono). Una vez despejado el altar se retira a su sitio. Inclina la cabeza al recibir la bendición y al terminar la Misa participa en la procesión de salida de igual forma que en la de entrada.

Jesús Luengo Mena










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