Arte Sacro
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Una caricia a Cristo. Isabel Serrato Martín.


 A Enrique Garrido y David Garrido, compañeros de tramos de esta vida.

En el dintel de la puerta, sin cubrir, sin palermos, sin varitas de fiscales o mayordomos, sin distinción alguna por llevar pabilo en la mano… nada nos hacía diferentes, y no éramos iguales. El cuerpo de Diputados de Tramos de San Benito, aguardaba en el dintel de la parroquia, esperando, el segundo relevo, que nos llevaría a portar al Cristo de la Sangre , en su Vía-Crucis, por las calles de mi Calzada eterna.

El corazón nos mandaba deleitarnos en el momento, si miraba atrás, Cristo se me hacía dormido, si quedaba quieta en mí privilegiado lugar, sus pies, su clavo, me partían el alma. El corazón nos mandaba deleitarnos, despacito con Cristo, que ni tan sólo se desvele.

Así, sin comprensión alguna, todo un cuerpo de hermanos, cupieron a lo largo de su Cruz. El relevo, nos llevaba hasta la calle de su Madre, justo en su azulejo, dejaríamos a Cristo, para que un mal llamado grupo de mujeres, lo portara en nuestro lugar. Pero el cuerpo de Diputados no quiere desprenderse de Él.

Rezagados, muchos, nos quedamos a la altura del INRI, todo un grupo de manos, para un lugar más reducido. Llega el siguiente relevo, costaleros del Señor de la Presentación , “éstos ya nos largan de aquí”.

Así fue, no podíamos acapararlo más, teníamos que entender, que en ese momento comenzaba nuestra labor de Diputados, que habíamos abandonado como en un sueño. Nuestra labor, servir, servir y servir, nunca ser servido, nunca ir en un lugar para degustar el andar costalero, quien piense eso, en San Benito, se equivoca.

Tan sólo nos pudo el corazón, no queriendo soltar a nuestro Cristo. Era nuestro, de nadie más. La Cruz , nos unía más. Unía a un cuerpo de Diputados más unido que nunca. Dándole paso a mi hermano costalero, a quien desde aquí le pido colaboración en todas las hermandades con el cuerpo de nazarenos, dándoles paso a ellos, el cuerpo de Diputados se despidió de Cristo. Sé, que a lo mejor mi gesto no es el acertado, quizás ya me da igual, soñar y que Él te cumpla cada sueño, me da esta libertad de pensamiento.

Al retirarme de su lado, porque de su camino no me retiraré nunca, puse mi mano izquierda sobre la mano derecha, atravesada por un clavo, de mi Cristo de la Sangre. Así te quise decir de nuevo, que te quiero, Cristo, y a la misma vez, soñé, que salías a la calle, con mi caricia, en tu mano. A la calle, con la caricia de quien te ama…

Foto: Francisco Santiago. 










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