Antonio Bustos divagó por las creencias marianas de Sevilla en el pregón de la Divina Pastora

Francisco Santiago. Que el pregón de Antonio Bustos en la Hermandad de la Divina Pastora de la calle Amparo iba a ser todo un acontecimiento estaba asegurado. Que la introducción de Antonio Muños Maestre iba a tener categoría, igualmente se esperaba.

En el atril de la capilla de la calle Amparo se dieron cita dos vertientes pregoneras más que consagradas, por un lado la juventud y sosiego de Antonio Muñoz, meditando y evocando cada una de las palabras surgidas de sus labios.

Por otro, la sagacidad elocuente de Antonio Bustos, maestro de la palabra, canónigo del pensamiento hecho frase, malabarista de las comparaciones y metáforas. La capilla de la Divina Pastora tuvo otro de los días que no serán olvidados y que pasarán a ser parte de sus anales históricos, porque Antonio se trajo consigo el Arenal, el Viernes Santo y hasta el Rocío, logrando meter cada una de las devociones en la Capilla pastoreña, catedral de devoción primitiva e histórica que desde hoy rinde culto a su Titular con el Triduo en su honor.

Un solo nombre para dos grandes de la literatura cofradiera, Maestre y Bustos y viceversa…  lo que es lo mismo, la experiencia sin edad hecha Gloria.