Icono del Icono. Pedro Manuel Fernández Múñoz.

Antonio Díaz Arnido, Sevilla 1976. En el número pasado de nuestro boletín comentamos brevemente la obra y trayectoria de este autor con motivo de la bendición de la pintura de la Venerable Madre Sor María de la Purísima, que había realizado para nuestra hermandad. En esta ocasión lo traemos a nuestras páginas para comentar la pintura que ha realizado para la portada del presente número del boletín.

Se trata de una tabla de 28 x 36 cm, de madera con base de estuco que presenta el retrato del rostro de la Virgen de la Amargura, utilizando técnicas mixtas y haciendo incluso uso del grafito y del rayado de la superficie. Aparecen derramados los colores de esencia amargurista, rojos y blancos, en plural, … y la luz.

La luz junto con el rostro del simulacro de Nuestra Señora son los protagonistas de la obra. Es una pintura con fondo; gracias a esa luz de Díaz Arnido, precisa y preciosa, adquieren corporeidad los volúmenes del gesto y “amanece” la definición concreta del rostro asomando entre las vestiduras abocetadas, entre las manchas. Consigue atrapar la esencia divina de la esencia de la Virgen, poseyéndola también la tabla. Capta de la imagen de la Amargura el aura que emana, y a su vez la proyecta, … y enamora.

La obra es un icono de un icono, la imagen sagrada de otra imagen sagrada. Con la imagen de la Virgen de la Amargura podríamos aplicar lo que dice Bouyer en cuanto a que no es arte meramente religioso, sino sagrado puesto que “busca y consigue hacer sensible lo invisible detrás y a través de las formas de lo visible” haciéndonos presentes la grandeza y la trascendencia.

Díaz Arnido consigue reproducir en su tabla esta dimensión sagrada de la Imagen de la Virgen, poseyendo la reproducción también, (al igual que el original), lo que los griegos llamaban el “thambos”, una suerte de sentimiento reverencial que inspira a los que lo contemplamos, o dicho de otra forma ha creado una imagen que participa de la unción del original.