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Puerta Osario. Auxiliares. Álvaro Pastor Torres


 El culebrón A&A (Amigo y Asenjo, nombrados por orden prelación en el escalafón de la Santa Madre Iglesia), o bien según otros A vs. A –¡vaya como estoy hoy de anglófilo, perdón doña Maribel, vive la France, siempre, vive la liberté!- sigue dando que hablar. Primero fue el gol por la escuadra que le colaron al cardenal hace justamente un año y un día con el nombramiento de un coadjutor –o gol en propia puerta según hemos  escuchado tantas veces, y hasta leído en las letras apostólicas, aunque pocos tantos ha marcado un portero en su meta sacando él mismo desde el córner, pero bueno-; después la cohabitación silenciosamente chirriante con mucho juego subterráneo propio de laterales leñeros, y por último el rápido envío del purpurado al banquillo en el segundo 12 del tiempo de descuento, aunque el árbitro suplente – apellidado Misericordia Fraternal- sacó el marcador luminoso anunciando mes y pico de prórroga.

Pues ahora los vaticanistas –rumore, rumore-, los blogueros, y hasta los soplos de sacristía con aguamanil, cajoneras y cenicero bien repleto de colillas, apuntan que puede venir a Sevilla un obispo auxiliar para monseñor Asenjo, no sabemos si incorporado de serie (roucal) o como extra. Es verdad que el flamante arzobispo residencial tiene ya 64 años, edad con la que la mayoría de los trabajadores están a punto de jubilarse, salvo que sean picadores o banderilleros, que entonces llevan ya dos lustros de descanso, o empleados de banca, en cuyo caso puede hacer la tira de años que anden jugando al dominó y tomando café a diestro y siniestro.

El último auxiliar que recaló por Sevilla, en tiempos de Bueno Monreal, entre 1973 y 1980, fue Bellido Caro, obispo titular de Muzia (a los auxiliares se les asocia generalmente al nombre de una diócesis histórica ya desaparecida), y más tarde primer prelado del nuevo obispado de Asidonia-Jerez. Si después Amigo pidió alguno, éste nunca llegó.

Entre los obispos auxiliares de Sevilla ha habido de todo: un beato, Marcelo Spínola; un afrancesado que cantaba las bondades del intruso José I Bonaparte, Muñoz y Benavente; otro sin embargo muy patriota, Juan Acisclo de Vera; dos marqueses, otra vez Spínola y Gabriel Torres de Navarra y Monsalve; un “desterrado”, Román y Linares, que tras pedir clemencia para los liberales ante Fernando VII acabó como obispo auxiliar de Canarias de donde estuvo a punto de no volver por culpa de dos encuentros con los piratas y otros tantos naufragios, y hasta un marchenero, el agustino Juan Lasso de la Vega, obispo titular de Filadelfia… con lo lejos que queda eso del arco de la rosa.

Publicado en El Mundo de Andalucía, Edición Sevilla, el Sábado 14-XI-2009

Foto: Juan Alberto García Acevedo.










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