Arte Sacro
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Medicina y Devoción. Antonio Gila Bohórquez.


 ¿Qué pensáis cuando cruza vuestro horizonte visual la talla del Cristo de la Buena Muerte de la Hermandad de los Estudiantes? ¿Y al pasar el reguero fúnebre y siniestro del Cristo de la Fundación ? ¿Qué imagináis al observar el talón forzado del Gran Poder? ¿Y el tórax del Cristo de la Expiración de la Hermandad del Cachorro? ¿No os ha impresionado la caída dulce y ligera del Cristo de la Salud de San Bernardo? ¿O la atenta mirada ascendente del Cristo de las Misericordias de Santa Cruz? ¿No os habéis parado a pensar por qué Nuestro Padre Jesús de la Oración en el Huerto, sangra de manera profusa cuando aún no le han puesto la Corona de Espinas? ¿O el Cautivo de Santa Genoveva? ¿Qué me decís de las rodillas del Santísimo Cristo de la Providencia de la Hermandad Servita ? ¿O la musculatura portentosa y áspera del Cristo del Amor? ¿Y la marcada curvatura sin precedentes del Santísimo Cristo de la Expiración de la Hermandad del Museo? ¿No os ha conmocionado la espalda del Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia?

Tan idílico puede resultar el estudio anatómico de las tallas que procesionan por nuestras calles, que el aprovechar los momentos en los que el Sol incide directamente sobre sus líneas, nos puede mostrar detalles que engrandezcan aún más nuestra pasión exacerbada por esa imagen. O cuando las sombras marcan los perfiles delimitados de la musculatura, las manos, los tobillos, las rodillas o las costillas en el tórax.

 Lógicamente, el conocimiento que tengamos sobre ello, será lo que influya en cómo vemos a la imagen. Si la observamos con unos ojos de indiferencia, probablemente no lleguemos a conocer lo que guarda verdaderamente la talla. Pero si ahondamos en aprender los aspectos más relevantes de lo que en Medicina llamamos, la Fisionomía Humana, llegaremos a la conclusión de que TODAS las imágenes, procesionen o no, guardan no sólo una correlación común respecto a estructuras anatómicas, sino igualmente, secretos particulares que nos trasladan a la historia íntima de su autor.

Ejemplo de ello, es el rostro de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder. Todos conocemos rasgos peculiares como la rotura del tímpano izquierdo (detalle que el autor ha querido plasmar con el sentido de dureza y traumatismo en su Pasión), o las múltiples manchas equimóticas (hematomas) que aparecen en frente y mejillas (que han querido simbolizar el maltrato facial). Pero si nos centramos en un detalle característico como es la espina que atraviesa la ceja, en un primer momento, nuestro pensamiento se detiene y analiza la situación: al enclavar la Corona, una de las espinas llegó hasta el borde ciliar (parte superior de la ceja), y se incrustó en el tejido subcelular. Sin embargo, y gracias a la historiografía actual, se sabe que los autores que retrataban esta reseña hacían referencia a su incapacidad para tener descendencia, y plasmaban ese hecho “traumático” en las imágenes devocionales que creaban.

Este es un ejemplo claro de los muchos que recorren la historia de nuestras tallas.

La Medicina en nuestros días, ha conseguido alcanzar unos niveles en los que el conocimiento se ha hecho muy extensible a otros ámbitos, como puede ser el artístico. Los alumnos de Bellas Artes han de tener unos conocimientos básicos sobre Anatomía Humana. Pero así como la expansión médica ha llegado a niveles extra-científicos (medicinas opcionales), también ha tocado otros ámbitos como el de la restauración. Y por ello, y gracias a técnicas radiológicas que se emplean para el estudio de elementos óseos y cavitarios en el ser humano, la radiología ha llegado a descubrir las entrañas de nuestras imágenes.

Ya no es sólo el componente externo. El impacto que la imagen nos pueda crear, puede ahora ser visto desde dentro.

La técnica empleada es la denominada Radiografía Simple. Consiste en un fenómeno físico, en el que unas partículas, denominadas fotones, impactan sobre la talla, y plasmándose en un “chásis” (placa radiológica) generan la imagen.

Todo es, obviamente, mucho más complejo. Pero simplemente intento haceros ver, como los límites inter-disciplinares se están disolviendo, y tallas que provienen del siglo XIV, XV o XVI están presenciando actualmente sorprendentes avances para descubrir todo sus secretos.

Cuando te encuentres con una imagen, y se cruce en tu mirada la duda de si lo que estás viendo es real o no, asómate a su anatomía, estudia y observa la línea imperfecta de sus trazos, y una vez hayas alcanzado el éxtasis de admirarla más allá de su superficie, adéntrate en imaginar, qué pensaba su autor y cuál fue su expresión una vez terminó lo que en su cabeza estaba escrito. Te aseguro que es, entonces, cuando has cruzado el límite de la Medicina.

Nota: artículo aparecido en el Boletín de la Facultad de Medicina.

Fotos: Francisco de Borja Cordero Murillo y Francisco Santiago.










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