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Puerta Osario. Delicatessen. Álvaro Pastor Torres


 Para los que empezamos a peinar canas – aunque tengo compañeros de clase y hasta de pupitre que blanquearon ya de la azotea in illo tempore- esta voz inglesa, que en realidad procede del rudo alemán (delikatessen), puede significar dos cosas: una película harto peculiar que tuvo su predicamento, y de la que todos recordamos algunas escenas, o bien una tienda de comida selecta para sibaritas donde dan unas estocadas que ni Paco Camino y El Fundi en una sola pieza las mejoran.

Como en tiempos de crisis no es plan de ir por ahí derrochando, vamos a hacer hoy una guía de ocultas delicatessen sevillanas, secretos templos de aprovisionamiento gastronómico con calidad contrastada a prueba de clavadas. Y empezaremos por un alimento de primera necesidad como es el pan. Lo mismo que en los calentitos (vulgo churros) hay dos observancias principales, curiosamente junto a sendos arcos, el del Postigo y el de la Macarena, con el pan sucede lo mismo, pero en dos puertas de la vieja muralla que tiraron los “progres” decimonónicos y aún permanecen vivas en el subconsciente colectivo: las de la Carne y Carmona. Para unos los mejores bollos y vienas son los del Horno Las Doncellas, santificado por la música clásica que siempre suena allí; para otros en cambio los que vende una amabilísima chica casi enfrente de la ventana que deja ver al  Cristo de la Salud y el Buen Viaje de San Esteban. También se dejan comer sus empanadas: atún con pisto, carne o roquefort con jamón de York, según la que toque hacer ese día.

Para las regañás y los picos ya hay que coger el coche y subir hasta “la plaza” por antonomasia de Castilleja de la Cuesta, feudo santiaguista de tonalidad colorada en el que tiene plantado su bastión celeste y chorreón mi compadre Antonio, zapatero de profesión, no de apellido. Allí, los hermanos Prieto venden picos y regañás con el sabor único que da el haber sido tostados en el mismo horno que las tortas de aceite y las bizcochadas.

Las papas fritas hay que buscarlas en la calle Goya, junto al campo del Sevilla. Un ajado cartel anuncia que en tiempos se llamaron La Estrella; hoy en sus envases pone Aixalag (léalo al revés). Ni el local ni el dueño tienen desperdicio. Vayan con tiempo pues pueden enredarse en agradable tertulia.

Y para una buena provisión de tintos, quesos, conservas y patés siempre nos quedará Portugal: Tavira, Olhao, Faro… un poquito más allá del santuario de las toallas que atiende al nombre de Vila Real de Santo Antonio.

(Y un aviso gozoso: el miércoles ya estará colgado en el torno de Santa Inés ese cartel tan esperado que reza “Ya tenemos pestiños”).

Publicado en EL MUNDO de Andalucía, Edición Sevilla, el Sábado, 13-II-2010










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