Arte Sacro
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SMS / Tercer Tramo. Atribuciones. Álvaro Pastor Torres


 Ya he contado alguna vez en estas páginas que en las aulas de la antigua fábrica de tabacos, con el siempre recordado Juan Miguel Serrera, aprendí más de Semana Santa que si hubiera hecho un máster a base de DVDs con entradas en Campana, estampitas de mesa petitoria, marchas de agrupata, prensa violeta y programas de radio con chismorreos de sacristía, que son hoy las fuentes primarias del frikismo cofrade.

Y eso que la asignatura del bueno de Juan Miguel era Arte Clásico, pero para eso ya decía que estaban los manuales de Blanco Freijeiro y García Bellido. De las muchas sentencias que pronunció en clase hoy me vienen a la mente dos, que lo mismo valen para un roto que para un descosido: todo está por hacer y todo se parece a todo.

Todo está por hacer: la investigación histórica no se cierra con la publicación de un documento o un libro, por mucho prestigio que tenga su autor. Siempre hay cabos sueltos que atar, documentación que aparecerá antes o después y nuevas visiones que darán un giro a teorías tradicionales que hoy parecen irrefutables. Por ejemplo, ni el estudio de Montañés se cerró con Hernández Díaz ni el de Roldán con Bernales Ballesteros, otro exquisito en la transmisión del conocimiento. Repetir como papagayos lo que dicen los clásicos sin molestarse siquiera en acudir a las fuentes originales para ver si es verdad lo que ellos leyeron –o quisieron leer o creyeron leer… o les interesó leer- da lugar a eso tan habitual de “bienaventurados los que me copian sin citarme porque de ellos serán mis fallos”.

Y todo se parece a todo: atribuir una imagen a un autor porque el entrecejo es como el de otra talla o por unos rasgos semejantes de policromía me parece temerario. En el siglo XIX, cuando aún no se había descubierto a un tal Juan de Mesa, todo lo bueno era de Montañés. Ahora pasa lo mismo, pero con la Roldana, hija del gran Pedro y esposa sufrida del golfo de Luis Antonio de los Arcos.

Si habiendo “papeles” puede no estar clara la adscripción de una imagen de Cristo (recuerden si no lo que pasó con el Señor orante de Montesión), no digamos la de una Dolorosa, que al fin y al cabo no es más que una mascarilla con un par de manos. Y si a eso le añadimos los cambios de candelero, lágrimas, policromía y los caprichos añadidos por el vestidor de turno –cuando no los retallados descarados, y ahí están las fototecas para ver la Virgen del Valle o la Esperanza de Triana- la atribución puede ser ya casi un acto de fe.

Publicado en EL MUNDO de Andalucía, Edición Sevilla  Domingo 14-III-2010

Foto: Álvaro Pastor Torres










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