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Opinión. El Jueves Santo. El Diputado de Cruces.


Los acontecimientos ocurridos alrededor de las propuestas de reordenación del Jueves Santo (retraso general de 20 minutos e intercambio de posiciones de las hermandades de La Exaltación y Monte-Sión) son un compendio de los males que acosan a nuestra Semana Santa y que la están poniendo en un grave peligro de desnaturalización. Vaya por delante mi opinión: si los Oficios son inamovibles (algo que se puede discutir), me parece muy bien lo del retraso (mejor que esperar parados a que se abran las puertas de la Catedral) y el cambio es lógico y natural, aunque me sorprende que la hermandad de Santa Catalina lo haya aceptado, porque significa perder un segundo lugar que creo es siempre más deseable. Como están las cosas, entiendo que es mejor ganar las tardes que sufrir las noches, aunque aquí se ha recurrido a aplicar un criterio que, insisto, siempre en mi opinión, debiera llevarse a rajatabla: que las hermandades, en lo posible, pasen por la carrera oficial en orden inverso a la proximidad de sus iglesias a la Catedral, es decir, mientras más alejada esté la sede de la cofradía del  templo catedralicio, antes tendrían que llegar a este último y así adelantar la hora de entrada.

Me explico en lo de los males. Por un lado, las hermandades del Jueves Santo se reúnen sin contar con el Consejo General, molestas al parecer porque de parte de éste se ha preguntado en Palacio sobre la posibilidad de celebrar los Oficios por la mañana (o, al menos, adelantarlos). “No en nuestro nombre”, han dicho, cuando no hace tanto todos hemos hablado de la conveniencia de volver a los Oficios mañaneros en la Catedral (en los demás templos pudieran celebrarse por la tarde, si así lo desearan los feligreses y las comunidades parroquiales o religiosas), para así darles aún más realce y, además, demostrar que las estaciones de penitencia del Jueves Santo (las únicas, junto a las de la Madrugá que se realizan ante el Monumento albergando al Santísimo Sacramento, el origen real de dichas estaciones de penitencia) tienen la importancia que realmente merecen. Pero no, los que se creen los dueños del día (al igual que los del Sábado Santo o los de las otras jornadas, olvidando que éstas son de la Semana Santa, es decir, del pueblo y de la Iglesia de Sevilla), se enfadan porque el Consejo inicia las gestiones y se reúnen entre ellos, de espaldas al organismo que, teóricamente, debe organizar y gestionar todo lo relacionado con las procesiones. Y, además, con cierta prepotencia (por no escribir chulería), porque, según uno de los hermanos mayores (el mismo que soltó aquella ya inolvidable frase de la cartera), “nosotros nos reunimos cuando queremos y no tenemos que pedir permiso a nadie”. Claro que no, pero….

Por otro lado, nos encontramos con un Consejo General desbordado, incapaz de sacar adelante ninguna iniciativa, ni siquiera de intentar preparar alguna, víctima de continuas filtraciones internas e interesadas, pagando claramente un proceso electoral ganado a la autollamada y autoproclamada ortodoxia cofrade y pidiendo a voces y cuanto antes unos nuevos estatutos cada vez más necesarios, pero cuyos adelantos producen auténtico miedo. ¿Y cuál es su reacción? ¡Amenazar con el CECOP!  Aparte de demostrar impotencia por tener que recurrir a alguien externo, le sigue dando más poder a ese organismo, que debiera, salvo en casos claros de salvaguarda de seguridad ciudadana y siempre con luz y taquígrafos, estar al servicio de esos ciudadanos (de todos) y no al revés, como está ocurriendo más de una vez con las hermandades y cofradías. Si se decide que el Jueves Santo se retrase 20 minutos, pues el CECOP (repito, salvo que haya algún tema de seguridad y siempre explicándolo con toda claridad) se dedica a organizar los servicios de acorde con ese nuevo horario y ya está. No hay más. Pero el Consejo, con tal de intentar salvar los muebles, de una manera ridícula le da una importancia que no debiera tener. Lo dicho, ¡estatutos ya!

Y, por último, la hermandad de Monte-Sión. Bueno, algunos de sus hermanos, parece que de los que tiene cierta antigüedad. Para una vez que una junta de gobierno se pone a pensar en su cuerpo de nazarenos, en intentar evitarle parones innecesarios, en hacer menos dura la salida penitencial, en adelantar en lo posible el horario de recogida de la cofradía (vamos, lo más natural del mundo), surgen voces de entre los hermanos en contra de ella. Se esté intentando o no cobrar alguna vieja deuda, como he leído por ahí, algo que desconozco totalmente, han aparecido argumentos que creía superados: la antigüedad (cual cuerpo funcionarial) o su sinónimo, la tradición, aquello de “esto ha sido siempre así” (¿no se puede mejorar?), de “el que no quiera parones que no salga” (¡toma ya solidaridad con tus hermanos!) o de “que se atrase la Madrugá” (algo a todas luces no razonable a día de hoy) y similares. Es cierto que los hermanos no tendrían que haberse enterado del asunto a través de la prensa (aunque ya se sabe que en estos tiempos las filtraciones están a la orden del día, pues parece que algunos piensan que contando “primicias” se van a ganar el favor de la cada vez más poderosa e influyente prensa especializada) y que esto hay que ponerlo en el debe de la junta, incluso protestando con dureza, pero de ahí a cuestionar un cambio que beneficia a toda la hermandad hay un abismo.

En fin, ya ven, los valores cristianos (“amaos los unos a los otros”) siempre por delante. ¿Y dicen que no tenemos que estar preocupados?

diputadodecruces@gmail.com; diputadocruces@yahoo.es

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