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Liturgia. La misa estacional del Obispo. Liturgia Eucarística (I). Jesús Luengo Mena


 Terminada la oración universal, el obispo se sienta y recibe la mitra. Los concelebrantes y el pueblo igualmente se sientan. Entonces se comienza el canto para la presentación de los dones, que se prolonga por lo menos hasta que los dones sean colocados sobre el altar. Los diáconos y acólitos colocan en el altar el corporal, el purificador, el cáliz y el Misal. Luego se traen las ofrendas. Es conveniente que los fieles manifiesten su participación trayendo pan y vino para la celebración de la Eucaristía, y también otros dones con los que se ayude a las necesidades de la Iglesia y de los pobres. Los diáconos o el mismo obispo reciben las ofrendas de los fieles en un lugar adecuado. Los diáconos llevan el pan y el vino al altar, lo demás a un lugar apropiado, preparado con anterioridad.

El obispo va al altar, deja la mitra, recibe del diácono la patena con pan, y con ambas manos la eleva un poco sobre el altar, diciendo en secreto la fórmula correspondiente. Luego coloca la patena con el pan sobre el corporal. Entre tanto, el diácono vierte vino y un poco de agua en el cáliz, diciendo en secreto el agua unida al vino." Después el obispo presenta el cáliz, que tiene con ambas manos un poco elevado sobre el altar, dice en secreto la fórmula establecida, y luego, deja el cáliz sobre el corporal, y el diácono, si se requiere, lo cubre con la palia. Después el obispo, inclinado en medio del altar, dice en secreto acepta, Señor, nuestro corazón contrito.

En seguida, el turiferario se acerca al obispo, el diácono le presenta la naveta, y el obispo pone incienso y lo bendice. Después el obispo mismo recibe del diácono el incensario, y acompañado por este, inciensa las ofrendas, el altar y la cruz, como lo hizo al principio de la Misa. Terminada esta incensación, todos se ponen de pie, el diácono desde un lado del altar inciensa al obispo, el cual está de pie y sin mitra; luego a los concelebrantes y después al pueblo. Téngase cuidado de que la monición Orad, hermanos, y la oración sobre las ofrendas no se digan antes de que haya terminado la incensación.

Una vez incensado el obispo, que se encuentra a un lado del altar y sin mitra, se le acercan los ministros con la jarra del agua, la palangana y la toalla. El obispo se lava y se seca las manos. Si es necesario uno de los diáconos toma el anillo del obispo. Mientras éste se lava las manos dice en secreto: “Lávame, Señor, mis culpas”. Una vez que ha secado las manos y colocado el anillo, el obispo regresa al centro del altar. El obispo, de cara al pueblo, extendiendo y juntando las manos invita al pueblo a orar, diciendo: “Orad, hermanos”. Una vez dada la respuesta “El Señor reciba de tus manos”, el obispo, con las manos extendidas, canta o dice la oración sobre las ofrendas. Al final el pueblo aclama: Amén.

Después, el diácono toma el solideo del obispo y lo entrega al ministro. Los concelebrantes se acercan al altar y están de pie cerca de él, de tal manera que no impidan el desarrollo de los ritos y que la acción sagrada pueda ser mirada atentamente por los fieles. Los diáconos están detrás de los concelebrantes, para que cuando sea necesario, uno de ellos sirva en lo referente al cáliz o al misal. Ninguno permanezca entre el obispo y los concelebrantes, o entre estos y el altar.

Entonces el obispo empieza la Plegaria Eucarística con el prefacio. Extendiendo las manos canta o dice: El Señor esté con vosotros, y cuando dice: Levantemos el corazón, eleva las manos, y con ellas extendidas, añade: Demos gracias al Señor nuestro Dios. Después de que el pueblo respondió: Es justo y necesario, el obispo prosigue con el prefacio. Una vez terminado,  junta las manos y canta juntamente con los concelebrantes, los ministros y el pueblo: “Santo”. El obispo prosigue la Plegaria Eucarística. Las partes que dicen todos los concelebrantes a la vez, con las manos extendidas, deben pronunciarlas en voz baja, de modo que la voz del obispo se escuche claramente. En las Plegarias Eucarísticas I, II y III el obispo, después de las palabras: “con tu siervo el Papa N”, añade: “conmigo indigno siervo tuyo”.

En la Plegaria Eucarística IV, después de las palabras: “de tu servidor el Papa N.”, añade: “de mí indigno siervo tuyo”. Si el cáliz y el copón están cubiertos, el diácono los descubre antes de la epíclesis. Uno de los diáconos coloca el incienso en el incensario y en cada una de las elevaciones inciensa la hostia y el cáliz. Los diáconos permanecen de rodillas desde la epíclesis hasta la elevación del cáliz. Después de la consagración el diácono, si se juzga conveniente, vuelve a cubrir el cáliz y el copón. Dicho por el obispo: “Este es el Sacramento de nuestra fe”, el pueblo responde con la aclamación. En la Misa crismal, antes de que el obispo diga en la Plegaria Eucarística I: “Por quien sigues creando todos los bienes”, o antes de la doxología “Por Cristo”, en las otras Plegarias Eucarísticas, se hace la bendición del óleo de los enfermos, como se dice en el Pontifical Romano, a no ser que por razones pastorales, se haya hecho después de la Liturgia de la Palabra. Para la doxología final de la Plegaria Eucarística, el diácono, de pie al lado del obispo, tiene elevado el cáliz, mientras el obispo eleva la patena con la hostia, hasta que el pueblo haya respondido Amén. La doxología final de la Plegaria Eucarística la dice o sólo el obispo, o a una con todos los concelebrantes.

Foto: Juan Alberto García Acevedo










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