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A través del antifaz. El sentido de la Estación de Penitencia (II). Alberto De Faria Serrano


 Unos quinientos cofrades - más o menos-, tuvieron a bien colocarse, simbólicamente o no, ya el antifaz. Eligieron bien. Y digo bien porque en cierto modo se están preparando, como el día de la Imposición de la Ceniza nos encomendaron al tiempo de la Conversión y de la Penitencia. Es un concepto indispensable que conviene tenerlo en cuenta y no olvidarle durante toda la Cuaresma. Sobre todo para los primerizos y para todos aquellos que desde ayer, no duermen porque pensaban y siguen pensando que ser nazareno no va más allá de vestirse con su túnica correspondiente.. No se preocupen, que proseguiremos solventando cualquier dilema cofradiero que se precie en nuestra muy leal noble e invicta y mariana ciudad de Sevilla.

Dicho pues, cúbranse hermanos.

Sí, igual que ayer. Con todo aquello que se dijo del garbo, la prestancia, y la sevillanía que a todos los presentes lectores y como muy saben, les caracteriza,, Pero hoy además, si me permiten, le van añadir una pizca mas de salero trianero a la cosa, que no está reñido necesariamente, con un cierto rictus rancio de la calle Alfonso XII en su semblante, más que nada para ir entrando en ambiente. Que digo yo que si los peloteros millonarios se hacen como setecientos abdominales diarios, será por algo,

Además que la ocasión lo merece. Sí. Supongo que más de uno lo habrá adivinado. Hoy es nada más y nada menos que Primer Viernes de Marzo; un día señalado en rojo no, en morado en esas entrañables agendas invisibles que sólo se escriben en el corazón; y, como una imposición ritual ancestral, hace que nuestros pies se encaminen indefectiblemente y más temprano que tarde de la jornada, a San Antonio Abad, a San Lorenzo, a San Ildefonso. Hoy sin más dilación, nos envuelve el alma con el denso, solemne e inmemorial incienso de su morada y tomamos tanto la cruz y la amargura del Cautiverio del Señor, que maniatado nos ata en su misericordia, de nuevo, a su destino .

Por ello, hemos de sentirnos confortados y llenos de dicha dentro de nuestro antifaz; en el interior de nuestras celdas de ruan o ampulosamente anchos en nuestros templos de merino y pensar que la Estación de Penitencia que haremos en un mes y poco, es un camino de ida -y feliz vuelta- a nuestra propia Catedral, a nuestros propias ataduras vitales y a nuestras particulares e intimas preocupaciones existenciales. E igual que hoy nos plantamos de la mano de nuestros seres queridos ante el Nazareno del Silencio, ante el Cautivo de San Ildefonso o el del Tiro de Línea, el día de la Estación de Penitencia, nos postraremos de nuevo ante Él, pero a solas con Él en nuestro interior desde el mismo momento que se pise la calle, pero con la idea que cada uno de nosotros somos los examinados y los que hemos de liberarnos de nuestros propios cautiverios y de nuestras particulares condenas. Y por supuesto, cumplir nuestras promesas. De nada sirve cumplir todas las normas y obligaciones externas que marca la Diputación de Gobierno de nuestra Hermandad, si luego vamos escuchando el Llamador o Carrusel deportivo con un clandestino e inapreciable pinganillo; o si vamos demasiado atentos a conversaciones ajenas del publico cuales viles viejas el ruan o viejas el terciopelo; o vamos saludando a tod@s l@s exquisit@s chic@s y moz@s que conocemos de repente en primera fila, o vamos haciéndonos, como dicen el longhi, para ir mas cerca del paso de lo que nos corresponde.

Recuerden que somos nazarenos y nuestra imagen es la imagen de nuestra Hermandad y por extensión, la imagen que los cristianos ofrecemos a los que no lo son y estén presenciando nuestra procesión.

El hecho de ver y no poder ser vistos es además un don circunstancial que nos permite reflexionar sobre todos los aspectos de nuestra vida cotidiana y de la que evidentemente, no somos ajenos; Sí, lo han adivinado, podemos ver, pero no afinar en exceso el oído como dije antes, a no ser para distinguir en la lejanía si está sonando Margot o Mater Mea al Palio de la hermandad que nos precede. Por tanto, da tiempo, además de rezar y de cumplir el sentido penitencial de reconvertirnos personalmente con Dios y tratar de ser mejores personas en el futuro, de vernos reflejados en comportamientos y actitudes públicas.

Ya pueden descubrirse Hermanos.

Un hálito de humildad y de bondad impregnará esta transparente y traslúcida anochecida cada bocanada de aire por el Barrio de la Macarena y por el Polígono San Pablo; los cabos del cíngulo de Su Cautiverio, se anudarán a Su Sentencia y por extensión, a nuestras miradas.

A treinta y siete días para que todo el Tiro de Línea sea. Cautivo. A sus pies.

Foto: Juan Alberto García Acevedo.










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