Arte Sacro
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A través del antifaz. Alianza de Misericordia. Alberto De Faria Serrano


 Es tiempo de reencuentros. Con uno mismo. Con sus vivencias, Las remotas y las instantáneas. Con las sensaciones de antaño que el tamiz de la melancolía doran de sepia en la memoria, Y con las sensibilidades a flor de piel porque todo se renueva y se nos presenta imponente bajo las estrellas de la Judería. Por Ximenez de Enciso abajo, un jilguero trina este mediodía soleado; mejor bando profano no podría anunciar el reencuentro de la Misericordia con el aroma del barrio al que le da nombre. Se encrespan los sentidos. Se apresuran unos y se emocionan otros. Se arremolinan en las puertas de sus casas y hasta los visitantes lo notan. Se eterniza las horas hasta que caiga la tarde. Mientras, por la vereda de Agua se oye el eco de ultratumba cuya quietud impone el reclamo del vergel que añora y otrora refrescaba a sus vecinos.

Al caer la noche se atempera la impaciencia en Mateos Gago. Un murmullo indeleble proviene pesaroso  por la esquina de Fabiola como huérfana de Su mirada. Del interior de la parroquia, brota al fin el intenso mensaje de Misericordia permanente. Desciende la rampa como presuroso anhelo de la otra en forma de L. L de lealtad sagrada, Fidelidad cristiana y cofrade que se funde en la tibia brisa que le despeja el rostro. Mayores y jóvenes en pos de sus ojos. Algunos bañados en lagrimas pero enteros y serenos. La devoción antigua y renovada. Juntas sus almas y unificadas sus oraciones en cada estación. Nada mas diáfano que este mensaje de Salvación de Nuestro Señor de la doctrina de arrepentimiento de los pecados y de la necesaria renovación espiritual.

El mirto se hará unción desde cada zaguán y de cada patio; los jazmines estallarán sus inmaculados pétalos de reverencia anunciando el tiempo de su Misericordia y al entrar en el adarve almohade, la última luna del invierno y las estrellas le cobijarán como remanso de un paraíso. De su paraíso por excelencia. Símbolo de la Alianza Nueva y eterna que cada Primavera se fortalece en el barrio de la Judería.

El sábado, por los recovecos de Guzmán el Bueno y Abades, aun rezumará el candor del incienso. El candor de otra noche muy hermosa. Por la esquina de Don Remondo tampoco se habrán apagado todavía los ecos celestiales de la libertad acribillada y desgarrada del sentimiento. Cuando regrese, la iglesia en penumbra. Manifiesto esplendoroso del verbo. Luz en sí mismo. Expresión directa de su palabra; que por su Santa Cruz redimiste al Mundo.

En la altura del crucificado de las Misericordias, se comprende todo el Evangelio de Amor y comprensión de las debilidades mundanas. Porque Él entregó su vida por nosotros desde su infinita Misericordia. Sin tener necesidad de hacerlo. Su sacrificio se hace patente y bien lo entiende la Madre que en cuatro martes se postrará de hinojos a su pies; Stabat Mater.

Todo se resume en el perfil de Amor que aglutina su efigie clavada e incrustada en el Madero. En su Madero. En su Cruz. En su Santa Cruz, El mismo amor de la Misericordia de Dios hacia nosotros. Sus candelabros son alegoría expresiva que ilumina a los escribas evangélicos de su Mensaje. Ese mismo que encontrará esta noche su oasis junto a la fuente de la Plaza de la Alianza y estremecerá los cimientos de la muralla por Joaquín Romero Murube. Qué huérfanas de Misericordia se quedarán en cuatro martes.

Foto: Juan Alberto García Acevedo.










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