Arte Sacro
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  • jueves, 25 de abril de 2024
  • faltan 353 días para el Domingo de Ramos

La mañana de la ilusión. Mariano López Montes


Mariano López Montes. A primera vista pudiera perecer que nos  estamos refiriendo a la mañana de felicidad, sorpresa e ilusión del día de reyes; pero nada más lejos de aquella realidad que todos hemos recreados desde niños. Esta mañana  no se da por igual en todas las casas de la ciudad, sino que se reserva a los aledaños de San Juan de la Palma, y en esta ocasión no son tres, sino uno solo el que nos trae la ilusión con su presencia, me refiero al Herodes sevillano que ha pernoctado y vivido todo el año en un almacén de la plaza del mismo nombre.

Aunque lo pinten de  fiero vicioso y de torva moral, para esta salida inusual ha preferido la discreción en el vestir y se ha enfundado en unas telas blancas, ensabanado, obligando a sus acompañantes a que lo imiten en tan velado atuendo. Con este reservado atavío lo acompaña su séquito, también la  soldadesca romana, incluido aquel centurión negro, que por necesidades de programación se fue volviendo blanco. Se han dejado para mejor ocasión el brillo y el boato, y se ha prescindido de collares, pulseras, armaduras, cascos con cepillo de plumas y demás abalorios,  para optar por la sencillez y la discreción que impone el monarca. Es la “mudá de los fantasmas” como la conocen  los niños y no tan niños, esos fantasmas que nos aterrorizaban de niños con sus sabanas y sus cadenas y que han perdido vigencia en la actualidad  con el desarrollo y difusión de las para ciencias esotéricas. La verdad que en esta tierra en la que nos ha tocado vivir, y de la que no nos iríamos por nada del mundo, abundan los fantasmas, que para esta y muchas otras ocasiones se visten de diferentes maneras.

 La magia de esta ciudad radica en que un evento en que se muestra el trabajo del costalero trasciende aun más que el trabajo como castigo divino al que fuimos condenados, y se convierte en un acontecimiento, del cual todos disfrutamos de diferente manera: desde los costaleros que lo efectúan, el capataz que lo organiza, los gestores cofrades que lo supervisan, hasta los niños y curiosos que no dejan de sorprenderse al ver navegar tan descomunal barco sobre los adoquines de Dueñas, Gerona o Doña Maria Coronel. Dentro, casi en la penumbra de la iglesia y ajeno a todo esta algarabía, siempre se encontrará El, recibiendo el cariño, la oración y la devoción de los suyos , aquellos que visten su túnica blanca para acompañarlo, o estos  otros que lo contemplan año tras año con sus mejores galas estrenando un nuevo Domingo de Ramos.

Hay detractores de este evento, que de forma, a mi entender, algo miope, lo califican de “poco serio”, debido sobre todo a que tan atractivo,  y necesario, traslado, ha ido ganando cotas de popularidad y participación, superando con creces las exigencias estrictamente funcionales de esta faena. Creo que el valor de convivencia que suscita al auspicio de una vieja tradición, en una sociedad cada vez mas desestructurada, racionalizada y deshumanizada, justifica año tras año su celebración, sobre todo porque este viejo tetrarca de Galilea y Perea, cuyo padre, no era muy amigo de los niños por cierto, nos trae año tras año la ilusión y la buena nueva de que, dentro de dos semanas, será,  de nuevo y un año más, Domingo de Ramos.

Foto: Joaquin Galán 










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