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La tarde que volvió Nuestro Padre. María del Amor Rasero Zárraga


 El tiempo, comenzaba a correr a pasos vertiginosos desde hacía ya días. Los meses, se convertían en semanas, en pocas horas, en minutos, para volver a verle, para tenerle de nuevo en casa. El calendario, ya tenía su día marcado y hasta la hora precisa para el tan ansiado reencuentro.

La noche antes, el nerviosismo le ganaba terreno a Morfeo; todos queríamos ver al Padre, que corrieran los segundos, que llegaran las siete de la tarde del veintiséis de febrero. Y por fin, llegó; el tiempo se paró y de su mano trajo consigo al Señor.

Las siete…nunca habían deseado tanto que llegara esa hora. Los que allí esperábamos, en la plaza, contábamos cada segundo como si la vida dependiera de ellos. Hasta que las puertas, se abrieron, y como si fuera el mismo cielo, corrimos hacia ellas repletos de felicidad.

No hizo falta preguntar dónde se encontraba, fue entrar y toparnos con su mirada. Con su túnica blanca y sencillas potencias doradas, nuestro Padre allí estaba, con sus manos a la espalda atadas. Con su semblante, más dulce que antes; pero era Él, sin duda, seguía siendo el mismo de siempre.

- “¿Qué te ha parecido, hermano/a?” – nos preguntábamos unos a otros. No hacía falta articular palabra, todo nos lo decíamos con la mirada y con la sonrisa en la cara. Cuando el amor habla, no hacen falta palabras. Cuántos suspiros, cuántas lágrimas de alegría, cuántas conversaciones eternas de cada uno de tus hijos allí presentes. Había tanto amor, que flotaba en el aire, haciéndonos soñar despiertos, sin creernos aún que estabas de nuevo con nosotros. Los ojos vidriosos e ilusionados, los corazones latiendo al unísono, sonrisas de aceptación, complicidad y gozo.

¿Y aún dudáis que sea Él? Entonces, preguntadle a Ella, que desde que llegó no ha podido dejar de mirarle.

Entre abrazos de emoción, como cuando un familiar regresa a casa tras un largo periodo de tiempo, así transcurrió la tarde, la tarde en la que volvió Nuestro Padre.

A mi Padre, Jesús Ante Anás.

A mis Hermanos.

A Montero.

María del Amor Rasero Zárraga

Foto: Francisco Santiago.










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