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Provincia. Nuestra Madre y Señora de la Amargura paseó por las calles de Alcalá de Guadaíra en el LXXV Aniversario de la Fundación de su Hermandad


Manuel Pinto Montero. Con letras de oro escribió su historia el pasado sábado 26 de septiembre la Hermandad alcalareña de la Amargura en uno de los actos más esperado por los hermanos dentro de la celebración de sus primeros setenta y cinco años de vida. Durante cuatro horas Nuestra Madre y Señora de la Amargura paseó por las calles de su pueblo siendo arropada por cientos de fieles en una noche que a muchos les trasladó a la del Jueves Santo, jornada en la cual realiza Estación de Penitencia.

Pero antes de tan esperada procesión la Hermandad celebró Solemne Eucaristía en el interior de la Parroquia de San Sebastián, sede canónica de la Hermandad, siendo presidida por la Santísima Virgen entronizada en su paso de palio ocupando el presbiterio del Templo Parroquial. El arzobispo de Sevilla, don Juan José Asenjo, celebró la Eucaristía tras la cual se iniciaba la gloriosa procesión. Como si de un Jueves Santo se tratase la Virgen abandonó su Templo bajando la rampa que la llevaría a las calles alcalareñas, pero en esta ocasión sin el acompañamiento de San Juan Evangelista, pero si arropada por sus hermanos que embelesados la contemplaban. La Asociación Musical Nuestra Señora del Águila de Alcalá de Guadaíra puso sus sones tras el manto de la dolorosa con un repertorio clásico que intercalaba marchas de distintos cortes.

Con un elegante andar cruzaba la calle Cristo del Amor, dedicada al titular de la Hermandad, para dirigirse a la calle San Sebastián que se engalanó con gallardetes. A las puertas de su Casa Hermandad fue recibida con una alfombra de sales, regalo del Grupo Joven de la Hermandad del Dulce Nombre, que sólo pisaron los pies de sus costaleros. Continuó por la calle Santa Ana para desembocar en la Plaza del Barrero donde su bendito rostro se encontraba reflejado en una de las colgaduras colocadas a lo largo del recorrido. La dolorosa, que en 1940 tallara el escultor alcalareño Manuel Pineda Calderón, continuó su discurrir por la calle Mairena donde fue recibida por las corporaciones del Santo Entierro y del Rosario mientras los compases de Amarguras sonaban en una noche de ensueño.

La luna se asomó para contemplar la escena cuando la Virgen entraba triunfal en la Plazuela ante un inmenso gentío que no quiso dejarla sola en esa noche tan especial para la Hermandad. En la Plaza Cervantes la esperaba la Hermandad del Rocío cuando sonaba la marcha dedicada a la Virgen del Socorro titular de la Hermandad de Jesús Nazareno, en el lugar donde se marcan el inicio y el fin de las feligresías de Santiago y San Sebastián.

Desde este punto Nuestra Madre y Señora de la Amargura regresaba a su Casa por calles estrechas y bellas donde cada Jueves Santo es recomendable ver el discurrir de la Cofradía. La calle La Plata contempló su elegante caminar hasta que desembocó en la Plaza El Paraíso donde con sones macarenos rodeó la plaza alcalareña. En uno de los extremos una imagen con el Santísimo Cristo del Amor contemplaba el procesionar de la bella dolorosa.

Con paso lento se adentró en la calle Pérez Galdós que se encontraba totalmente a oscuras siendo seguida por una gran bulla delante de su paso de palio. A la altura de la Casa Hermandad del Dulce Nombre de María el coro de esta Hermandad hermana le rezó cantando despidiéndose la Virgen a los sones de una de las marchas de la Hermandad del Dulce Nombre mientras el Coro continuaba con los cantos. Con la luz sólo de su candelería y la luna en todo lo alto que no quería perder detalle, Nuestra Madre y Señora de la Amargura regresaba de nuevo a San Sebastián al filo de la una de la madrugada. A los sones de Amarguras subía la rampa hasta su Templo de San Sebastián despidiéndose de su pueblo que la había acompañado en este día glorioso.

Los sones de la Marcha Real y un caluroso aplauso de los fieles pusieron fin a una noche que quedará en el recuerdo de todos los hermanos de la Hermandad de la Amargura que caminó sin la compañía de San Juan Evangelista pero arropada por su pueblo de Alcalá de Guadaíra.

Fotos: Manuel Pinto Montero.










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