Arte Sacro
  • Noticias de Sevilla en Tiempo de Pascua
  • viernes, 3 de mayo de 2024
  • faltan 345 días para el Domingo de Ramos

Liturgia. La Liturgia Eucarística (I). Jesús Luengo Mena


Seguimos la serie de artículos sobre las partes de la misa abordando, en varias entregas, la Liturgia Eucarística y los ritos conclusivos.

Terminada la Liturgia de la Palabra, con la Oración de los Fieles, comienza la Liturgia Eucarística, que tendrá en la consagración su momento culminante.

Si hasta ese momento la atención estaba puesta en el ambón, a partir de ahora el centro de la celebración pasa al altar.

Esta Liturgia se desarrolla en tres momentos sucesivos, tal como Jesús hizo en la Última Cena, a saber: Tomó el pan, el cáliz –preparación de los dones–; Bendijo, dio gracias a Dios –Plegaria Eucarística y partió y dio de comer –rito de comunión–.

El altar, hasta ese momento, debería estar vacío, solo con el mantel. Las dos velas encendidas y el Crucifijo que deben estar presentes en toda misa no tienen necesariamente que estar encima del altar, pueden también estar cerca del altar, en otro lugar próximo, visible y adecuado.

La Liturgia Eucarística comienza con el pueblo sentado para la preparación de los dones, que a su vez consta de cuatro momentos.

—La procesión de los dones. No es obligatoria pero suele hacerse en los días más solemnes. Se llevan a altar, en primer lugar, el pan y el vino que van a ser consagrados. También pueden llevarse dones que se queden para el servicio o exorno del altar o bien que sean para los pobres y necesitados. La costumbre de llevar objetos que no sean para el servicio de altar se ha puesto de moda, con buena intención y como signo de pertenencia a un grupo o compromiso eclesial, pero desfigura el sentido de ese rito, folclorizándolo. Me estoy refiriendo a que, por ejemplo, los catequistas ofrecen su libro de catequesis, el coro lleva una guitarra y así sucesivamente.

Los dones los recibe el presidente de la celebración sin salir del presbiterio y los entrega al diácono o al acólito, que los colocaran donde deban. En cualquier caso, encima del altar solo se coloca el pan y el vino. Si se llevan flores, mejor dejarlas a los pies del altar.

—La preparación de los dones. Si no hay procesión de ofrendas, el acólito lleva al altar el misal, el cáliz con el purificador, la patena con la hostia del celebrante y la hijuela encima (si se usa), el corporal y la palia (si se usa). Desplegado el corporal por el diácono, presenta la patena con el pan y prepara el cáliz con el vino al celebrante. De no haber diácono, todo lo anterior lo puede hacer el acólito instituido.

Generalmente el presidente echa vino y un poco de agua en el cáliz, aunque podría colocarse en el altar ya servido. Si hay diácono, a él le corresponde prepararlo. El acólito ofrece al celebrante o diácono en primer lugar la vinajera del vino con su mano derecha y la recoge con su mano izquierda, haciendo lo mismo con la vinajera del agua, siempre con el asa mirando al celebrante.

Una vez preparados los dones, se pasa a la presentación de los mismos.

La presentación de los dones (Ofertorio)  –Bendito seas, Señor...– la realiza el presidente de la celebración y el pueblo responde «Bendito seas, Señor». Si se usa el incienso, el sacerdote pone el incienso e inciensa a los dones, la Cruz y al altar, rodeándolo. Posteriormente, el diácono o el acólito desde un lado del altar inciensa al celebrante, a los concelebrantes si lo hubiera y al pueblo, puesto en pie, con tres golpes dobles de incensario.

El turiferario hace reverencia antes y después de incensar, reverencia que no deben hacer las personas al turiferario que se les está incensando, como sucede muy frecuentemente.      

Acto seguido debe tener lugar el rito del lavabo, que no es optativo, aunque se omite muchas veces: el acólito se acerca al celebrante con la jarra, la bandeja y la toalla y echa agua en las manos del celebrante, que se seca con la toalla y la devuelve al acólito.

—La recomendación de los dones. Acto seguido el presidente se dirige al pueblo con la monición «Orad hermanos…», el pueblo se pone en pie y el sacerdote pronuncia la oración sobre las ofrendas. Todas las oraciones de la misa hay que escucharlas en pie, que es la postura propia del orante. No obstante, hay una costumbre generalizada en permanecer sentados hasta el comienzo de la Plegaría Eucarística, que trataremos en el siguiente artículo.

Fotos: Miguel Ángel Osuna y Juan Alberto García Acevedo.










Utilizamos cookies para realizar medición de la navegación de los usuarios. Si continuas navegando, consideramos que aceptas su uso.