Arte Sacro
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A los pies de la Virgen. Antonio Muñoz Maestre.


 La he mirado y el tiempo ha dejado de correr. Han desaparecido los días, las semanas, los meses transcurridos desde que el último mayo encendiera nuestras lámparas con el aceite que dura todo un año.

El Barrio solo ha sido el lienzo inmóvil enterrado en sombras que pierde su sentido si el pincel de su manto no dibuja la vida y el movimiento por las callejas. La Pasión en su reino ha quedado simplificada a ese Cristo dormido que, sin ruidos del Mundo, toco las cales con su cruz tendida a los sones de una marcha inaudible compuesta de salmos cantados por todas esas almas que le dan Nombre.

Mayo acerca el horizonte a nuestras vidas, y vemos su rostro más claramente cada mañana. Hemos recreado junto a Ella la premonición de la Gloria en su Lunes Pascual, y ya sus ojos profetizaban la inefable cercanía de las alturas. En el almacén, su paso ya es un intruso que pronto deberá ocupar su lugar, y su bosque de candelabros reclaman el fuego a la priostía para iluminar el camino al andar.

Nuevamente las almas que habitan la celestial casa mueven en aire con la fuerza de la presencia de Dios, y crean avemarías no pronunciados que anhelan tomar cuerpo y sonido en el primer rosario del Triduo.

Su jardín florecerá en la duermevela de los recuerdos. Estarán junto a ellas hermanos mayores, oficiales, hermanos, devotos que de tanto permanecer en el banco de madera más cercano a Ella, se llevaron con ellos la esencia misma de San Bartolomé y la hicieron catedral de la Alegría en las alturas.

La feligresía buscará su medalla de metal apagado y cordón carmesí. La Ciudad acudirá, casi por única vez en el año, a sentir suyo el territorio inaccesible del ayer. El alto trono se volverá alargada espiga y junco de gloria. La tarde sacará brillo del ascua de luz que le sirve de aposento, y la noche dejará en una estrella encendida el reflejo eterno de su rostro.

Y la voz de sus hijos de hoy, el recuerdo de las almas ahora presentes, cortejados por su Barrio y su Ciudad, acabarán de poner música a la copla solemne que clavará en el cielo la flecha puntiaguda de la mirada de la Madre.

A los pies de la Virgen,
postrados todos
Digamos rebosando
De amor y gozo:
Viva  María
Viva Nuestra Señora
De la Alegría.

Foto: Francisco Santiago










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