Arte Sacro
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Bordados Clarós y Dolores Fernández realizan un manto para la Virgen de San Juan de los Lagos de México


Arte Sacro. Con motivo de la procesión anual de la Santísima Virgen el próximo 15 de agosto, festividad de la Asunción de María a los Cielos, la Catedral-Basílica de San Juan de los Lagos, decidió la realización de un nuevo conjunto de manto y vestido con el que ofrendar a la patrona de Jalisco.

Se trata de una pequeña imagen de bulto redondo (33.5 cm) elaborada en pasta de caña de maíz de Michoacán que representa a la Inmaculada Concepción.

Para el proyecto, se decidió realizar un conjunto cuyo diseño uniera la tradición mexicana con la tradición del bordado en oro a realce sevillano, aportando la primera la ornamentación y formas y la segunda las técnicas en ejecución. Teniendo como eje vertebrador la temática de la Inmaculada (al ser ésta la advocación de la Virgen que nos ocupa), se decide elegir el tema de la visión de la Inmaculada Concepción Apocalíptica (muy recurrida en el arte colonial) para articular toda la iconografía del conjunto.

“Una gran señal apareció en el cielo, una mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Está en cinta y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz” (Ap 12, 1-2).

Centrándonos en primer lugar en el manto, adaptado a la silueta de todos los que conforman su ajuar (108cm de boca por 70cm de largo), parte de una cenefa perimetral el conjunto con un perfil de piezas completamente al aire para la cual se emplean joyas típicas prehispánicas, en concreto el uso de narigueras estilizadas para poder ser trasladadas al bordado. Las narigueras eran joyas para ser prendidas en la nariz, como símbolo de distinción y poder, existiendo distintas tipologías de ellas, se toman como modelo las que tienen forma de greca escalonada rematada por rayos (asociada con el sol) y las que tienen forma de media luna (asociadas a los dioses del pulque). Es por este motivo por el que se decide trasladar este elemento al conjunto, sirviendo como nexo entre la religión del mundo prehispánico y el cristianismo.

Dentro de esta greca perimetral se articula todo el conjunto del manto, simétrico en eje, pero no en motivos. A modo de toca de sobremanto (símbolo de pureza virginal) se emplea una media luna estilizada, que da paso a una triada de estrellas como símbolo de la Santísima Trinidad y al motivo central del manto, en el que se deciden colocar a modo de medallones 5 letanías lauretanas, en el centro la fuente “Fons Signatus” (Cantar de los cantares IV, 15) y a sus lados el ciprés “Sicyt Cypres in Syon” (himno litúrgico), el pozo “Puteus aquarum viventium” (Cantar de los cantares IV, 15), la torre de David “Turris Davidica” (cantar de los cantares IV, 4) y la palmera “Palma in Cades” (himno liturgico) respectivamente, reservando otras de ellas para el vestido que trataremos con posterioridad. De estos medallones entrelazados con narigueras parte un conjunto de rayos de luz sobre malla a modo de áurea de sol que irradia y simboliza esa visión de San Juan a la que nos referimos; “Una mujer, vestida de Sol, con la luna bajo sus pies y una corona de estrellas sobre su cabeza” (Apocalipsis 12.1), rayos de sol que se convierten a su vez en siete dagas o puñales, símbolo de los Siete Dolores de María.

Circunda todo el manto la serpiente antigua o dragón (Apocalípsis 12.9) “la serpiente antigua que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero”, queda sometido por María, por lo que la daga central atraviesa este símbolo del mal, la tentación y de la envidia y María se convierte en la Nueva Eva redimiendo el pecado original cometido por Eva. Enfrentada a ella en la parte del forro, aparecerá la misma serpiente pero sin ser abolida, acechando la figura del Niño Jesús en el vientre de la Virgen, que veremos representado en el vestido.

Con respecto al conjunto de vistas, se articulan en simetría una segunda cenefa que precede a la ya citada de narigueras, ésta ya se ubica en el propio soporte y toma como modelo una greca geométrica tomada de la cornisa del patio de la actual Casa de las Ciencias de Sevilla. A su vez y en cada una de ellas se insertan en un rosetón de cuatro lóbulos el sol con doble significado “Electa ut sole” (cantar de los cantares VI, 9) y la media luna como símbolo del principio femenino, opuesto y complementario al sol, que sería el masculino y que en la cosmología cristiana es Cristo.Atendiendo al resto ornamental de la pieza, se toma como modelo un conjunto de lazadas y volutas que van uniéndose entre ellas entrelazando pequeños grupos de hojas estilizadas que van alternándose con pequeñas perlas como emblema de virginidad, pureza y en distintas tradiciones, también a la fertilidad.

Centrándonos en el vestido, se proyecta a modo de saya con una gran cenefa en la parte inferior dividida en dos grecas a su vez con los mismos elementos ornamentales que en el manto, tanto en greca geométrica como en volutas para ser montadas completamente al aire, las cuales delimitan una malla de la que penden un nuevo conjunto de narigueras. Superpuesta a esta greca aparece una nueva guirnalda a modo de medias lunas de la que emergen los motivos florales que se ubican en la parte superior de la misma, a base de azucenas (símbolo de pureza) y lirios (como preludio pasionista) que sirven para dividir los tres ejes en los que se articula esta última parte del vestido, un eje central con un rosetón de ocho lóbulos en el que se inserta el Divino Infante a la altura del vientre de la Santísima Virgen de San Juan, siendo acechado en la parte inferior (parte inferior del forro del manto) por la serpiente anteriormente citada. A cada lado de este motivo central, se cierra el conjunto de letanías con la palma y la rama de olivo completando de este modo toda la iconografía elegida para el conjunto.

En cuanto a la parte técnica de la obra, la pieza será realizada sobre un soporte de moaré de máxima calidad, eligiendo los colores inmaculistas de azul para manto y blanco para vestido y forro, arquetipo de Alonso Cano y Murillo. Toda la obra será bordada en oro a realce para el que se empleará especialmente el uso de hojilla y cartulinas, con el fin de dar efectos de volumen y brillos que recuerden a la orfebrería, haciendo especial hincapié en vistas, rayos y dagas, en los que se busca dar realce y contraste con el resto de partes, las cuales irán bordadas en punto cetillo sobre el propio soporte sin relleno alguno, con la idea de dar efecto de estampado o brocatel; el uso de escamados de lentejuelas en el perfil de narigueras, con la intención de dar distintos destellos de luz o el de mosqueta doble para el soporte de los medallones, entre otros puntos que conformarán la totalidad de la pieza. Destacar por último la incorporación de malla manual en partes puntuales del soporte tanto de manto como vestido, buscando enriquecer la pieza y dar contraste de texturas.










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