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Hermandades y Conventos en Sevilla. Reyes Pro Jiménez


Las hermandades y los conventos son dos de las señas de identidad de la historia de nuestra ciudad, pero pocas veces reflexionamos sobre su relación. Y eso que, en el transcurso de dicha historia, hermandades y conventos han estado muy unidos en varias ocasiones y que aún hoy se mantienen nexos, e incluso existen ejemplos de hermandades que tienen su sede canónica en templos que son o han sido conventuales.

Poco a poco a lo largo de varios días iremos repasando algunos de estos ejemplos, de asentamiento en iglesias conventuales como sede canónica, de relación e incluso de cierta identidad monástica de varias hermandades.

Vista de Sevilla, Hoefnagel 1588 

Se ha repetido la idea de Sevilla como la Ciudad convento, incluso hasta convertirla en un tópico. La frase fue pronunciada por primera vez en 1668 por Cosme de Medici, quien luego sería Gran Duque de Toscana, cuando visitó Sevilla al parecer dijo “no es una ciudad, es una ciudad-convento” y la frase hizo fortuna. 

Mejor que los tópicos y las leyendas es la Historia, ya que es mucho más interesante, pero a veces lo reiterado popularmente y lo legendario tienen un cierto sustrato de realidad. En el caso que nos ocupa los datos históricos avalan el tópico, pues la abundancia en la Ciudad de conventos de todas las órdenes religiosas fue enorme y originada por distintas causas, generales en el contexto histórico de cada momento y específicas de los acontecimientos en Sevilla.

Sevilla fue cristianizada a mediados del siglo XIII (después de más de quinientos años de religión islámica). Este hecho comprendió una campaña militar y posteriormente en todos los aspectos de la vida de la Ciudad supuso una nueva organización: religiosa, social, administrativa, jurídica e incluso económica mediante la implantación de Instituciones castellanas.

En este momento las órdenes religiosas, los conventos, cumplieron un papel fundamental dentro de dicha nueva organización de la ciudad, incluso urbanísticamente. Grandes zonas del interior del recinto amurallado que habían tenido un uso de huertas o incluso granjas (para resistir asedios), o que podían ser recintos defensivos (alguno combinando este uso con el palaciego), ya no tenían razón de ser como tales. Así muchos conventos de época medieval vinieron a ejercer como elemento de urbanización usando dichas zonas: de San Clemente (de monjas cistercienses fundado 1284, el más antiguo de Sevilla), Santa Clara (1289 franciscanas), ambos patrocinados por la Corona, Las Dueñas (1292 también cistercienses, pero fundado por la nobleza), pueden ser ejemplos.

 

Vista de Sevilla desde Triana, 1726 (Anónimo, Ayuntamiento de Sevilla)

Otra característica histórica específica de Sevilla, entre otras, es su situación social y económica en una época de esplendor. Nuestra Ciudad fue, aproximadamente desde 1450 a 1650, una urbe de contrastes que puede definirse de “oro y miseria”, como las dos caras de una misma moneda. 

Sevilla en la cara de la moneda que llamaremos “de oro”, ya antes del Descubrimiento y Colonización del continente americano, Sevilla fue un centro comercial de primer orden, lo que sin duda fue clave para su designación como sede de la Casa de Contratación en 1504 y en que llegara a ser “puerta y puerto de Indias”. Pues fue una gran capital de Europa (lo que entonces era decir del Mundo) por la cantidad de riqueza que a ella llegaba, o más bien que por ella pasaba, sobre todo desde América. Además se experimentó un aumento de población, pues las personas emigraban a Sevilla desde todos los rincones de la península y de Europa. Vinieron comerciantes que traían nuevos usos sociales y que generaron riqueza y gentes de letras con nuevas formas de pensamiento que influyeron en el auge de las artes, de la literatura, etc. Si a fines del siglo XIV Sevilla tenía unos 15.000 habitantes, a finales del XVI eran 130.000, incluso 150.000, según unos u otros estudios (las cifras de población que se dan de esta época son siempre muy aproximadas). Todo este aumento demográfico se vendría abajo estrepitosamente con las epidemias, sobre todo ya en el siglo XVII por la peste en 1649.

 

La peste de 1649 ante el Hospital de las Cinco Llagas
(Anónimo, Museo Convento Pozo Santo).
Foto: Daniel Salvador

En la otra cara de esa moneda, la que sería “de miseria”, existían varios factores incluso en los momentos de mayor riqueza aparente: no se creaba una industria ni un verdadero entramado económico y mucha parte de la población no encontraba un futuro mejor, no escapaban de la miseria y padecían enfermedad y/o caían en la delincuencia, con lo que se llenaban hospitales y cárceles, que eran los “palacios” de los pobres de la época.

Así no era extraño que las órdenes religiosas se asentasen en Sevilla en gran número en el siglo XVI y XVII, buscando un apoyo social y económico, un patronazgo, o incluso también esperando pasar a Indias para la labor de evangelización. Además tenían un amplio campo donde ejercer una labor caritativa en la propia Ciudad, dada la gran cantidad de población que necesitaba de la misma, y así también seguían los postulados de la Iglesia, que se reflejaron en el Concilio de Trento.

En este momento de auge de fundaciones la situación urbanística de Sevilla no era la del vacío medieval, la ciudad estaba muchísimo más poblada. Por ello los conventos fundados en el siglo XVI y XVII lo fueron sirviéndose de casas y construcciones que se iban uniendo y modificando para responder a las necesidades de la vida conventual (refectorio, dormitorios, claustros…).

Si bien en Sevilla se fundaron conventos desde la Edad Media a la Contemporánea, fueron estas dos épocas: la inmediata a la conquista de 1248 y los años centrales del siglo XVI, cuando fueron más numerosas dichas fundaciones.

Funcionaron en Sevilla unos cien conventos, sin contar instituciones como beaterios o los llamados emparedamientos (de índole particular). Los conventos masculinos (que llegaron a ser cincuenta y seis) se situaron tanto en el interior como la periferia de la ciudad y los femeninos (unos treinta y ocho) casi exclusivamente en la zona intramuros.

Sevilla, plano de Olavide (Coello y Amat), 1771

Actualmente siguen existiendo recintos conventuales en Sevilla y caracterizan nuestra ciudad sobre todo las clausuras femeninas, tesoro de espiritualidad y de historia.

La vida consagrada tiene presencia actual en Sevilla en los conventos de San Leandro y la Encarnación (Agustinas), Santa Ana (Carmelitas Calzadas), San José del Carmen (Carmelitas Descalzas), San Clemente (Cistercienses), Madre de Dios (Dominicas), Santa María de Jesús y Santa Inés (Franciscanas Clarisas), Santa Paula (Jerónimas), Espíritu Santo (Comendadoras del Espíritu Santo), Ntra. Sra. de Consolación en Triana (Monjas Mínimas) Santa Rosalía (Capuchinas), Visitación (Salesas), Asunción de la Virgen (Mercedarias), Santa Isabel (Monjas Filipenses), Convento del Pozo Santo (Terciarias Franciscanas), Convento de Santa Ángela de la Cruz, ... Sólo nos ocuparemos de algunos de estos, actuales o desaparecidos, que tuvieron o tienen relación con las hermandades sevillanas.

¿Y las hermandades? Son muchos los factores que influyeron en su unión con las órdenes religiosas: buscar un amparo o protección segura, compartir la devoción a una determinada advocación de la Virgen o a un pasaje de la Pasión de Cristo, tener patronos de familias pertenecientes a alguna hermandad… Iremos repasando varios ejemplos al escribir sobre cada convento y hermandad.

Retablo de la Hermandad de la Virgen de la Antigua y San Antonio
y detalle de la Virgen (siglo XVIII atrib. Juan Ruiz Soriano)

Pero la primera hermandad que mencionaremos, ya desde este articulo introductorio a la serie, debe ser la Hermandad de Nuestra Señora de la Antigua y San Antonio de Padua, fundada contemporáneamente (en 1946) con el fin de socorrer materialmente a las comunidades de religiosas de clausura, de cualquier regla.

Curiosamente no tiene su sede canónica en un convento sino en la Iglesia del Divino Salvador, en la que venera un lienzo de su Titular, Nuestra Señora de la Antigua, atribuido al pintor sevillano del siglo XVIII Juan Ruiz Soriano; en el mismo altar se sitúa la imagen de San Antonio de Padua, cotitular de la Hermandad, (esculpida por Manuel Domínguez).

Esta Hermandad, no sólo presta ayuda material a las comunidades de religiosas de clausura, también fomenta el conocimiento de la riqueza espiritual y patrimonial de los Conventos y Monasterios sevillanos a través de la organización de actividades. Organiza desde el año 2008 la celebración de Vía Crucis en varios Conventos y Monasterios de Clausura sevillanos los viernes de Cuaresma, tras el que se ofrece una descripción histórico-artística del cenobio.

Reyes Pro Jiménez

CONTINUARÁ….

 










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