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Manuel Cantelar pregonó la Semana Santa tras "Cien años de cátedra" en la Universidad


Juanma Labrador. Cuando la luz solar se alarga en las horas vespertinas anunciando la inminente llegada de una primavera que, este año, trae consigo una adelantada Semana Santa, el tiempo acaricia nuestros sentidos a través del aroma a azahar que ya embriaga la ciudad. Y en el Paraninfo de la Universidad, una joven voz agitó las almas otro martes previo al Domingo de Pasión, 12 de marzo para más señas, para anunciar a los estudiantes sevillanos que Dios volverá a manifestarse por nuestras calles en los días sacros de la Pasión. El estudiante de Medicina y costalero del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, Manuel Cantelar Casado, pronunció el Pregón Universitario en el centenario fundacional de la Hermandad de los Estudiantes.

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Inició Cantelar su pieza oratoria, a la que tituló "Cien años de Cátedra", pidiendo a la ciudad, en verso, que abra sus puertas ante una nueva Semana Santa, aquella que se extiende desde el Viernes de Dolores al Domingo de Resurrección:

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"¡Abrid nuestras puertas!

Que cien años de cátedra

nos contemplan y están llamando,

¡y aquí estamos los estudiantes,

los de la calle san Fernando!

Abrid todos vuestras puertas

que yo vengo a abrir la mía

puerta que siempre está abierta

donde emana la Sabiduría,

la de la fama y su trompeta,

que anuncia con algarabía,

que Cristo nace, muere

y resucita en Sevilla".

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Defendió Cantelar que las cofradías del Viernes de Dolores y del Sábado de Pasión son también Semana Santa, y volcó su corazón en Heliópolis con su Hermandad claretiana de la Misión. 

"Miro tu Amparo infito

y tu Inmaculado Corazón,

y comprendo que tu Misión

es levantar a ese Cristo

que va tendiendo su mano.

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Si carga la cruz de la vida,

la condena del pecado,

la redención de los cristianos,

¿qué más queréis que le pida?

Si cada Viernes de Dolores,

Jesús redime a su barrio,

su barrio de mil amores.

Y va imponiendo su mano,

a niños, adultos, y ancianos

a los ricos y a los pobres.

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Por eso, Dios hecho hombre,

en tu barrio que es el mío,

yo te busco entre el gentío,

¿dónde estás, dime, dónde? 

Te vieron por residencias,

te vieron por hospitales

mientras buscas tu sentencia

vienes curando los males.

Así que escúchame, Padre,

óyeme lo que te pido,

que nunca falten tu Misión,

ni su Inmaculado Corazón

en el Virgen del Rocío".

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Se adentró el pregonero en el Domingo de Palmas, pues "Así como entró en Jerusalén, el domingo de ramos llega a Sevilla. Está claro que los jóvenes estamos ansiosos de cofradías, y nos tiramos a la calle, da igual el día y la hora, da igual la fecha y el tiempo", y fue encontrándose con las cofradías de la jornada, deteniéndose ante el Señor de las Penas de San Roque, frente al crucificado de la Hiniesta o delante de Jesús Despojado, pero su cita más especial la tiene junto al río...

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"Yo me asomo a nuestro puente,

al hierro de sus barandas,

y todo queda vacío

después de que tú te vayas. 

Y yo me asomo a Triana,

Estrella, amor mío,

y veo la gente esperando,

la cara de los chiquillos

cuando ven que estás llegando,

los acólitos daos la vuelta,

la cera ya derretida,

los pabilos por los suelos,

nazarenos en cuclillas,

¡si llueven pétalos del cielo

cuando te vas de Sevilla!

Y mientras giras despacio

asomado a ti y a tu puente,

me puede encontrar la mañana,

rezándole a la Estrella,

que es la Madre de Triana".

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Al llegar el Lunes Santo, Manuel Cantelar no busca aún cofradías, porque primero va a la Universidad: "Un sol de justicia reflecta los gastados chinarros de los suelos de la parte de fuera de estos edificios, mientras preparamos el traslado de nuestros titulares al vestíbulo del rectorado. Un grupo de hombres, costaleros debidamente ataviados, acapara toda la atención de los viandantes de la calle San Fernando. Se meten en la capilla y se cierra la puerta delantera. Todo el mundo queda expectante. Se abre la de atrás del templo y salen ambos pasos uno detrás de otro separados por escasos metros. Solo en el traslado de vuelta irán tan pegados. La tarde discurrirá poniendo flores, la parte final del camino". Y al ser la víspera de la estación penitencial de los Estudiantes, el pregonero hace su confesión...

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"Solo sé del Lunes Santo

de un barrio que va Cautivo

que tras su Cristo va andando. 

Yo también ando y lo sigo,

pues aunque no soy del barrio

también me siento del Tiro. 

¿Cautivo y abandonado?

No le abandona su Tiro

pues es Cautivo de un barrio".

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Nace el Martes Santo, un día que "lo vemos a trozos", pero quiso hacerle su oración a la Gracia de Sevilla bajo palio: 

"Y a ti que voy a decirte,

Madre nuestra, Madre mía,

tu cara es la sinfonía

que yo tocaré al morirme.

Por eso tu Dulce Nombre

yo en el cielo lo pondría,

siendo faro luz y guía

y el remanso de mis tardes.

Y porque te llamas María,

María como mi madre,

como la que me dio vida,

más Dulce Nombre no cabe".

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Defendió el valor y el significado de la presencia de la centenaria cofradía universitaria en el seno de la institución en la que nació en 1924, pues "pretendo que seamos conscientes, hermanos y queridos universitarios, de que la hermandad también es parte de la universidad, conformando, a buen seguro, una de las mayores agrupaciones de antiguos alumnos del país, pues cientos de alumnos y exalumnos nos reunimos en un entorno universitario, alrededor del mismo motivo, la Buena Muerte de Cristo y la Angustia de su bendita Madre. Y quizás sea eso lo que moleste, en estos tiempos de inclusión donde cabe todo menos lo que realmente nos hace libres, que es la fe", y Cantelar, en la Cátedra, se encuentra con su Cristo:

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"Solo puedo yo mirarme

en el espejo divino

de tu vida y de tu rostro

y ante él, humillarme.

Tú, perfecto, entre nosotros,

Tú, el hombre, entre los hombres,

yo te llamo por tu nombre

y ante ti, me arrodillo,

en ese encuentro bendito

con el Hijo de Dios hecho hombre

con el Hijo de Dios vivo,

y es en ese mismo instante

cuando me encontró la suerte,

llorando ante el dulce semblante,

del Hijo de Dios Inerte".

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Y tras Él, su Madre... 

"Tiene Ella en sus entrañas,

Angustia de universitarios,

la de sus devotos,

la de sus hermanos,

la Angustia del que la busca,

la del que la encuentra

la del que sufre,

la del que espera,

la Angustia de sus fieles,

la de nuestras vidas,

la Angustia de sus hijos

y la de toda Sevilla.

¡Virgen mía de la Angustia,

Angustia y Angustias mías!

Virgen de la sevillanía,

todo el mundo está en tus manos,

en tus manos nuestra vida,

nuestro consuelo en tu llanto,

y en tu cara nuestra alegría,

Angustia del Martes Santo".

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No dio lecciones cofradieras el pregonero universitario, pero si hizo varias reflexiones valientes al arribar al Miércoles Santo: "El miércoles es el día de los paralelismos. Donde para ver el misterio de la Hermandad de los Panaderos en el Salvador no cabe un alfiler, y alguien que no haya podido acceder a la plaza a ver el misterio puede perfectamente ver el palio de la Virgen de Regla en segunda fila. Vas a ver la Lanzada de vuelta y los (dichosos) móviles, en vez de apuntar al misterio apuntan a la banda, acompañados siempre de algún silbidito incordiante de esos de los que dan otitis. De la plaza del Cristo de Burgos casi llena esperando al Carmen y vaciándose en la salida posterior. De la Plaza Nueva y la Avenida desangeladas al paso de las Siete Palabras. Paralelismos". Tuvo palabras emotivas para su Hermandad del Baratillo y la próxima coronación de la Piedad, dedicando sentidos versos a la Virgen de la Caridad:

 

"Tu la vida y la muerte,

el palio y el varal,

la brisa y el vendaval,

Tú de espaldas y de frente. 

Tú Giralda y Giraldillo,

la columna en la Alameda,

muralla en la Macarena,

el arco del Postigo. 

Tú casa que es Santa Ana,

porque eres las dos orillas

y ante ti se para Triana

para abandonar Sevilla. 

Tu la puya y banderilla,

la que enfría y la que quema,

y en mi suerte suprema

siempre eres mi puntilla,

Tú eres la torería,

la Maestranza de Caballería,

y la Reina del Arenal

que nunca tu amor nos falte.

Virgen de la Caridad".

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En el Jueves Santo, Cantelar Casado meditó el sentido eucarístico de este día del Amor fraterno, de ese don divino que es el Pan de la Eucaristía, pues en ella "encontramos todos los aspectos esenciales del día a día de la religión". Y tras contemplar las cofradías de esta tarde, se detuvo ante el Señor de Pasión...

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"Llegarán mas primaveras

de flores blancas plagadas

y seguirá su Pasión

remontando el Salvador

con las luces apagadas.

Llegarán más Jueves Santos,

llegarán más madrugadas,

seguirá cerrando la tarde

con la noche bien cerrada

en su Calvario de plata

y tras cruzar su portón

va Jesús con su Pasión

que espera morir mañana

y morirá en el Salvador".

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Adentrado en la madrugada del Viernes Santo, el pregonero se encuentra con la Esperanza de Triana: 

"No iba a decirte nada,

ni de la calle Pureza,

ni cuando vas al baratillo,

ni el Altozano de vuelta,

ni la Estrella en San Jacinto.

Y se sentó enfrente mía

tu niña de piel morena,

y mirándola de frente

recordé lo que te quería

y no pude pasar de puntillas,

¿¡Cómo no iba a decirte nada!?

Si en el fondo sé que contigo,

Esperanza de Triana,

descansa mi amiga, Rocío,

que nunca perdió la Esperanza.

No iba a decirte nada,

ni de levantás a la música,

ni de vuelta las petaladas,

ni soleá dame la mano

ni Triana de Esperanza,

y recordé a mi amigo Rubén

y sus batallas de madrugada,

cuando sus pies eran tus pies

y como no iba a decirte nada

si el que comía en mi mesa

hasta la navidad pasada

con la salve marinera

tan solo a ti te rezaba,

y ahora descansa contigo,

Esperanza de Triana,

que también cuida a los míos". 

Y del puente, al arco en la Resolana sin olvidar que Sevilla es la ciudad de la Esperanza. 

"Tiene cosas de Divina Enfermera,

la Trinidad en sus entrañas,

la Gracia que siempre lleva,

y una O, y una Triana,

y cosas de todas ellas,

porque la Virgen de la Esperanza,

sin apellidos concebida,

la apodaron con el nombre,

de uno de los barrios norte

de nuestra ciudad, Sevilla". 

Y finalmente, el pregonero se rindió ante la Macarena. 

"En una astilla morena

talló Dios mismo tu cara

y una tarde en primavera

te llenó con la Esperanza

de tu barrio, Macarena.

Eres la Esperanza Nuestra,

flor que rompe la mañana,

la que trae la buena nueva

el pozo de la Esperanza

que a todo el mundo llena.

La Esperanza de mi abuelo,

la de mi padre, la de mi vida,

y la Esperanza de Sevilla,

en la que mi alma espera,

la que a todos nos alcanza

porque te llaman Macarena,

mi Virgen de la Esperanza".

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No se disipa la noche. Hay que buscar el Calvario y el Gran Poder, y cuando comienza a amanecer, el corazón de este joven universitario que ha pregonado la Semana Santa desde el Paraninfo reconoció cómo su alma se vuelve gitana al ir a buscar a sus más íntimas devociones de esta jornada.

 "Por Gallos, San Román,

por Dueñas o por la Alfalfa,

en la Alameda, en los barrios,

por donde quiera que pasa,

mientras Angustias sostiene

en sus devotos estalla

“Gitana, qué guapa eres”.

Su luz cálida tu cara dora,

y al verse reflejado en tu rostro

¡el sol también llora!

Bendita sea la hora

que Dios nos bendijo Contigo,

Madre del buen abrigo,

Reina de los Gitanos,

que la mañana del Viernes Santo,

andas buscando a tu Hijo,

y al ver que vienes llorando

¡Sevilla llora Contigo

y Contigo se va a buscarlo!".

 Y "a las tres de la tarde" concluye la madrugá y se estrena el Viernes Santo, con las Tres Necesidades de la Carretería, con las Tres Caídas de San Isidoro, con las tres cruces de Montserrat, pero Manuel Cantelar se arrodilla en esa tarde ante el Cristo moribundo de Triana. 

"Limpiando el barrio de penas

y llenándolo de alegría,

qué triste todo se queda

cuando muere ya de vuelta,

y se marchitan las flores

que descansan a su vera,

se apagan sus candelabros,

en un Guadalquivir de estrellas.

Que no quiero verla,

que no hay cáliz que la contenga,

que no hay misa que la consagre,

no hay sagrario que la conserve,

No consuela ni a su Madre,

NO,

yo no quiero verla,

yo no quiero que el Cachorro

expire cuando vuelva". 

Y al final, "Tras pasar el luto del Sábado Santo, aliviado por la imagen que nos deja el palio de María Santísima de la Esperanza de la Trinidad en su discurrir por nuestras calles, tras verlo abrazado a su cruz al Señor, verlo muerto en brazos de su Madre y verlo sepultado en una urna mientras Ella llora su Soledad en San Lorenzo, así como está casi todo visto y hecho, empieza a sonar el particular Amarguras de este pregón", y concluyó su recorrido con el centenario de los Estudiantes en este 2024... Cien años de Cátedra... 

"Ya la espera se consuma,

y nos devolverá noviembre

como las olas, como la espuma,

un martes de los de siempre.

Volverán los hachones y su bronce,

volverán candelabros de plata,

volverá la cera goteando,

volverá su palio de escarlata,

y la sangre de su costado,

y su valle de lágrimas,

y el nudo del sudario,

y su sombra alargada,

y lo hará la caoba,

y su Madre desconsolada,

y su cielo de gloria,

y su corona dorada,

y su rostro dormido,

y el marfil de su sonrisa,

y sus hermanos costaleros,

y lo hará la leve brisa

de un otoño centenario

que nos traerá su Calvario,

devolviéndonos la vida.

Que vuelva, que vuelva,

qué alegría volver a verte

compañero de trabajadera,

Cristo de la Buena Muerte,

y que vuelva, que vuelva,

con tu hermandad centenaria,

y nos dé tu Buena Muerte

otros cien años de cátedra". 

Con una cerrada ovación se clausuró este acto entrañable en el que el respetable salió satisfecho ante el pregón pronunciado, y cuya duración no excedió los setenta minutos. Presidió esta cita académica Jesús Domínguez Plata, director del Aula de la Experiencia de la Universidad de Sevilla, y el hermano mayor de los Estudiantes, Jesús Resa, presentó, por última vez, al pregonero universitario, recordando en sus palabras los recientes cultos celebrados en la seo metropolitana, y elogiando el cartel anunciador del evento, obra de Juan Miguel Martín Mena, que se ubicaba junto a la cátedra, desde donde se declamó este pregón hasta el año 2006, y ojalá vuelva algún día a ella. Acompañaron al pregonero representaciones de sus hermandades de la Misión y de los Gitanos, con sus respectivos hermanos mayores, Ángel Ruiz y José María Flores, a la cabeza. Tampoco faltó en nombre del Consejo el delegado del Martes Santo, Daniel Perera Pavo, ni el director del S.A.R.U.S. y director espiritual de la corporación, el sacerdote Pablo Guija.

Fotos: Juan Alberto García Acevedo.










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