Glorias: La otra película de la Religiosidad Popular sevillana. Francisco Santiago
De todos es sabido (o debería de serlo) que Sevilla tiene, como en el deporte rey, dos divisiones. En la primera se sitúan las hermandades de Penitencia y en la otra las de Gloria y Sacramentales.
Habrá quien ya, con el primer párrafo, se haya echado las manos a la cabeza, pero aunque nos duela, esto es una realidad más que patente, sólo tienen que ver ustedes quienes van a expensas de lo que ocurra y quienes los que designan...
Que en otros tiempos las glorias incluso fueron la salvación de multitud de hermandades penitenciales, de eso no hay lugar a dudas; pero esos tiempos han caído en el más rotundo de los olvidos y hoy por hoy la religiosidad popular pasa directamente por una unión formal que haga fuerza, para mantener el cada vez más deteriorado status y los privilegios de las hermandades letíficas y hagiográficas.
Las glorias tienen que dejar de ser las películas de “Serie B” del mercado, esas que sólo se estrenan en los espacios reducidos de algunas universidades o en algún que otro festival de cine independiente. Tenemos que mirar al frente, con seguridad y expandir los conocimientos y sabiduría que Jesús y María nos han otorgado.
Estamos demasiado acostumbrados a llevar la cabeza agachada. Si hay un problema nos hacemos los distraídos, si pedimos algo y no se nos concede, nos retiramos sin insistir y, si perdemos algo, lo damos por perdido.
¿Este es el espíritu que tantos y tantos hermanos y hermanas (algunos de ellos Santos) nos dejaron como legado? Estamos viviendo una de las crisis más importantes de religiosidad de los últimos tiempos, pero esta vez no hay Cismas ni Concilios, sólo una desidia tal, que vemos como poco a poco el espíritu ciudadano, la razón, la fe y la educación, se van diluyendo sin detenerse.
Nos conformamos con las migajas que recibimos en forma de ayudas del Distrito de turno, con la limosna proveniente de la Delegación Municipal y con soportar los gastos anuales que conlleva el mantenimiento de la casa hermandad y el poco patrimonio que aún nos queda del pasado.
Si encima somos Sacramental, la cosa (en cuanto a problemas y dificultades) se multiplica por dos porque, aunque no todos los casos son iguales, sí que reiteramos el deterioro moral que soporta la sociedad en este primer decenio del siglo XXI, aunque proliferen las custodias en la calle.
Lo peor (o lo mejor, según se mire) es que somos nosotros mismos los que integramos estas hermandades, quienes tenemos y debemos ser conscientes del futuro, reunirnos, hacer hermandad entre las hermandades, agruparnos y, entre todos, volver a ser patrimonio cultural y religioso de Sevilla, sin tener que dar explicaciones a estamentos laicos ni sobrevivir de limosnas provenientes de la política.
Artículo aparecido en el Boletín Nº 25 de la Hermandad del Juncal. Septiembre 2006