Arte Sacro
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Spes Nostra, Macarena. Javier Ramos Sáez


 Hay una Señora cerca de un arco al que toda Sevilla venera. Hay una Madre a la que Sevilla siempre se cobija bajo su misericordioso regazo. Hay una muchacha que vive entre la calle Feria y San Luís, siempre esperando cada día una de sus muchas visitas.  Pero más, tiene su casa en el Cielo porque Ella no es de este mundo, “es muy poca Tierra pa tanta Mujer”. Su casa es el Cielo donde habitan los ángeles y donde residen todas las perfecciones porque Ella lo es todo; es pura belleza, inmaculada, serena, penetrante, y delicada presencia. Idolatría de mis ojos al verla tan presente y tan radiante, siempre Alteza de los Cielos y Madre en la Tierra ; tan finita hechura como infinita presencia en nuestros corazones. 

Ella es recuerdo del más introspectivo de todos los sentimientos, donde reside el más puro amor, el amor ciego, cómplice y sereno, el amor que más mueve los afectos del sentimiento más hondo del alma. Ella es Gracia, Realeza y Reina de la noche y del día. Virgen de la Madrugá , Madre de Sevilla y Mujer universal.

A las afueras de la ancestral Sevilla, donde las murallas acotaron la magia y el candor de la ciudad árabe, allí está Nuestra Madre, siempre expectante a nuestra llegada, siempre presente y viva de fe en Cristo. Ella entrega su Gracia y nosotros le damos nuestro afecto más arraigado, más profundo y honesto. Nos hace ser fiel a Ella… no sé porqué… pero esta muchacha es mucha Madre pa no ir a verla a Su Basílica cuando nos llama. Ella significa todo en la Pasión de Nuestro Señor Redentor, es papel clave y más que fundamental en el devenir de la más pura fe cristiana.

Su cara es evangelizadora, mezcla de la hermosura temprana de una chiquilla y de la idealización de la más pura idea de lo bello; Ella nos enseña en su cara las mieles del amor. Nosotros nos confiamos a Ella porque es la grandeza hecha Madre y ejemplo de cariño y amistad, siempre maternal, donde el sentimiento es más puro y más intenso.

Ella es amor doliente, tras la siempre eterna búsqueda de su amado Hijo, siempre sentenciado, llorando al ver a su Hijo capturado y atado en las cuerdas de nuestros pecados. Él está preso por nuestras culpas, y más Madre que Ella no las hay en esta vida, siempre fiel y constante, en su largo camino hacia el abrazo del Hijo de Dios.

No pierde la esperanza porque Ella es pura esperanza, siempre en la ayuda, en soportar y compartir las penas de Cristo, Ella no le deja solo porque cada Viernes Santo por la Madrugá Ella va al encuentro del Dios hecho carne, bajo ese palio majestuoso del maestro de bordadores, Rodríguez Ojeda, como la Reina y Madre de su barrio y sus gentes, entonando esa marcha que a todos nos mueve: Pasa la Macarena.

Ella es Esperanza, Reina de un barrio llamado San Gil, protectora de los enfermos en su Hospital de las Cinco Llagas, donde el recuerdo más lejano del hombre soñaba con la Divina Enfermera en procesión por el antiguo hospital donde regalaba la alegría más eterna.

Virgen y Señora de Sevilla, Madre Nuestra…. que suspiramos ante ti por tu bondad y tu pulcra belleza, porque eres toda perfección sublime hecha realeza. Reina, Maestra de infinita dulzura, Madre eterna. Sólo Tú, Macarena… ¡Esperanza Nuestra!

Correo: jramosaez@yahoo.es

Foto: Juan Alberto García Acevedo










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