No te marches, quédate con nosotros para siempre. Isabel Serrato Martín.

Quédate a nuestro lado, no te marches, aún nos quedan promesas por cumplir. No te marches, déjanos sentirte de nuevo. Tienes que hacer parar el tiempo, sin marcar más segundos ni menos minutos. Quédate así, que no pase un año por ti. Déjanos sentirte sin nostalgia. Abrázanos con la fuerza de nuestro lamento al ver como te alejas. Remedia esta suplica que sólo será cumplida si no te vas. Quédate en Sevilla, en cada calle, en cada mecida de Dios. No te marches, Sevilla no sabe vivir sin ti, Sevilla no encontrará consuelo. Enséñanos a disfrutar cada momento como el momento que disfrutamos contigo sabiendo que es el último del año. Si, José Luis, habrá un lindo traslado, pero se va. No pudimos retenerla, no habías llegado a mi lado, y de nuevo, ya te echaba de menos. Amparo, tu que encierras en tus letras los meses más bonitos del año, Amparo, con la confianza, Madre, que tu nos das para llamarte así, no te vayas, quédate tal museo del amor, sobrio, austero, pero nuestro. No te marches, que el tiempo no ha pasado, el tiempo lo hemos perdido y ahora sólo sabemos rogarte para demostrarte que por encima de todo, tendríamos que haberte dicho más veces, lo mucho que te queremos. No te marches, déjame ese momento nuestro para decírtelo. Sigue enseñando a rezar a Sevilla. Todos sabremos de tu inmaculado nombre, pero aún así, no quiero que llegue el día, aunque muero de nervios por tu víspera. Hoy quiero que te quedes, que pares el tiempo, que a Sevilla le de tiempo de llegar, que aún no te ha dicho que te quiere, una vez más, y tu ya te has despedido.

No es cuestión de pasos en las calles, aunque muchos listos así lo resuman, es cuestión de parar el tiempo, las manecillas que dictan nuestros actos, para que en la eternidad del segundo que no queremos que pase, en la eternidad, volver a decir, Amparo, Madre, te quiero. Tan sencillo, como pararte al final de la calle, un giro para mirarnos a los ojos y Sevilla a tus plantas rendida. Por eso, quédate, no te lleves contigo la gloria.

Todos llegamos a tu encuentro con la sonrisa del que no cree que ha llegado el momento, pero que se siente orgulloso de vivirlo un año más. El paisaje no ha cambiado, a Madre le enmarca la oscuridad de las calles, la oscuridad de noches largas que bostezan en la hora temprana. No somos capaces de llegar a ti, nos vamos topando con amigos con los que comentar la misma noticia. ¡Con qué alegría venimos a despedirla! Parece que lo tengamos asumido, pero la realidad de la despedida es dura. Queremos parar el tiempo, no encontrarte creyendo que estás lejos. Queremos que no llegue tu incienso, queremos seguir adivinándote y pensando que aún queda el Amparo. Pero tu amparo llegó y dejó a Sevilla unida, llorando por Mayo.

Nos veremos en los cultos internos de María, seguro, incluso este año, yo, te reto a compartir conmigo la sonrisa con la que quiero saborear la víspera más inmaculada del año. Nos veremos, además este año y siempre, te reto a quererla sin su paso.

Nos veremos, claro que nos veremos, porque para la Gloria, antes hay que verlo sufrir, o ¿quizás esta gloria es lo que antecede al dolor? No lo sé, sólo la teóloga en aspectos cristianos de Sevilla ha de responder y ella no es más que la misma Ciudad.

Nos veremos, debemos ir al encuentro de su mano, para que el beso que le debemos nos ayude a caminar el resto del año. Y piensa en ese beso, piensa, ahora que crees que te caes porque Ella te ha dejado sólo, piensa que Ella se ha ido en su paso, buscando la luz de la plaza, queriendo enseñarte el manto, que aún no quieres asumir que has visto. Piensa que se ha ido, pero si te dio tiempo a decirle lo que la querías, piensa que a ti entonces te aguarda, hasta Mayo, su bendito y glorioso Amparo.

Con María, ¡qué Dios te bendiga!

A todos los que el pasado domingo no creían que todo había, de nuevo, empezado.

Foto: Eduardo F. López