Arte Sacro
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Que poquito queda. Los lirios de las Llagas. Alberto de Faria Serrano


 La simetría de la vida es el símbolo clarividente de todo Besapie. A cada lado confluyen los gozos terrenales con las sombras contrapuestas del espíritu. En cada vértice del tiempo se nutre el alma de la esencia tanto como de la presencia. No es por querencia caprichosa que la cuadratura de la escena otorgue a la muerte del Redentor una racional como calculada explicación. Más allá de los detalles, los cirios o los faroles, las jarras o el ornato, con su función delimitada, siempre deliberadamente haya  espacio real y rol estelar para nosotros. Es la interactividad cofrade de nuestras hermandades.

Porque en el Santuario Trinitario hoy nosotros nos revestimos con el mandolín del Apóstol Juan y acompañamos visible e invisiblemente a esa madre que nos Concibió en su seno y que transida de Dolor aguarda en la capilla que la suban a su paso.

Lo miramos con el impávido fervor que nos sustrae la visión cercana de todo crucificado y entre espontáneas oraciones e íntimas confesiones comprobamos que las jarras simbolizan la función purificadora de la Magdalena, y su sangre morada se aromatiza en un vergel alegórico y eucarístico. Ya no cuadra todo tanto. Es el misterio del mensaje. Es la precisa consideración de un inaprensible concepto. Porque ni la muerte alcanza nunca explicación en el dolor,  ni la vida se compone nunca de suma de racionalidades. Los hombres somos así; como una verdad por descubrir.  

A este Cristo le brotan lirios de las Llagas. Pero siempre más de cinco. He ahí otro misterio. Quizás lo desvelemos el sábado Santo por la angostura de la Calle Sol. Esa es nuestra Esperanza ¡Que poquito queda!

Alberto de Faria Serrano.

Foto: Francisco Santiago










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