Arte Sacro
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Eutanasia terapéutica. Abel González Canalejo.


 Arte Sacro. A continuación les damos a conocer otro de los trabajos literarios de que será el "Pregón del Costalero 2009" en la Hermandad de San Esteban,  y obra de Abel González Canalejo.

Eutanasia terapéutica. Abel González Canalejo. 

¿Saben el de aquel pobre moribundo al que el cura administraba los óleos diciéndole: “No temas, hijo mío, que vas a un lugar mejor, donde no hay dolor, ni sufrimiento…?”

“Padre – respondía el desahuciado – como en la casa de uno no se está en ninguna parte”

Nadie quiere morir: Es natural. Sólo los místicos alcanzan a desear la muerte por encontrar en directo el rostro de Dios. (“…tan larga vida espero, que muero porque no muero”  - escribía Santa Teresa). Pero el hombre sencillo se aferra con uñas y dientes a sus seres queridos, a sus costumbres queridas, a sus aficiones y sus devociones. Porque aferrarse a la vida está en la naturaleza del hombre.

Quizá porque Dios es Vida, al hacernos a su imagen y semejanza, nos hizo agarrarnos tan fuerte a ella.

Cuando nos veamos solos ante la inminente verdad final e ineludible, en la recogida de la última procesión, la que llega “in ictu oculi” ¿Qué nos quedará?... Tal como recuerda el Santo Padre en su última encíclica, nos quedará la Esperanza.

Pero la Esperanza - en Sevilla - no es virtud teologal lejana y academicista, concepto abstracto en el verbo de los doctores de la Iglesia. La Esperanza es tan cotidiana en la vida de aquí como los altramuces o las aceitunas. Registrad, si no, las carteras de los sevillanos y veréis la Esperanza impresa en la cara de una Virgen en un rincón de la billetera.

Por eso me duele tanto ese término (eutanasia terapéutica) hoy tan en el candelero: El derecho  a segar la vida cuando ésta empieza a marchitarse. Y me duele más aún que haya médicos (supuestos centinelas de la salud y la vida) que lo defiendan.

Miren: Yo no sé mucho, pero sí tengo el convencimiento de que la vida Dios nos la da y Dios nos la quita. Y a mí – si se da el caso – que me la quite Dios y no otro. Y sobre todo que no me quiten la Esperanza que llevo siempre en mi corazón y – como tantos sevillanos – en una foto en mi cartera:

Querido Señor Doctor:

Ni usted ni el boticario
han conseguido paliar,
ni siquiera amortiguar
mi sufrimiento diario.

Tan altos sus honorarios
que mi cartera no alcanza.
Por oficio o por venganza
han vaciado mi cartera,
dejando en mi billetera
- sólo -
la foto de mi Esperanza.

Como la cura no encuentra,
como no halla remedio,
quiere quitarme de en medio
cuando estoy ya sin defensa.

¿No le da a usted vergüenza
esta parodia, esta chanza?
¿Llevando esa bata blanca
dar la muerte por recetas?
¡Váyase usted a hacer puñetas
que yo tengo mi Esperanza!










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